Entierran a las víctimas de la reyerta en las Tres Mil: "No voy a tener vida para llorarte"
Decenas de personas despiden al padre y al hijo fallecidos tras la pelea ocurrida la madrugada del lunes en el Polígono Sur
Un carruaje fúnebre, similar al de María Jiménez, trasladó los restos mortales de uno de los asesinados
Una tortuosa relación de pareja originó la brutal reyerta en la que murieron dos personas
Decenas de personas han acompañado la mañana de este jueves a la familia de los dos muertos en la reyerta ocurrida la noche del domingo al lunes en las Tres Mil Viviendas, que han sido enterrados en el cementerio de San Fernando. Las víctimas son padre e hijo, Israel G. V. y Manuel G. M., que fueron despedidos con muestras y gritos de dolor de los familiares más directos, y de cariño de los allegados.
"No voy a tener vida para llorarte. Qué orgullosa estoy de ti. Se va el guapo de su casa, se va el hombre de su casa", decía entre sollozos la mujer y la madre de los dos fallecidos. La mujer, rota de dolor y acompañada por otras mujeres, aguardaba entre lágrimas que arrancara el coche de caballos que portaba el féretro de su hijo. Como le gustaban mucho los caballos, diversos familiares contrataron un carruaje fúnebre, similar al que llevó el féretro de María Jiménez en su último paseo por Sevilla, para que portara los restos mortales de ManuelManuel en el corto trayecto desde el tanatorio de la SE-30 hasta el cementerio de San Fernando.
Los restos mortales de su padre, Israel, iban en un coche blanco unos metros más adelante. Los padres y abuelos de las víctimas recibieron numerosas muestras de condolencia. El padre iba calmado, como si estuviera sedado. La madre no paraba de llorar y se derrumbó a escasos metros del lugar en el que su hijo y su nieto iban a recibir sepultura. "Mi Isra, qué bueno eras", decía la mujer, vestida de riguroso luto y con la cabeza cubierta, que repetía elogios a su hijo como si fuera una letanía, mientras se apoyaba en otras dos familiares y una corría a darle un poco de agua. "Qué mal te has portado, Dios mío".
Ni un grito de venganza, ni siquiera pidiendo Justicia, ni una amenaza salió de las bocas de los familiares de las víctimas. Sólo dolor y llanto. Los entierros se adelantaron sobre la hora prevista, pues el del padre estaba fijado para las diez de la mañana y el del hijo veinte minutos más tarde. Los dos fueron enterrados juntos y a las nueve y media ya descansaban ambos en su sepultura.
Numerosas coronas, ramos y otros adornos florales se depositaron en la tumba de los dos, con mensajes clásicos recordando que sus familiares y amigos no les olvidan. Unos carteles hechos de flores con las palabras Papá y Manu quedaron junto a la tumba, donde también unos amigos del joven asesinado dejaron un vistoso caballo hecho de flores.
Varias dotaciones de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) de la Policía Nacional estaban desplegadas en las inmediaciones del cementerio, guardando siempre una distancia de respeto con los asistentes a los entierros. La Policía mantiene abierta la investigación para detener a los implicados en la reyerta que acabó con la vida de estas dos personas. Por el momento el único detenido es un menor de edadmenor, que ya se encuentra internado en un centro en régimen cerrado.
Además de las dos víctimas mortales, varias personas resultaron heridas en el altercado, tanto por arma de fuego como por arma blanca. Dos mujeres de la misma familia sufrieron lesiones de arma blanca. Un miembro de la familia rival permanece hospitalizado en estado grave con un balazo en el cuello. Una niña ajena al conflicto salvó la vida milagrosamente después de que una bala perdida entrara por la ventana de su casa y le rozara la frente.
Es el estremecedor balance de una pelea que tuvo su origen en una tortuosa relación de pareja de dos jóvenes, uno de cada familia, y que nunca debería haber acabado de la forma que lo hizo. Hoy, una familia rota tuvo que afrontar algo tan duro como enterrar a la vez a un padre y a un hijo. Descansen en paz.
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