La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La pesadilla andaluza: un avance nos cuesta un mundo
En primera persona
El empresario Enrique Gordillo dedica dos horas a la semana a acompañar, como voluntario de la Asociación Sevillana de Asistencia, a pacientes que llegan solos a Urgencias. Desde hace tres años Enrique trata de ayudar a personas que, con cada vez más frecuencia, carecen de compañía en el hospital. “Al llegar a la sala, el equipo de control de enfermería me indica qué pacientes están solos y son más vulnerables. Simplemente les ofrezco mi apoyo. Entre ellos, hoy he estado con Mustafá, un senegalés, que se ha sentido indispuesto. Estaba solo y desorientado; y le he acompañado”, relata.
Tiene 68 años y acudió por la mañana a su ambulatorio, y desde allí la trasladaron en ambulancia al Hospital Macarena. “Estoy muy bien, es mi marido el que me preocupa”, explica esta mujer que recibe asistencia en Observación. Ella es la paciente pero su preocupación es su marido. “Está pendiente de que le coloquen un marcapasos”, explica Encarnación Gómez, madre de tres hijos. Su marido la acompaña pero se ha ausentado unos momentos del hospital. “Tiene que tomarse sus pastillas para el corazón”, explica con preocupación por su marido. Los médicos dicen que Encarnación se recuperará, pero tiene que someterse a varias pruebas. “Me han tratado muy bien”, comenta entre lágrimas.
Tiene 80 años y vino de Jaén a Sevilla para pasar unos días con sus familiares. Su hijo, José Ruiseñor, es jefe de enfermería en el centro de consultas externas de San Jerónimo. “Al comprobar que mi padre comenzó a asfixiarse decidí traerle a Urgencias. Es conveniente que se someta a una serie de pruebas, radiografía, electrocardiograma, etcétera. Ahora permanece en Observación. Es mayor”, explica Ruiseñor con preocupación.
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