La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¿Dónde está el límite de la vergüenza?
El Cristo de las mieles de las Esclavas
Roto, con pérdidas, despedazado, prácticamente olvidado, alterado, pero con la fuerza extraordinaria que sólo puede tener una obra excepcional. El Cristo de las Mieles del colegio de las Esclavas, una obra de Antonio Susillo, descansa en un soberao que hay encima de la capilla. Es la primera vez que un medio de comunicación puede contemplar la escultura a partir de la cual se sacó el bronce que preside la glorieta del cementerio de San Fernando en este particular exilio y en este estado de abandono. No siempre fue así. Esta escayola del Cristo de las Mieles vivió tiempos mejores en el colegio de las religiosas de la calle Jesús. Las religiosas quieren que vuelva a lucir como merece una obra de tanta categoría. Pretenden restaurarlo, pero solicitan la ayuda y los medios de los que carecen.
Durante muchos años este Cristo de Susillo permaneció en el patio del colegio, en un altar de cerámica cubierto por un tejaroz de madera con tejas vidriadas. Un lugar mucho más noble para una escultura de primerísimo nivel. Durante las obras de ampliación de la casa, la pared donde se veneraba fue derribada y el Cristo, al ser retirado, sufrió daños de importancia. Del patio y las miradas y rezos de las alumnas pasó a esta estancia sobre la iglesia donde hasta hoy permanece en silencio y casi olvidado.
El acceso al soberao es complicado y el calor, insoportable. En la estancia, diáfana y prácticamente vacía, se guardan diversos enseres litúrgicos de las religiosas. Se adivinan unos candeleros envueltos, o un viejo sagrario. En la pared contraria a la del pequeño acceso, sobre una mesa, en una esquina y cubierto por una tela verde, se encuentra el principal pedazo del Cristo. Bajo la mesa, en una bandeja, sobresale la portentosa cabeza del Crucificado en su último suspiro, llamando a quien le mira. Al lado, en un arcón, se encuentran el resto de las piezas que, como si de un puzle sagrado se tratara, forman el que es el modelo en yeso de una de las esculturas más importantes de uno de los escultores más notables que ha dado la ciudad.
La existencia de este Cristo de las Mieles de escayola es conocida por los historiadores del arte de la ciudad, pero desde que sufrió los daños, a principios de los 60, fue cayendo en el olvido. Ahora vuelve a salir con fuerza a la luz a raíz de la restauración llevada a cabo, en el año 2014, al Cristo de las Mieles del cementerio de San Fernando. "En plena restauración se acercó una señora que estaba limpiando una sepultura. Resultó ser la hermana Luz María, religiosa de las Esclavas del Sagrado Corazón. Me comunicó la existencia del yeso del Cristo en las dependencias del colegio de la calle Virgen de los Buenos Libros", señala José León, historiador, conservador de bienes culturales y responsable del proyecto de restauración del Cristo de las Mieles. En la última fase de intervención, se celebraron unas visitas académicas para profesores e investigadores y Juan Miguel González Gómez, catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Sevilla, le confirmó la existencia de este yeso, que había sido estudiado por él en 2007.
La primera referencia a este modelo de yeso se remonta al 14 de enero de 1894, cuando el diario madrileño La Época, publicó la noticia de su culminación. "El artista sevillano Sr. Susillo acaba de terminar el vaciado en yeso de un magnífico Cristo, de tamaño uno y medio del natural, que presentará en la próxima exposición que ha de celebrarse en Madrid". Su llegada al colegio no está clara. Las religiosas apenas tienen datos al respecto, salvo alguno testimonios antiguos recogidos en una carta. "Según éstas, ya se encontraba en el antiguo colegio en los años 20 y fue donado por D. Alfredo Eraso a la monja Dolores Pérez de Vargas. También pudo comprarse en la subasta pública que la familia de Susillo celebró en 1897 y en la que el Ayuntamiento adquirió el Crucificado para el cementerio", sostiene León. Ya en las estancias altas de la capilla, fue contemplado por Castillo Lastrucci, discípulo de Susillo, que advirtió que era imposible su restauración.
El estado actual del Cristo evidencia que fue transformado. Se percibe que se le aplicó una capa pictórica para mejorar su acabado, que en gran parte conserva. Además, cuenta con un paño de pureza, de telas encoladas, mucho más largo que tapa al Cristo casi desnudo que Susillo había plasmado en el modelo de barro. León explica que esta obra tiene una importancia fundamental, por su propio autor y por ser el precedente de una de las obras más emblemáticas de Sevilla: "La restauración del Crucificado del cementerio nos descubrió a Susillo como un artista experimental, no sólo en la iconografía, sino en la ejecución técnica. Las cuatro cabezas de barro conservadas en colecciones particulares, la innovadora postura de los pies y las características técnicas tan particulares del bronce nos hablan de un proceso de ejecución muy meditado, fruto de las reflexiones personales de Susillo sobre el realismo y la expresividad de su obra, una propuesta plástica nueva que quizás habría tomado su trayectoria de no haberse visto fatídicamente truncada en 1896".
Este modelo es un testimonio de primer orden en la ejecución del Cristo de las Mieles, que revela información nueva sobre el trabajo directo del artista, sus peculiaridades técnicas y su concepción de la escultura. Las religiosas quieren rescatarlo de este exilio y que vuelva a lucir en un lugar mucho más digno. De la mano de José León ya se han dado algunos pasos para una próxima restauración que hoy sí sería posible.
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