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Investigación
Todos somos conscientes de que los deportes y las actividades físicas ofrecen más de lo que podemos imaginar. No sólo nos mantienen enérgicos y físicamente activos a la vez que nos ayudan a mantener nuestro cuerpo en forma, sino que también proporcionan numerosos beneficios relacionados con la salud.
Popularmente, son de sobra conocidos los beneficios del ejercicio físico en patologías como las oncológicas o cardiológicas. Pero, ¿puede el ejercicio físico sanar la mente? Según los resultados de una novedosa investigación sevillana desarrollada por profesionales del Grupo de Investigación Actividad Física, Salud y Deporte, perteneciente a la Universidad Pablo de Olavide, junto a profesionales del servicio de Salud Mental del Área de Gestión Sanitaria Sur de Sevilla, potenciar el autocuidado también supone un punto de mejora en las personas con trastorno mental grave.
Según han contado los responsables del estudio a este periódico, el proyecto, denominado Psychiactive 2.0, ha logrado demostrar "la importancia de la recuperación física en la rehabilitación psíquica". Tanto la jefa del servicio del servicio de Salud Mental del Área de Gestión Sanitaria Sur de Sevilla, Matilde Blanco Venzala, como uno de los coordinadores del proyecto en la UPO, Álvaro López Moral, coinciden en la "novedad e interés del proyecto". "Hemos extrapolado la constatación de los beneficios que aporta el ejercicio físico para la salud en general al estudio de su impacto en el ámbito de la Salud Mental, sobre lo cual no existía evidencia científica anterior", afirma la doctora Blanco.
El proyecto en sí se basa en una "metodología transversal" (evaluaciones de salud) en el que se ha analizado la relación entre el estilo de vida, condición física y composición corporal en personas con problemas de salud mental. Para ello ha tenido como protagonistas a 35 personas en tratamiento en el Hospital de Día y la Comunidad Terapéutica del Área Hospitalaria de Valme que, durante ocho meses han formado parte de un programa de entrenamiento bajo la supervisión de educadores físicos y deportivos titulados del Grupo de Investigación Actividad Física, Salud y Deporte de la UPO, que se ha materializado a través de dos sesiones de entrenamiento semanales, de forma presencial, con una duración de en torno a una hora; sesiones de evaluación del entrenamiento; entrega del monitor metabólico; y cuestionarios para un análisis individualizado de la composición corporal, condición física, gasto energético y estilo de vida de cada uno, junto a la correspondiente cuantificación de mediciones de variables física y estilo de vida.
Tras varios meses realizando el programa, el equipo de investigación ha comprobado cómo "ha mejorado la adherencia al ejercicio físico, se ha promovido un estilo de vida más activo y se han producido cambios, a nivel físico, psíquico y social en los participantes", afirman las fuentes consultadas.
"A nivel físico, la mayoría de personas han bajado de peso y ganado masa muscular. También se ha reducido el perímetro de cadera y cintura, junto al aumento de la variable de fuerza, resistencia y capacidad aeróbica y respiratoria", explican. En lo que se refiere al aspecto psicológico, "se constata el hecho de favorecer la sensación de bienestar tras realizar el ejercicio físico, mejora el ánimo, el sentimiento de empoderamiento y las capacidades para superarse, perseverar y realizar cambios". Por último, apostillan los profesionales entrevistados, lo que respecta al ámbito relacional, "se ha podido observar más cohesión del grupo, aumentando y mejorando las habilidades comunicativas y las relaciones entre ellos". "Además, en el terreno funcional también se demuestra avance en personas que han aumentado el nivel de actividad (paseos diarios), la participación en las actividades de su vida diaria y en su comunidad. Otras han podido mantenerse en el programa, a pesar de las dificultades iniciales, perseverancia que demuestra lo positivo de la iniciativa", apostillan los investigadores.
Además del objetivo principal de este proyecto, que es la mejora de la adherencia al ejercicio físico y promover un estilo de vida activo en personas con trastorno mental graves, también incluye objetivos secundarios. Los mismos consisten en analizar los beneficios agudos y crónicos que genera el ejercicio físico a nivel físico, mental y social en esta población clínica. "Para ello, intenta potenciar aquellos aspectos facilitadores y reducir las posibles barreras hacia el ejercicio. Destacar al respecto, que el 65% de los participantes ha completado al menos la mitad de las sesiones programadas, todo lo cual demuestra el gran porcentaje de implicación", destacan desde el Valme.
Las mejoras en estos diferentes ámbitos tienen un valor añadido, ya que, según explican desde el hospital sevillano, son conductas saludables aprendidas que se mantienen en el tiempo. "Según los investigadores, la mayoría de los participantes continúan haciendo ejercicio físico en su tiempo de ocio: saliendo a caminar, cogiendo la bicicleta, practicando algún deporte, apuntándose al gimnasio, piscina o realizando ejercicios a nivel particular", afirman.
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