"Confío en la probidad y el buen sentido del Consejo de Hermandades"
Monseñor Asenjo repasa la actualidad de la pandemia en una entrevista concedida a Diario de Sevilla desde su confinamiento en el Palacio Arzobispal. Augura un mundo muy distinto cuando acabe la amenaza del virus, destaca el papel de la Iglesia y descarta procesiones extraordinarias.
Sevilla/Días de encierro en el Palacio Arzobispal. Nos comunicamos por diversos correos electrónicos. Monseñor Asenjo es rápido en el uso de las nuevas tecnologías. Se nota su paso por la alta gestión de la Conferencia Episcopal. No quiere procesiones extraordinarias, sino rezar por los enfermos y arrimar el hombro con ayudas materiales. A las cofradías pide con respeto que tengan “buen sentido” a la hora de decidir sobre el dinero que las familias por las sillas de la carrera oficial.
-¿Cómo está viviendo el Señor Arzobispo los días de confinamiento? ¿Ha cambiado radicalmente su agenda de trabajo, el orden de sus prioridades como pastor de la diócesis?
-Estoy viviendo estas tristes circunstancias con el corazón conmovido por la magnitud de la tragedia. A veces me despierto por la noche y pienso si no será todo una pesadilla. Por lo demás es evidente que ha cambiado radicalmente mi agenda. He pasado de salir todos los días a las parroquias de Sevilla o a los pueblos, a vivir enclaustrado en esta casa. Ocupo el tiempo leyendo, escribiendo, llamando a personas que necesitan de mi palabra y mi aliento, sacerdotes, monjas de clausura, residencias de ancianos y personas que lo están pasando mal y, sobre todo, rezando para que Dios nuestro Señor se apiade de nosotros. También camino alrededor de una hora por los pasillos de mi casa.
-Le pregunto ahora por la Diócesis de Sevilla. ¿En qué sector de la población, en qué barrios, en qué perfiles de personas prevé que se note más la crisis económica que ya ha empezado y que será aún más patente tras el confinamiento?
-Nos va a afectar a todos, pero sobre todo, al segmento de la población más vulnerable, los barrios periféricos de Sevilla capital y de los pueblos, a los que se va a sumar la clase media baja y todas las personas que van a engrosar las listas del paro, que según se anuncia va a afectar a más del veinte por ciento de la población, que en Andalucía será un porcentaje mayor. Mi impresión personal es que esta crisis va a ser mucho mas aguda que la anterior, como va a ser también mayor el sufrimiento de nuestro pueblo.
-¿Cómo valora el papel de la Iglesia española en general en estos días?
-Personalmente me siento orgulloso del comportamiento de nuestra Iglesia. Alguna vez he dicho, refiriéndome a Andalucía, que en la crisis anterior, si no hubiera sido por la Iglesia, entendiendo por tal, las Cáritas diocesanas, las Cáritas parroquiales, las parroquias mismas, las obras sociales de los religiosos y religiosas y el compromiso sobresaliente de las Hermandades, aquí habría habido muchas personas que se hubieran quedado sin comer. Análoga está siendo la actitud de la Iglesia en esta hora, desde las Cáritas diocesanas, las parroquias, los sacerdotes, la vida consagrada y el mundo cofrade, que rivalizan en el mejor sentido de la palabra, con múltiples iniciativas de ayuda y de servicio. Tendremos que seguir haciéndolo, aunque no nos lo reconozcan o incluso se nos niegue el pan y la sal desde un anticlericalismo rancio y trasnochado. Mi respuesta es muy sencilla: la Iglesia está donde tiene que estar, con su pueblo, con iniciativas imaginativas, eficaces y poco ruidosas. Como decía san Vicente de Paúl, el bien no hace ruido y el ruido no hace bien.
-¿Los medios de comunicación están difundiendo una imagen real de esta tragedia o quizás aparece suavizada?
-A pesar de la sobreabundancia de información en estos días, no sería extraño que en algún caso se nos brinde una imagen de la pandemia un tanto dulcificada. Tendrá que pasar algún tiempo para que conozcamos con detalle la magnitud de la tragedia.
-¿Qué la parecieron los dos momentos protagonizados por el Santo Padre y vividos en directo gracias a la televisión por la población mundial: la bendición urbi et orbi y el rezo del vía crucis en una Plaza de San Pedro vacía de fieles?
-Han sido dos momentos de una gran densidad espiritual y emocional y al mismo tiempo de una belleza extraordinaria en su austera simplicidad. Me dicen que tanto el Vía Crucis como la bendición han superado con mucho el número de telespectadores de años anteriores. Estoy seguro de que para muchas personas fueron momentos de profunda y sincera oración. Es mi caso y el de muchos millones de fieles.
-¿Cómo seremos tras esta pandemia? ¿Cree que el ser humano valorará más otras cosas que hasta ahora eran tomadas como normales, comunes y cotidianas? La figura de los médicos, un simple paseo, entrar en un templo, comer en un restaurante... ¿Nos hará mejores esta crisis?
-No lo dudo. San Pablo nos dice que para los que aman a Dios, todo lo que sucede, sucede para bien. Dios nuestro Señor saca bienes de los males. Estoy seguro de que este acontecimiento de dimensiones mundiales nos va a ayudar a muchos a ahondar en nuestra conversión, en nuestra vuelta a Dios y a los hermanos. Tengo la impresión fundada de que esta crisis global está siendo para muchos una oportunidad para detenerse, discernir y evaluar los derroteros por los que hasta ahora habíamos discurrido. El papa Francisco nos ha invitado a transmitir el contagio de la esperanza en estos tiempos oscuros. Yo estoy seguro de que el mundo que nos viene tras la pandemia ya no será como el que hemos conocido hasta ahora. Dios quiera que el día después de la tragedia alumbre un nuevo mundo más transcendente y espiritual, en el que todos podamos sentir y compartir el don de la fraternidad.
-La ayuda ofrecida por el Arzobispado, muy elogiada, se ha basado en 300.000 euros para material sanitario y la cesión del Seminario si fuera necesario para enfermos. ¿Ha hecho uso la Junta de esos fondos? ¿Prevé nuevos ofrecimientos si la crisis se alarga?
-Estoy seguro de que esa cantidad ha sido ya aprovechada. Nosotros la entregamos al principio de la crisis. En cuanto al ofrecimiento del Seminario, nada se nos ha dicho, por lo que entiendo que no ha sido necesario ocuparlo. La Iglesia en Sevilla está dispuesta a seguir colaborando. Lo hace de hecho cada día socorriendo a los pobres, víctimas de la crisis anterior, y a los nuevos pobres que aumentan cada día.
-La búsqueda de misas por Google se ha disparado un 325%. La gente quiere seguir la Eucaristía desde casa. ¿Cómo valora este dato? ¿Cree que aumentará el cumplimiento del precepto dominical tras el estado de alarma?
-Como es natural, lo valoro muy positivamente. Yo mismo estoy sorprendido. Me dicen que mi misa In coena Domini de Jueves Santo fue seguida por 300.000 personas. Es muy posible que tras la tragedia muchas personas que han abandonado la fe o la práctica religiosa busquen referentes seguros a los que asirse, los valores que dan consistencia, seguridad y firmeza a nuestra vida, el primero de los cuales es Dios nuestro Señor. En una homilía reciente el papa Francisco nos dijo: ¡Mucho nos habíamos alejado del Señor! Nos hemos olvidado de Él y hemos organizado nuestra vida al margen de Él y de su amor. Yo estoy seguro de que esta crisis global va a ser para muchos un acontecimiento de gracia.
-¿Qué le parecen los aplausos desde los balcones a las ocho de la tarde? ¿Cree que se corre el riesgo de dar una imagen excesivamente festiva cuando rozamos los 20.000 muertos?
-Me parecen bien. Yo mismo me he asomado algunas tardes a homenajear a los héroes silenciosos que se están sacrificando por nosotros hasta entregar la propia vida. He observado, sin embargo, que este movimiento espontáneo en muchos casos ha derivado en una manifestación frívola y de escaso gusto, que tiene poco que ver con el clima de respeto y de luto que exigen los millares de víctimas de la epidemia.
-¿Cómo están respondiendo las Cáritas de Sevilla y otras organizaciones vinculadas a la Iglesia?
-A mi juicio, ejemplarmente por parte de los directivos, técnicos y voluntarios. Hay también muchísimos sacerdotes comprometidos hasta la extenuación en la recogida y distribución de víveres para los pobres. Estoy orgulloso de ellos.
-Ha alertado de la enorme cantidad de pobres que va a crear esta crisis. ¿No cree, por ejemplo, que el dinero recaudado por la carrera oficial de 2020 debería ser devuelto a las familias? ¿Qué otras medidas podrían tomar las hermandades y cofradías?
-Sí, lo peor está por venir con un país empobrecido y con miles de pequeñas y medianas empresas cerradas o arruinadas. Estoy seguro de que las hermandades no van a cejar en servir a los pobres. Es una parte importante de su misión, que ejercen admirablemente. En cuanto al asunto de la carrera oficial, yo no debo entrar. No es asunto que pertenezca a la fe o a la moral, que es mi campo. Es un asunto técnico y, por tanto, opinable. Confío en la probidad y buen sentido del Consejo.
-Cuando todo acabe, ¿prepara la Iglesia de Sevilla algún tipo de celebración? ¿Cabe pensar en alguna manifestación externa como una procesión?
-Aunque en estas semanas no cesamos de encomendar a la piedad y a la misericordia de Dios el eterno descanso de los miles de fallecidos a consecuencia de la pandemia, lo primero que tendremos que hacer cuando todo termine será celebrar un solemne funeral en la catedral por su eterno descanso. Lo haremos en diálogo con las autoridades. Por lo que respecta a la celebración de procesiones magnas o menos magnas, lo hemos descartado. No es el momento, con miles de muertos y centenares de familias rotas por el dolor. A ello se añade la grave crisis económica que ya estamos palpando y el aumento exponencial del paro y de la pobreza. Seamos responsables y centrémonos en lo esencial para seguir acompañando y sirviendo a nuestro pueblo y a cuantos van a quedar en las cunetas de la vida social.
-¿Podemos descartar ya la procesión del Jueves de Corpus? ¿Y la de la Virgen de los Reyes el 15 de agosto?
-No parece previsible la celebración del Corpus como lo hemos conocido en años precedentes. El Consejo Episcopal y el Cabildo están considerando otras alternativas que se darán a conocer en su momento. Por lo que respecta a la procesión de la Virgen de los Reyes, Dios quiera que podamos celebrarla como siempre. Será signo de que la epidemia se ha superado.
-Hablemos de la Catedral, una de las principales fuentes de ingresos económicos de la Diócesis. ¿Cuáles serán las consecuencias de la desaparición del turismo durante el estado de alarma y de la más que segura desaparición del visitante internacional durante un tiempo?
-Las consecuencias van a ser evidentes. Desde hace un mes están paradas las obras de la parroquia del Sagrario y no es previsible a corto plazo la restauración de la última fachada de la Giralda. Entramos en un periodo de mucha austeridad, cosa que va a conllevar la congelación de los programas de restauración de las iglesias de la Archidiócesis al no poder contar con la importante ayuda del Cabildo.
-Debe presentar su renuncia formal al Santo Padre el próximo octubre. ¿Cree que será aceptada de inmediato o que deberá seguir un tiempo más, sobre todo teniendo en cuenta las circunstancias?
-Eso no depende de mí. Un servidor aceptará cordialmente la decisión de la Santa Sede cualquiera que esta sea.
-¿Sería previsible que en España ocurriera algo similar a lo acontecido en Francia, donde el presidente Macron se ha reunido con la Conferencia Episcopal y ha dejado claro que la nación necesita de la Iglesia?
-Ojalá que fuera posible. En Francia, a pesar de su historia laicista, se ha ido afianzado desde tiempos del presidente Sarkozy y con el presidente Macron, lo que se ha dado en llamar la laicidad positiva de la que tantas veces nos habló Benedicto XVI, que conlleva por parte del Estado la superación de la hostilidad hacia lo religioso y el aprecio y el reconocimiento de los valores que la religión aporta a la convivencia cívica, el respeto por todos, el anhelo de paz, la lucha por la justicia, la entrega a los demás, el sacrificio, la fraternidad, el servicio a los pobres y el respeto a la naturaleza. Propiciando estos valores, la Iglesia sirve a la sociedad y forma ciudadanos comprometidos con tales valores, algo que los responsables políticos, sin renunciar a la laicidad, deben valorar, admitiendo y apreciando la colaboración de la Iglesia.
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