Elliott: 'No hay billetes'

Entusiasmo El público llegó a tener que sentarse en el suelo para escuchar al prestigioso hispanista

El historiador británico llenó el Paraninfo de la Hispalense durante una lección magistral sobre el ocaso de los imperios americanos de España y Gran Bretaña

John Elliott durante un momento de su conferencia de ayer en el Paraninfo de la Hispalense.
John Elliott durante un momento de su conferencia de ayer en el Paraninfo de la Hispalense.
Luis Sánchez-Moliní

13 de noviembre 2008 - 05:03

El Paraninfo de la Universidad de Sevilla registró ayer un lleno hasta la bandera en el que no faltó la clásica estampa de los estudiantes sentados en el suelo tomando apuntes en sus cuadernos. El responsable de este éxito de público (que vuelve a poner de relieve lo inadecuado de este espacio para acoger grandes acontecimientos) no fue otro que Sir John Elliott, leyenda viva del hispanismo, quien inauguró el Máster de Estudios Americanos con una conferencia sobre las similitudes y diferencias de la decadencia y desaparición de los imperios americanos de España y la Gran Bretaña.

Elliott, que a sus 78 años luce el entusiasmo de un doctorando, dejó en la memoria de los asistentes una lección magistral (no es un recurso retórico) de historia comparada, demostrando la capacidad que tiene esta disciplina para desentrañar los interrogantes del pasado.

Para el Premio Príncipe de Asturias, la crisis en ambos imperios se "precipitó" cuando, tras la Guerra de los Siete Años, tanto la monarquía británica como la española endurecieron sus políticas fiscales en sus posesiones de ultramar para recuperarse de los importantes gastos que había ocasionado el conflicto. A la política recaudatoria, se unió una crisis de la "monarquía compuesta", es decir, del modelo pluralista y asimétrico de los siglos XVI y XVII por el que cada territorio estaba ligado al monarca "según sus circunstancias". El caso de España fue para Elliott especialmente llamativo. Los borbones dieron "un vuelco autoritario y centralista y la sociedad criolla, que se había construido a sí misma con orgullo y que estaba al mismo nivel que el resto de España, se vio de repente como una colonia, con la consiguiente pérdida de estatus".

En el caso británico también se percibió una marginación de la población de ultramar en las decisiones de las Metrópolis. Sin embargo, según Elliott, en Gran Bretaña el imperio americano no era tan apreciado como en España. De hecho, puso de relieve que "en algunos ambientes se dudaba del valor de las 13 colonias". Además, los ingleses tenían una alternativa en Asia y las miradas ya se fijaban en la India. "España no tenía un imperio alternativo y dependía para su política imperial de los impuestos y las minas de América", dijo Elliott, quien ve en esta diferencia una de las causas por las cuales el conflicto entre británicos y norteamericanos fue más corto y menos encarnizado que el protagonizado por realistas y liberales en lo que hoy se conoce como Iberoamérica.

El fracaso de la Constitución de 1812, cuyas buenas intenciones de retomar la monarquía compuesta y crear una sola nación a ambos lados del Atlántico nunca se cumplieron en la realidad, y la restauración del absolutismo por parte del Fernando VII, dieron la puntilla definitiva a un imperio que no pudo superar las "enormes transformaciones que se operaron entre finales del XVIII y principios del XIX".

Otra cuestión que desgranó Elliott fue el porqué las 13 colonias norteamericanas culminaron con éxito su unión en un estado federal, mientras que los territorios hispanoamericanos acabaron divididos en un mosaico de 17 repúblicas. La gran diferencia entre el tamaño de los dos imperios (13 millones de kilómetros cuadrados del Imperio Español frente a 800.000 del Británico), el peso de las ciudades en la América criolla (que produjo un patriotismo local fomentado también por el romanticismo), el fenómeno del caudillismo suramericano (fruto de las duras guerras de independencia) o las tensiones raciales de una sociedad mestiza, abocaron al fracaso la idea de una federación de los antiguos territorios hispanos.

Al final, ovación propia de artista y caras de satisfacción en la concurrencia.

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