Espadas, el socialismo educado
Juan espadas
TODOS los indicios señalan en una misma dirección: Juan Espadas será el cabeza de lista del PSOE a la Alcaldía de Sevilla. Los oráculos susurrantes hace tiempo que lo auguran. Las confidencias a media voz (casi) lo confirman. La lógica de las cosas prácticamente lo impone. La decisión final, sin embargo, todavía no es oficial. Probablemente no lo será hasta después de Semana Santa, aunque ya se sabe que el tiempo, en la vida y en la política, como señalara Agustín de Hipona, es un concepto relativo.
La previsible salida del consejero de Vivienda y Ordenación del Territorio del Gobierno andaluz -consumada ayer mismo- alienta desde luego esta tesis, presente en las quinielas políticas desde hace varios meses. Mucho antes, incluso, de que José Antonio Griñán decidiera desvelar en público lo que todo el mundo sabía en privado: la etapa como regidor de Monteseirín ha pasado definitivamente a la historia.
Espadas, si todas las quinielas se cumplen, será quien se enfrente a Juan Ignacio Zoido (PP) en la corta pero intensa carrera electoral por la Alcaldía hispalense, que empezará a mediados de esta inminente y rotunda primavera. De su éxito o su fracaso dependerá no sólo que el PSOE conserve el poder en la segunda gran urbe de España -tras Barcelona- donde gobierna, sino la futura correlación de fuerzas entre las distintas familias del PSOE local -siempre alborotado- y, probablemente, incluso el contexto político mismo en el que se trabajará de cara a los comicios autonómicos, en los que el PP quiere alcanzar por fin el poder en Andalucía y los socialistas, si se cumplen las encuestas, tendrían que pactar con IU -de forma estable o puntual; ya se verá- para mantener el poder.
Tiempos hostiles
La opción Espadas no nace en el mejor momento. Es obvio que el PSOE cuenta con escaso trecho para lanzar como candidato a un político desconocido para la mayor parte de los electores y cuya carrera -siempre ascendente- ha discurrido desde hace casi veinte años por los senderos, ignotos para el común de los mortales, de la administración andaluza. De Espadas se dice que es un "gestor" y alguien con escaso perfil mediático. Todo lo contrario a Monteseirín, obsesionado con la necesidad de construir una imagen de sí mismo más próxima a sus deseos que a los hechos ciertos.
En el seno del PSOE de Sevilla estos rasgos, lejos de contemplarse como debilidades, se ven como fortalezas potenciales sobre las que incidir para hacer creíble el nuevo mensaje: "El partido ha hecho ya lo más difícil: sustituir a un alcalde cuya valoración como gestor después de once años en el cargo era bajísima", señala un importante dirigente. Y agrega: "Los electores serán capaces de valorar a una organización que se ha atrevido a cambiar de candidato -con el riesgo de perder- en busca de un cabeza de lista mejor, eficaz, capaz de hacer equipos, lograr consensos y hacer que la ciudad de verdad funcione".
Un candidato serio
Pero ¿quién es realmente Juan Espadas? Algunos de los militantes críticos del PSOE, cuya intención hasta el pasado congreso regional era forzar el relevo de Monteseirín amplificando la figura de Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, señalaban que las bases socialistas de la capital nunca admitirían a un candidato cuya agrupación fuera la del PSOE de Dos Hermanas. Como si alguien de pueblo no pudiera gobernar la capital de Andalucía. El currículum de su propio padrino desmentía tal afirmación: Monteseirín nació en el municipio de La Rinconada. Aunque dicha condición -nacer en un sitio o en otro no es mérito propio; nadie elige en qué lugar viene al mundo- jamás fue esgrimida en su contra por nadie.
Espadas, efectivamente, es militante del PSOE en la ciudad nazarena, aunque nació en Sevilla en 1966. Pertenece a la generación de socialistas que han sido capaces de estudiar y, al tiempo, dedicarse a la vida pública. Sin tener que renunciar a ambos mundos. Se licenció en derecho en la Hispalense y completó su formación con dos cursos de posgrado: un máster en política y gestión medioambiental en la Universidad Carlos III de Madrid y el habitual curso en alta dirección de empresas del Instituto San Telmo de Sevilla. Todo su devenir profesional lo ha hecho en la Junta: empezó como jefe de gabinete de Manuel Pezzi -en 1994- y después fue director general de prevención y calidad ambiental, antes de ser ascendido a viceconsejero -con Fuensanta Coves como jefa-. En su última etapa política ha sido el responsable único del departamento de Vivienda y Ordenación del Territorio. En el mundo de la empresa pública ha ejercido sucesivamente como secretario de planificación y presidente de la Empresa Pública de Gestión Mediombiental de la Junta de Andalucía (Egmasa).
Según uno de sus maestros, Rafael Escuredo, ex presidente de la Junta, Espadas es, como el Avinareta de Bajora, "un hombre de acción, de ley, de servicio y de bien". Algo que según el histórico dirigente del PSOE andaluz le convierte en "un político ejemplar y en una especie a preservar". ¿Qué PSOE representa Espadas? Hasta ayer, al menos, era uno de los dos miembros que los socialistas sevillanos tenían en el Ejecutivo andaluz. Su salida de la política autonómica supone una merma relativa para la agrupación que dirige José Antonio Viera. Nada que no fuera previsible si se tiene en cuenta que donde ha crecido el poder de los socialistas sevillanos es en la Ejecutiva regional. Nótese además que, aunque Sevilla pierda uno de sus consejeros -María Jesús Montero seguirá en Salud-, Griñán no ha dado entrada a ningún significado referente del sector crítico del PSOE. Celis no parece haber purgado todavía de forma suficiente sus reiterados pecados. Los mensajes lanzados por algunos de sus afines sobre una hipotética huida desde el Ayuntamiento a la Junta se han quedado en nada. Quizás más adelante haya suerte con alguna dirección general -es el cargo máximo al que han llegado los críticos dentro de la Junta, aunque siempre en puestos secundarios-, pero su futuro político inmediato se antoja delicado. Complicado.
Sevilla metropolitana
Espadas, frente a la opción B del aparato -el propio José Antonio Viera-, tiene una ventaja: su candidatura no puede ser vinculada de forma directa con ninguna de las dos familias del PSOE que desde 2004 están enfrentadas a muerte. Viera simboliza el oficialismo puro. Abandonó además el Ayuntamiento en 2007, antes de que se iniciase el tercer mandato municipal. Algo que Zoido no dejaría pasar por alto. Espadas, en cambio, nace como un cabeza de lista sin popularidad (igual que el portavoz del PP hace tres años) pero, al tiempo, sin aristas. Razón que permitiría que el partido se movilice en su favor.
Su estrategia política todavía está cocinándose. Está claro, de cualquier forma, que el ex consejero no entrará en el avispero municipal, donde a medio plazo habrá que hacer cambios en el grupo socialista para adaptar su gestión al nuevo proyecto. Espadas trabajará desde fuera con un equipo propio. Gente de su confianza. Sus méritos en política autonómica -la transferencia de la cuenca del Guadaquivir, el impulso de la nueva ley de vivienda o el Plan de VPO de la Junta- serán elementos en los que apoyarse para vender su capacidad de gestión, aunque gran parte de su mensaje tendrá, probablemente, un marcado matiz metropolitano. Como consejero fue quien aprobó el Plan del Área Metropolitana de Sevilla. Se ha sentado a negociar con los alcaldes de este territorio y puede trabajar desde la capital con vistas a impulsar el proyecto de la Gran Sevilla. En lo demás, su visión de la política es conocida. En una conferencia en el Foro Joly, en noviembre de 2008, la resumía así: "Un político debe enfrentarse a los problemas de la gente, generar confianza y plantear soluciones. Eso es todo". Parece bastante. Incluso, demasiado.
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