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Destrucción del legado de 1929

Episodios sevillanos del siglo XX

ENTREGAS PUBLICADAS 4, 11, 18 y 25 de mayo; 1, 8, 15, 22 y 29 de junio; 6, 13, 20 y 27 de julio; 3 y 10 de agosto de 2008.En Historia de la Exposición Iberoamericana de 1929 (1994), Eduardo Rodríguez Bernal aportó datos documentales como para acabar de una vez con las aseveraciones mantenidas sobre lo negativo del certamen

10 de agosto 2008 - 05:03

LA imagen aérea de la plaza de los Conquistadores y fuente de la Hispanidad, del fotoperiodista Cecilio Sánchez del Pando (Fototeca Municipal), publicada por El Liberal el 17 de agosto de 1929, permite ver una perspectiva excepcional. Esta fuente estaba rodeada de pabellones oficiales, regionales, andaluces y galerías comerciales. Era el epicentro del Sector Sur, con el Parque de Atracciones al Norte y el campo de polo (67) al Sur. En primer término, junto a la avenida de la Raza, puede verse las dos Galerías Comerciales Nacionales, y en frente, el Pabellón de Turismo (número 20 en plano oficial). A ambos lados están los pabellones de Castilla la Nueva (46), Huelva (45), Cádiz (44) y Granada (43), a la izquierda; y Galicia (50), Navarra (49), Asturias (48) y Jaén (47), a la derecha. Al otro lado de la avenida Reina Mercedes (Plano XXXIX), están los pabellones de Aragón (55), Islas Baleares (56) y el comercial Barrio Moro (61). Al fondo a la derecha aparece una parte del enorme pabellón dedicado a la Maquinaria, Metalúrgica y derivados (19).

Poco a poco los investigadores van colaborando con el tribunal del tiempo para recuperar las verdades históricas de la génesis y desarrollo de la Exposición Iberoamericana de 1929, un proyecto nacido en 1909 y que antes, durante y después de su celebración fue víctima, primero, de los demonios familiares sevillanos, y después de las consecuencias conflictivas sociales, políticas y económicas que siguieron desde 1930 hasta 1939. De manera que la opinión pública ha mantenido durante casi todo el siglo XX una idea equivocada del certamen, basada en que fue un fracaso en todos los órdenes, y que su organización no rindió beneficios a la ciudad, sino todo lo contrario, fue una carga financiera importante.

Ya en 1976, el profesor Camilo Lebón Fernández, en su obra La Hacienda del Municipio de Sevilla, alertó de las dificultades para alcanzar unos resultados correctos en los análisis de la Hacienda municipal relacionada con la Exposición Iberoamericana, planteándose las primeras dudas sobre las tesis negativas esgrimidas por los Gobiernos municipales republicanos y sus epígonos. Sin embargo, luego han aparecido otros análisis que han contado con nuevas bases documentales y que aclaran circunstancias sociopolíticas contemporáneas que contribuyeron a crear la "leyenda negra" que profetizó Pedro Caravaca Rogué, una de las víctimas del fundamentalismo ciudadano, en su polémica con Manuel Giménez Fernández. El autor del nuevo planteamiento esclarecedor es el profesor Eduardo Rodríguez Bernal, que presentó en 1992 su tesis doctoral sobre la Exposición, que dos años después fue publicada por el Ayuntamiento, y luego reeditada en 2002.

En síntesis, el profesor Rodríguez Bernal afirma que "la Exposición sirvió para modernizar la ciudad pese al déficit originado tanto por el endeudamiento del propio certamen, como por la mala gestión municipal y la depresión económica de los años treinta". Pero matiza que deben separarse las inversiones originadas por las necesidades perentorias heredadas por la ciudad del siglo XIX, en obras de infraestructuras básicas, como alcantarillado, abastecimiento de aguas, sanidad e higiene, escuelas, viviendas y mercados, que debieron ser afrontadas por el Ayuntamiento con Exposición o sin ella, de las inversiones y gastos directamente vinculados al certamen. En su Historia de la Exposición Iberoamericana de 1929 (1994), que fue Premio Ciudad de Sevilla en 1993, Eduardo Rodríguez Bernal cree aportar suficientes datos documentales como para acabar de una vez por todas con la simplicidad de las aseveraciones hasta entonces mantenidas sobre lo negativo del certamen, causando una grave injusticia histórica.

En 1987, la Escuela de Estudios Hispano-Americanos, organizó un seminario sobre la Exposición Iberoamericana en la que participaron once ponentes, que analizaron desde nuevas perspectivas el complejo entramado de su organización y desarrollo a lo largo de dos décadas, más los hechos posteriores inmersos en tiempos de revanchas políticas. Nos parece que con estas aportaciones comenzó a valorarse la Exposición desde posiciones exclusivamente científicas y como lo que realmente fue, es decir, una aportación material y moral, y un punto de arranque hacia el futuro y de ruptura con el pasado decimonónico. Con la Exposición, Sevilla entró en el siglo XX de la mano de la Dictadura del gaditano Miguel Primo de Rivera y el cordobés José Cruz Conde, algo que nunca perdonaron los sevillanos mediocres que fueron incapaces de hacerla realidad desde 1909 hasta 1925. Los mismos que después de la Exposición fueron incapaces de aprovechar sus valores añadidos, comenzando por el patrimonio arquitectónico legado a la ciudad. La destrucción de más de un centenar de edificios de diversos tipos es la mayor demostración de falta de imaginación creadora, de falta de respeto al pasado y al trabajo bien hecho de los predecesores, y sobre todo, de sentido cívico ciudadano.

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