Coronavirus Sevilla: Una residente de la DomusVi Santa Justa relata la "cadena de despropósitos" del centro
"Mi compañera empezó a tener síntomas y sólo le dieron un antibiótico para la infección de orina", afirma Rosa María Segura
Se llama Rosa María Segura y puede contar en primera persona el impacto del Covid-19 en los centros y residencias de mayores. En concreto, esta mujer de 65 años, ATS de profesión y antigua trabajadora del Ayuntamiento de Sevilla dentro del área de Salud, ha vivido la peor crisis sanitaria de los últimos tiempos desde el interior de las instalaciones de la residencia DomusVi Santa Justa, donde en la actualidad serían más de 20 los mayores fallecidos según los familiares. Su llegada al centro se produjo el pasado mes de septiembre y allí ha permanecido hasta hace apenas un par de días tras resultar contagiada de coronavirus y haber podido acogerse al programa de traslados a otros centros asistenciales que facilita la Junta de Andalucía.
La situación vivida en la residencia de titularidad privada en las últimas semanas la describe como una "cadena de despropósitos" que, asegura, le llevaron a pedir su traslado en un principio al hotel Alcora, medicalizado para la atención de mayores contagiados y donde no pudo ir por falta de espacio según manifiesta, y a continuación al Hospital Fremap, donde la Junta de Andalucía también está trasladando enfermos para aliviar la masificación del centro hotelero.
Desde su llegada a este hospital, Rosa María Segura subraya que su situación actual "nada tiene que ver con lo que vivía en la residencia". Según pone de ejemplo, la habitación en la que se encuentra instalada cuenta con una caja de guantes de distintas tallas, "para el cambio de las enfermeras cada vez que entran", mientras que en el geriátrico del que procede asegura "no se cambiaban de guantes en todo el turno" e incluso denuncia que los residentes, ni aún estando contagiados, podían hacer uso ni de ellos ni de mascarillas porque no se les eran distribuidos.
El relato de Rosa María Segura se remonta al principio de la pandemia, antes incluso de que se decretara el estado de alarma. La residente asegura que "aproximadamente una semana antes" la dirección del centro procedió a la prohibición de la entrada de familiares en el centro, "aunque sí estaban permitidas las visitas en el patio", afirma la mujer. La situación de "hacinamiento" que Rosa María Segura manifiesta se generó en el centro se veía acrecentada en el hecho de que, según manifiesta, las actividades se seguían desarrollando con normalidad en el interior de las instalaciones. "Seguían reuniéndonos en grupos para las distintas actividades que se llevan a cabo en el centro y, aunque prohibieron las entradas y salidas, sí seguían viniendo los usuarios de la Unidad de Día", manifiesta Segura.
La situación cambió una semana después. El Gobierno español decretó el estado de alarma y se impidió de manera general la entrada de familiares a las zonas exteriores y de los usuarios de la Unidad de Día. No obstante, es entonces cuando Rosa María Segura manifiesta "los disparates empezaron a sucederse uno detrás de otros". La residente afirma que se trasladó a todos los usuarios a las plantas altas del centro y, sin embargo, "los trabajos de desinfección y fumigación se hicieron sólo en la planta baja". "¿Es eso lógico?", se pregunta esta mujer.
En el comedor, según cuenta, también se habrían sucedido situaciones "ilógicas". "Ampliaron la zona de comedor para reducir las masificaciones y nos separaron a unos cuantos en el propio comedor y a otros en otro salón de grandes dimensiones. Nos pusieron a comer de dos en dos, pero uno al lado del otro sin respetar las distancias de seguridad. Al final, y tras nuestras quejas, nos pusieron a uno enfrente del otro", afirma, aunque asegura "la vajilla y los cubiertos seguían siendo los mismos de siempre".
Pronto empezaron a sucederse los primeros contagios de mayores en el centro e incluso las primeras muertes. En este punto, Rosa María Segura afirma que la situación que vivió con su compañera de habitación "es el reflejo de la gestión del centro en esta crisis". "Sobre finales de marzo, mi compañera empezó a tener síntomas de posible de contagio y lo que le hicieron fue un análisis de orina porque decían que tenía febrícula. El test dio positivo y le pusieron un antibiótico para la infección de orina. Eso es todo lo que le hicieron", asegura. La residente cuenta que siguió insistiendo ante el creciente deterioro de su compañera y que incluso había hablado con sus familiares que mostraban su preocupación. "No tuvo ningún otro seguimiento. Yo misma le daba mi propio paracetamol que yo había comprado antes de que nos aislaran. La médico de la residencia llegó a decirme que ella tenía mucha prisa para atenderme", denuncia esta mujer.
Finalmente, el aumento de muertes, en torno a la veintena según asegura los familiares, la Junta se hizo con la gestión del centro a través del seguimiento sanitario del Hospital Virgen del Rocío, y poco después llegaron los test rápidos que la Consejería de Salud ha realizado a todos los residentes y trabajadores de estos centros de la provincia. "Dimos positivo las dos, mi compañera y yo", relata Rosa María que asegura que, ante el deterioro que presentaba ya su compañera, y estando ella misma asintómatica pese a la infección, pidió no seguir en su misma habitación. "Me dijeron que si estábamos contagiadas no pasaba nada porque siguiéramos juntas y ante mi insistencia me trasladaron sobre las diez y media de la noche a otra en la que había pertenencias de otra persona, con el colchón sin funda y sin cortinas", asegura Rosa María Segura, que afirma que su compañera finalmente falleció la semana pasada.
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