Estampa familiar de bética con valenciano
Calle Rioja
Mestizaje. Desde 1890 existe en Sevilla una asociación de fieles devotos a la Virgen de los Desamparados, que cada mes reúne en San Vicente a valencianos residentes en la ciudad
SU padre lo hizo socio del Valencia “de Epi, Mundo y Gorostiza”, su mujer es “bética furibunda” y sus nietos le han salido sevillistas, además de salir cada Martes Santo con las Penas de San Vicente. José Luis Fuster (Valencia, 1935) fue entre 1999 y 2015 presidente de la Asociación Cultural Valenciana Virgen de los Desamparados. El año fundacional el Valencia ganó la Copa del Rey en el estado de la Cartuja. Teresa, su mujer, está convencida de que veinte años después la historia no va a volver a repetirse. Teresa Cáceres Sansaloni lo sustituyó en 2015 en la presidencia.
Los segundos sábados de mes, un nutrido grupo de valencianos acuden a la iglesia de San Vicente, rezan una salve y cantan el himno de su tierra ante la Virgen de los Desamparados, patrona de su ciudad. Desde hace un par de semanas, muy cerca de la imagen hay una placa que honra la obra de un ilustre paisano, Leonardo de Figueroa, valenciano de Utiel, enterrado en esta iglesia, una de las muchas en las que intervino.
El cruce en semifinales de Betis y Valencia reaviva una riquísima relación. “La mitad de los miembros de la Asociación son sevillanos”, dice Fuster, que llegó a Sevilla en 1959, con 24 años recién cumplidos. “Mi padre tenía una fábrica de aceitunas rellenas de anchoas y venía tres veces al año a Sevilla a por manzanilla fina, un tipo de aceitunas. Vio una finca en Albaida del Aljarafe y la compró. Me dijo: Niño, haz las maletas que te vas a Sevilla”.
En 1890 se constituyó en Sevilla la primera asociación de fieles devotos de la Virgen de los Desamparados. “Un año antes llegó de arzobispo de Sevilla Benito Sanz y Forés, un valenciano de Gandía que le tenía mucha devoción”. Encargó una réplica de la que existe en Valencia, que milagrosamente se salvó de las llamas del 36 “aunque se le desfiguró la cara”. Un nieto del escultor que hizo la réplica, Luis Chilabert, le mandó a Fuster una copia del contrato, donde consta que el arzobispo pagó seis mil reales para la peana de la Virgen.
Valencia fue de las primeras regiones que contó con una casa regional en Sevilla. “Los arroceros la pagaron a crédito a la Caja Rural”, dice Fuster. Era la actual sede del Colegio de Abogados de Sevilla en la calle Chapineros. “En 1957 se produjo la riada de Valencia y todo el dinero que daban los arroceros para el pago de la casa lo enviaron a restituir el cauce del Turia”. Legiones de valencianos se asentaron en la Marisma. “Hablaban valenciano, pero se sentían muy sevillanos”. Fuster llegó a Sevilla dos años después de la riada de Valencia y dos años más tarde vivió las secuelas de la del Tanarguillo.
La Asociación Cultural Valenciana Virgen de los Desamparados tiene la sede social en la calle Castilla. La misa del centenarko la ofició Amigo Vallejo. “La imagen estuvo un tiempo en la Magdalena, de allí fue a San Vicente”.
En este grupo de valencianos hay béticos, sevillistas, valencianistas y agnósticos. Fuster llegó casado de Valencia. En 1980 su mujer y su hija mayor, que estaba en primero de Farmacia, las dos Amparo, fallecieron en un accidente de tráfico. Se quedó viudo con una niña de siete años y volvió a casarse con una sevillana.
El valenciano y la bética verán juntos el partido de mañana. “Que sea lo que Dios o el VAR quieran”. Recuerda la doble militancia de Joaquín, que ganó una Copa con el Valencia. Manuel Vicent, en Tranvía a la Malvarrosa, narra un gol de Gaínza a Eizaguirre en una final de Copa Athletic-Valencia. El año que Fuster llegó a Sevilla, en Valencia ya habían vendido billetes de tren y entradas para Madrid, pero el Granada los eliminó en semifinales. “Mi padre era el que organizaba los viajes a todas las finales”.
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