Defensa verbal para policías
Una treintena de agentes de la Policía Local se forman en un curso de inteligencia verbal y persuasión organizado por el sindicato Sppme para mejorar el trato con los ciudadanos.
La postura a la hora de estar en un cruce de tráfico, los gestos para atender a un ciudadano sin que éste se sienta cohibido, la forma de encontrar la solución a un problema sin tener que utilizar la fuerza o imponer nada, el respeto a la persona que se identifica aunque se trate de un delincuente... Son algunas de las cuestiones que se han tratado en un curso de defensa verbal y persuasión que una treintena de policías locales de Sevilla realizaron en el centro cívico de La Ranilla durante varios días.
Este curso, basado en el método de inteligencia verbal ideado por Antonio Coque y organizado por el Sindicato Profesional de Policías Municipales de España (Sppme), lo impartieron dos oficiales de la Policía Local de Sevilla: Rafael Acevedo y Moisés Venegas. El primero es psicólogo y el segundo criminólogo. Ambos tienen una larga experiencia como agentes de este cuerpo, de ahí que el curso esté plagado de situaciones prácticas que los dos instructores han vivido en carne propia. "El objetivo del curso es conseguir que la gente haga lo que queremos que haga pero porque ellos quieran, no forzándolos", apunta Rafael Acevedo.
Para ambos, la comunicación no verbal es clave en cualquier actuación policial. Los gestos y la actitud del policía suponen un porcentaje importante de lo que se quiere transmitir a una persona que está siendo atendida o requerida por un agente de la autoridad, mucho más que el contenido del mensaje. Los instructores se lo hicieron ver a sus compañeros con dos ejemplos prácticos, para los que utilizaron a uno de los alumnos como ciudadano y a uno de los profesores representando al policía.
En el primer supuesto, el instructor se acercó al ciudadano cerrando los puños y agitándolos muy cerca de su rostro, en una postura muy parecida a la de un boxeador. Al tiempo que movía los puños acercándose al ciudadano, el agente decía: "Estoy aquí para ayudarte, tranquilo". Sin embargo, el ciudadano no llegó a oír el mensaje y sólo percibió una actitud agresiva por parte del policía. El resto del alumnado, que se encontraba a unos metros y no podía escuchar las palabras del instructor, también percibió la agresividad del agente. "En el primer contacto con la Policía, la gente se bloquea. No escucha lo que le dicen y si se lo decimos con una actitud agresiva o violenta mucho menos", apuntó el instructor a sus compañeros.
En el segundo supuesto, el profesor le decía al alumno "te voy a matar", al tiempo que lo insultaba continuamente, pero lo hacía con las manos abajo y aparentando calma y control de la situación. Todos percibieron una actitud tranquila y educada del agente, pese a que el mensaje estaba plagado de insultos. Con estos dos ejemplos, los profesores reforzaron la importancia de la comunicación no verbal. "Supone un 50% o un 60% de nuestra intervención, a veces hasta el 90%. Es mucho más importante la voz, los gestos, la actitud".
Los profesores también insistieron en la necesidad de cuidar las formas cuando se está trabajando de uniforme. Por ejemplo, una postura clásica de los policías cuando están en posición de descanso consiste en estar con una mano a un lado de la cintura, justo encima de la cartuchera donde se guarda la pistola. "Esto genera amenaza para el ciudadano. Quien nos vea no va a venir a preguntarnos nada", indicaron los profesores, que recomendaron a sus alumnos permanecer co los brazos cruzados o con las manos delante del cuerpo.
Igualmente, explicaron la necesidad de utilizar todos los recursos a su alcance para disolver una situación de tensión o peligro sin necesidad de recurrir a la fuerza. Lo hicieron con otro ejemplo práctico. "Sábado por la noche. Pelea en una discoteca. Cuando llegamos es una pelea de mujeres. Rápidamente identificamos a quien era la líder del grupo y sabemos que es a ella a quien tenemos que manejar para acabar con el problema. Una amiga estaba encima nuestra para presionarnos y lo que hicimos fue llamar a la líder y decirle que si podía llevarse a su amiga de allí. Podíamos haberlas identificado, amenazarlas con detenerlas, etc., pero con gestos así evitamos el problema".
Lidiar con los curiosos es otra de las tareas más engorrosas para los agentes. "Cuando se acerque alguien, en vez de echarlo de manera brusca, se le pregunta si es testigo y si nos permite su DNI. Se va a ir inmediatamente de allí y tenemos el problema solucionado".
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