Los Crips, los Bloods y los Trinitarios, así son las bandas latinas que operan ya en Sevilla
Violencia juvenil
La presencia de los Crips, los Bloods y los Trinitarios es ya patente en la capital andaluza y poblaciones limítrofes
Muchos de los integrantes son captados en centros de protección de menores y tienen que ir superando pruebas
Los grupos quedan para pegarse y someten a humillaciones y castigos físicos a sus miembros y a los de las pandillas rivales
Dos operaciones policiales en lo que va de año contra las pandillas en la capital andaluza
Al menos tres bandas latinas tienen actividad en Sevilla. En los últimos meses se han desarrollado dos operaciones contra este tipo de grupos, que están teniendo una presencia cada vez mayor entre los adolescentes y jóvenes sevillanos. Muchos de ellos son captados en centros de protección de menores y no tienen por qué ser latinos. Hay españoles enrolados ya en sus filas. Las tres pandillas de las que se ha detectado actividad en la capital andaluza son los Crips, los Trinitarios y los Bloods. No sólo hay presencia de estas bandas en Sevilla capital, también en algunas localidades del Aljarafe como Bormujos, Tomares o Gines, entre otras.
Este tipo de bandas funcionan por lo que los propios integrantes llaman bloques, que coinciden generalmente con territorios determinados. Es muy habitual que los chicos captados para estos grupos sean miembros de familias desestructuradas o con graves carencias familiares, de ahí que los centros de protección de menores sean un caladero para estas pandillas. En ellas, los adolescentes encuentran un sentimiento de pertenencia y arraigo que no tienen en sus hogares.
Una vez que son captados, van subiendo en la organización realizando una serie de pruebas. Una de estas actividades consiste en arrodillar a otros chicos, en una humillación que luego es grabada con teléfonos móviles y subida a las redes sociales. Otra de las pruebas consiste en soportar castigos físicos. Es conocida la prueba de los 31 segundos, en los que el aspirante a pasar de nivel tiene que aguantar que el resto del grupo le pegue durante este tiempo. Así irán pasando de nivel y ascendiendo en la escala de la pandilla. En la cúspide están los llamados supra o cabecillas.
Los términos nación, familia y hermanos (es más utilizado el bro para referirse a otro miembros del clan) están presentes continuamente en el lenguaje de las bandas, para reforzar así el sentimiento de pertenencia de los jóvenes. La estética es también importante. En el caso de los Blood, por ejemplo, suelen ir vestidos con prendas rojas, en clara referencia al nombre de la pandilla, que significa sangre en inglés. El color de los Crips es el azul. Es muy habitual el uso de bandanas o pañuelos que les cubran la cabeza. Así posan en fotos que luego suben a internet.
El poder de las redes
Las redes sociales son una herramienta muy potente de expansión de las bandas, y en parte han sustituido a las pintadas con las que se marcan los territorios. Instagram es una de las plataformas preferidas por estos chicos, que han llegado a fotografiarse portando machetes de gran tamaño, los llamados popularmente pelacocos, en actitud amenazante o desafiante hacia bandas rivales. Las fotos suelen llevar las etiquetas de la ciudad o pueblo en el que se encuentran en ese momento. La actividad en Instagram es frenética y los líderes de las pandillas suman miles de seguidores. En el caso de los Bloods, por ejemplos, sus miembros suelen llevar el icono de la gota de sangre junto a sus perfiles.
Por aquí se organizan quedadas para pegarse, en un modus operando muy similar al de los grupos ultras del fútbol. En los últimos meses ha habido incidentes de este tipo en el Parque de la Ranilla, a escasos metros de la Jefatura de la Policía Local. Otros lugares frecuentados por las bandas son el Parque de los Príncipes, las inmediaciones de la antigua discoteca EM en Tablada, los bajos de los puentes de San Juan de Aznalfarache y de Triana, Sevilla Este y la Ronda del Tamarguillo.
El tráfico de drogas es una de las actividades con las que se financian estos grupos. Los líderes utilizan a los menores como correos, pues los más jóvenes no suelen ser parados por la Policía. Los niños llevan las sustancias estupefacientes guardadas en su ropa interior o en sus calcetines.
En ocasiones, los menores miembros de estas pandillas se encuentran en una situación similar a los integrantes de una secta. Sufren problemas de adicción a estos grupos como si de toxicómanos se tratara. También resulta muy difícil salir de las bandas y muchos de ellos prefieren seguir dentro por temor a represalias contra ellos o contra sus familias.
Este periódico entrevistó esta semana a un hombre cuyo hijo fue captado por uno de estos grupos. Este hombre denunció la falta de recursos públicos y de protocolos para luchar contra este problema en Sevilla. No hay profesionales especializados en este asunto.
"No existen protocolos para luchar contra las bandas, como sí los hay para menores que son víctimas de la violencia doméstica o de agresiones sexuales, por ejemplo. No hay formación y es un problema que no detecta nadie, ni en los centros de enseñanza ni en los hospitales. Te ves prácticamente solo a la hora de sacar a tu hijo de un grupo de este tipo. Me pregunto qué hace la administración ante este asunto", explicó este hombre, que prefiere permanecer en el anonimato.
Los enfrentamientos entre bandas son frecuentes, aunque rara vez trascienden. A veces miembros de una banda persiguen a un integrante de una pandilla rival en la puerta de su colegio o instituto. De este tipo de hostigamiento hay ya alguna denuncia presentada en las comisarías de la Policía Nacional en Sevilla. Este cuerpo tiene ya un grupo que trabaja en la investigación de las bandas latinas.
La Brigada de Información de la Policía Nacional en Sevilla viene desarrollando desde hace años un seguimiento de estos grupos para detectar su posible nacimiento, "si bien hasta ahora no se había encontrado en la ciudad ninguno que cumpliese con los criterios específicos para encuadrarlo en esta clasificación, a diferencia de otras ciudades españolas, donde este problema está muy afianzado".
Para la Policía, la pronta detección de los mismos y la intervención temprana resultan claves para evitar su consolidación. Los agentes apuntan que los integrantes de esta banda estaban en una fase todavía inicial en su carrera criminal.
Las autoridades consideran grupos de origen latino a todos aquellos integrados por menores y/o jóvenes de entre 14 y 30 años, que pueden "presentar estructuras de cohesión y disciplina interna y cuyas actuaciones suelen derivar en conductas de carácter violento que generan preocupación y alarma social".
En lo que va de año ha habido dos operaciones contra estos grupos, una desarrollada íntegramente en Sevilla y otra en la que dos personas fueron detenidas en la capital andaluza en una redada a nivel nacional. Son los dos primeros servicios policiales contra las pandillas en Sevilla, donde hasta ahora sólo se había detectado una actividad menor en forma de pintadas con las que los grupos marcaban el territorio.
Golpe a los Crips
La primera de estas investigaciones fue en febrero contra los Crips, cuando fueron detenidos tres menores. La Policía denominó a la operación con el nombre de Cripman. Los arrestos tuvieron lugar el 6 de febrero, un mes después de que cometieran varios robos en la puerta del Burger King de la Ronda de Capuchinos. A los implicados se les imputaron varios delitos: robos con fuerza, coacciones, lesiones y contra la integridad moral.
Los agentes tuvieron conocimiento de que había un grupo de jóvenes dedicado a cometer robos con violencia y a amenazar a otros menores, a los que exigían dinero como tasa a abonar por utilizar simbología de su banda en redes sociales. Amenazaban a sus víctimas con darles una paliza a ellos y a sus familiares si no pagaban.
A esta información se le unió el suceso ocurrido el 4 de enero en la puerta del Burger King. Ese día, tres menores que allí se encontraban fueron requeridos por uno de los detenidos, para hablar con ellos. Cuando las víctimas salieron del restaurante, fueron rodeadas por un grupo de jóvenes de entre 14 y 18 años. Todos iban vestidos con ropas oscuras y pasamontañas y obligaron a los adolescentes a dirigirse a una calle cercana para, una vez allí, ponerlos de rodillas.
Ya en esta postura, los agresores les propinaron varios guantazos en la cara y les escupieron en repetidas ocasiones, mientras les preguntaban si pertenecían a una banda rival. Todo esto fue grabado con los teléfonos móviles de los agresores y publicado en las redes sociales.
Los Crips son una pandilla fundada en Los Ángeles en los años sesenta y que es una de las más numerosas en el mundo latino. Este grupo se caracteriza por el uso de vestimentas y pañuelos de color azul y sus integrantes son de diversos orígenes étnicos. Emplean violencia e intimidación grupal en la comisión de delitos (principalmente robos) y se orientan hacia la defensa de un territorio y de una simbología concreta frente a otros grupos.
La estructura compleja de los Trinitarios
La segunda operación se produjo en mayo y fue contra los Trinitarios, si bien se trató de una redada a nivel nacional que acabó con 40 detenidos y reveló una estructura criminal mucho más organizada y profesionalizada. La Policía Nacional desmanteló la estructura de financiación del grupo, que había defraudado más de 700.000 euros. A los detenidos se les imputaron los delitos de pertenencia a organización criminal, estafa bancaria, falsificación documental, usurpación de identidad y blanqueo de capitales.
La investigación se desarrolló en Madrid, Sevilla y Guadalajara. Hubo en total 13 registros, en los que se intervino numeroso material informático, instrumentos para la apertura de puertas, ganzúas, candados, dinero en efectivo y literatura relacionada con el grupo. En Sevilla fueron detenidas dos personas y uno de los registros fue en el barrio de San Jerónimo.
Entre los miembros de la organización criminal figuraban dos hackers que realizaban estafas bancarias a través de las técnicas de phishing y smishingphishing smishing. Con los beneficios logrados pagaban las minutas de los abogados de los miembros del grupo en prisión, satisfacían las cuotas de pertenencia a la banda, compraban droga para revenderla, así como también adquirían para sus enfrentamientos con miembros de bandas rivales. Además, compraban cupones de criptodivisas que eran canjeados en la wallet de uno de los miembros que controlaba esa cartera virtual como "caja común" de la organización.
La investigación, llevada a cabo por agentes de la Unidad Central de Ciberdelincuencia y de la Brigada Provincial de Información de Madrid, se inició cuando los agentes averiguaron que algunos miembros de la banda utilizaban tarjetas bancarias de terceros para adquirir criptoactivos. Además, alguno de sus líderes operaban con herramientas informáticas para implementar técnicas de phishing sobre una entidad financiera centrada en créditos al consumo.
Para llevar a cabo los ataques adquirieron a unos ciberdelincuentes un software específico, conocido en el argot como paneles, en el que monitorizaban en tiempo real los datos bancarios privados que la víctima, tras clicar en el enlace malicioso previamente recibido vía SMS, introducía en la página fraudulenta que simulaba a la entidad financiera de la que eran clientes. Estos SMS eran enviados de forma masiva a listados de clientes de esa financiera, mensajes en el que les alertaban de un supuesto problema de seguridad en su cuenta que podrían solucionar a través del enlace fraudulento que le enviaban.
De este modo lograban que introdujeran sus credenciales de acceso en la página a la que eran dirigidos, de similar apariencia a la web real de su entidad. En ese mismo momento, los cibercriminales monitorizaban las credenciales de acceso desde el referido panel. Llegados a este punto, se introducían al portal online de la financiera con las credenciales de las víctimas y solicitaban préstamos de concesión inmediata, así como vinculaban las tarjetas de los afectados al monedero virtual del que disponen sus teléfonos.
Una vez tenían las tarjetas de terceros vinculadas acudían a diversos centros donde compraban cupones de criptodivisas que eran canjeados en la wallet de uno de los miembros que controlaba esa cartera virtual como "caja común" de la organización. Así hacían frente a los gastos habituales del grupo -compra de sustancia estupefaciente, financiación de reuniones y fiestas de la banda, compra de armas y pago de abogados o envío de dinero a miembros en prisión para sufragar sus gastos-. Igualmente contaban con una extensa red de mulas que utilizaban para recibir dinero de las transferencias bancarias y sacarlo a través de cajeros automáticos.
Otro de los sistemas que empleaban para monetizar el contenido de las tarjetas bajo su control era la contratación de Terminales de Punto de Venta (TPV) a nombre de empresas ficticias de comercios online de productos de cosmética, realizando ellos mismos falsas compras. El retorno económico restante era enviado a cuentas bancarias en el extranjero y también era utilizado en la compra de inmuebles en República Dominicana.
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