Espadas como labios, espadas como cruces
san clemente
Solemne conmemoración de la conquista de Sevilla por Fernando III
El delegado de Fiestas, Juan Carlos Cabrera, llevó la espada en nombre del alcalde
Uno, dos, tres. Como la película de Billy Wilder. Un concejal de Ciudadanos, Javier Moyano, que por ser el más joven llevaba el pendón; dos del PP, Ignacio Flores y Beltrán Pérez, con menos correligionarios que en Antares; y tres del PSOE, Juan Carlos Cabrera, que se estrenó llevando la Lobera, la mítica espada de San Fernando, Clara Macías y David Guevara. El alcalde, pese a que sea una de sus tradiciones favoritas, no acudió. Estaba en una entente de Ciudades en Fibes, la catedral de los congresistas.
No fueron el alcalde ni el arzobispo. Pero a la conmemoración de la conquista de la ciudad no mandaron al virrey. Durante casi tres horas, desde las ocho y media, estuvo abierta la urna con los restos del rey Fernando III el Santo. Frente a la discreta representación municipal, el hormigueo de gente que pasaba junto al altar de la Capilla Real era incesante. Una tradición en auge con una vigencia de 769 años. El nervio de las ciudades. En la calle Feria se celebraba el Jueves, el mercadillo más antiguo de Europa; y en la Catedral, el recuerdo al rey que cambió la historia de la ciudad.
Entre el mercadillo y las naves de la Catedral, por Regina y por Francos se veían tiendas con carteles del Black Friday, una novelería importada de los Estados Unidos el mismo día de Acción de Gracias. El nuevo imperio, en lugar de mandar soldados, envió hamburguesas y pantalones vaqueros para su particular reconquista, más eficaces que la visita de Ike Eisenhower.
En las procesiones de interiores se detiene el tiempo. Pocas veces la solemnidad no se confunde con la vacuidad y la gazmoñería. Ésta es una de ellas. La procesión la encabezaban representantes de la Casa de Castilla y León, paisanos de aquel rey zamorano que abrió una senda por la que siglos después vendrían Agustín García Calvo o la estirpe de los hermanos Yebra. Después de la Castilla profunda, el Cabildo Alfonso X el Sabio, que tiene un presidente efectivo, Pedro Rodríguez Bueno, y un presidente de honor, Manuel González Jiménez, medievalista y biógrafo de Fernando III y de su hijo Alfonso. El Santo y el Sabio. Con ellos, Mary O'Sullivan, carmonense consorte, esposa del biógrafo, una irlandesa que viene de un país que tenía cuatro reinos correspondientes a los cuatro puntos cardinales: los reyes de Leinster, Mulster, Connaugth y Ulster. Detrás de los leoneses y los alfonsinos, los clementinos.
La ceremonia religiosa la presidió Carlos Santillana por estar de hebdomadario, el canónigo con nombre de futbolista al que en los turnos de la diócesis le toca esta semana. El salmo responsorial coincidió con uno de los cambios de la Policía Local de gala. Sonaba el órgano y cantaba el sochantre. En la homilía predicó Antero Pascual, magistral, que no es un adjetivo sino un atributo eclesiástico. Pero ciertamente estuvo magistral. Dijo que esta celebración es "mucho más que un recuerdo histórico", que Fernando III debe ser un modelo "para la búsqueda de la verdad y de la paz", ingredientes de un bien común que "no es sólo el bienestar plácido de la ausencia de conflictos". Alabó los méritos de gentes que "con pensamientos y culturas distintas supieron tejer esta gran ciudad". Ellos crearon el caldo de cultivo en el que bebió Murillo, pusieron los cimientos para que se hayan multiplicado las demandas de vuelos tras el acicate del Lonely Planet.
Espadas como labios, tituló uno de sus libros Vicente Aleixandre, poeta sevillano a quien se le recuerda en los 40 años del Nobel de Literatura. Espadas como cruces, es el símbolo de la procesión. Una espada con la que se buscaba la paz y la verdad por parte de un rey convertido en estatua ecuestre por Joaquín Bilbao y recordado por el rockero Silvio en una de sus canciones más celebradas. Espadas estaba en Fibes. Juan Carlos Cabrera le cogió el testigo. Después de la procesión de San Clemente, fue a la ofrenda floral a la patrona de la Policía. Una mañana completa. Entre el patrón y la patrona, una parada para un café reconfortante en el café-bar Puerta del Bautismo.
Un viaje histórico de la urna de San Fernando a la tumba de Colón. Un guiño al americanista Luis Navarro García, experto en virreyes, que seguía la escena. Dos muertes que simbolizan el nacimiento de dos nuevas Españas que se cruzaron en Granada. Pasadas las once y media terminaba la ceremonia, la procesión desde la Capilla Real hasta el Altar Mayor, la misa y la devolución de la espada, se desalojaba la iglesia y se abrían las puertas al turismo. Los nuevos gentiles.
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