Cuestión de imprudencia
Puntadas con hilo
EL alcalde suele pecar de prudente. Es una de las bazas del mandato de Juan Espadas, la de mirar bien el terreno en el que pisa. Por eso las declaraciones realizadas ayer sobre el futuro de la Gavidia y la posibilidad de demoler la vieja comisaría sorprendieron. Fuera y también dentro. ¿No debería haber sido el socialista más cauteloso? Después de 13 años de incertidumbre, Espadas podría esperar a tener el informe técnico sobre el estado del inmueble antes de adelantar acontecimientos. Quien los adelantó fue él mismo ayer.
Es lógico pensar que el gobierno municipal ya tiene un criterio formado sobre el futuro de un inmueble muy difícil de colocar en el mercado, dado su actual estado de deterioro. Es una herencia envenenada de la que, probablemente, el alcalde quiera desahacerse cuanto antes. Y el derribo facilita, y también abarata, cualquier operación posterior.
Pero llegados a este punto no valen sólo las decisiones políticas, sino las técnicas. Argumentos que deben justificar que este inmueble, de controvertida estética pero protegido, se descatalogue y se dinamite. Sin ellos sería complicado explicar a los dueños de edificios similares, muchos particulares, su obligación de conservarlos. Dejarlos morir se penaliza por parte del Ayuntamiento.
Por esto, el derribo, aunque sea la medida más acertada técnicamente, generará polémica. Por mucho que el actual gobierno no haya tenido que ver con el abandono de la comisaría y sólo pretenda cerrar una herida.
Hace unos meses la concejal Carmen Castreño dijo que la salida para la cubierta de la Davis podría ser venderla en una chatarrería. Entonces se justificó que había sido un golpe de ironía. Pero la sorna no es el fuerte del alcalde. Ni el tema se presta a ello.
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