Pilar Cernuda
¿Llegará Sánchez al final de la legislatura?
CONTENIDO OFRECIDO POR FUNDACION LECUMBERRI BENITEZ BENAVIDES
Con ocasión de la semana de las Fuerzas Armadas, la Fundación Lecumberri Benitez Benavides, en colaboración con el Real Círculo de Labradores, nos acerca la historia de un héroe actual, Don Rafael López de Anca, que dictará una conferencia el próximo 10 de Mayo, a las 19.30 horas.
Los hechos que narrará Lopez de Anca ocurrieron un 8 de septiembre de 2011 en las aguas que bañan las costas de Somalia. Varios buques mercantes y de guerra reciben una señal de socorro a través del canal 16 de sus radios. Un catamarán de recreo,el Tribal kat de bandera francesa, está siendo asaltado por piratas.
El incidente había tenido lugar a 126 millas náuticas de la fragata alemana Bayern, el helicóptero de dotación sobrevoló el Tribal Kat en medio de la inmensidad del océano. Era un catamarán de recreo y no había señales de vida. Estaba anocheciendo y el protocolo establecía que no se llevase a cabo un reconocimiento hasta que despuntasen las primeras luces del alba. El helicóptero volvió a bordo del Bayern. Cayó la noche y, con ella, la incertidumbre de qué habría ocurrido con la tripulación del barco. Al amanecer marinos germanos se aproximaron a la embarcación y, a bordo, se encontraron un panorama desolador: caos, desorden, agujeros de bala y sangre. Mucha sangre. Los informes de inteligencia apuntaban que dos ciudadanos franceses componían la tripulación del catamarán, el matrimonio Christian y Evelyne Colombo. La escena sugería que uno de los dos, o los dos, había resultado malherido, si no muerto.
El Galicia, buque de asalto anfibio, de la Armada navega por aguas próximas a Madagascar rumbo al norte, integrado en la misión Atalanta de la Unión Europea de la lucha contra la piratería.
El buque militar francés Sourcouf remolcaba el Tribal Kat cuando su helicóptero detectó una embarcación sospechosa. Se trataba de un esquife precario. Poco después, un avión de reconocimiento estadounidense disipó las dudas: era una embarcación como las que habitualmente usan los piratas somalíes. A bordo viajaban siete individuos. Una gran lona naranja cubría parte de la cubierta.
“Nos dijeron que viajaban hacia nuestra dirección”, recuerda Rafael López de Anca. Al Galicia ya le había dado tiempo de aproximarse a Somalia y el esquife se encontraba a unas 35 millas de su posición. Así las cosas, un helicóptero español modelo Sea King salió a su encuentro. “Sánchez, Méndez, López, Seoane y Luna”. López de Anca recuerda de memoria los apellidos de todos los efectivos que subieron a aquella aeronave para buscar una aguja en un pajar.
Son las 16.45 horas. El capitán López de Anca y su equipo se lanzaron al océano a bordo de dos lanchas neumáticas para aproximarse al esquife sospechoso. “A las 16.52, cuando las embarcaciones de nuestro equipo estaban próximas a dar alcance al esquife, nuestro tirador, Eduardo Diéguez Iglesias, realizó los primeros disparos de advertencia para forzar su detención. Sin embargo, los piratas, ajenos a cualquier intento, continuaban su marcha sin detenerse”.
Los militares españoles casi podían tocar con los dedos a los criminales. En esas, uno de los piratas levantó la lona naranja y obligó a asomarse a una mujer de piel blanca, delgada y pelo corto y blanco. Llevaba las manos en alto y le apuntaban con un kalashnikov en la cabeza. Se trataba, sin duda, de Evelyne Colombo. La situación dio un vuelco: al haber una ciudadana francesa a bordo, cualquier intervención militar requería la autorización de París y de Madrid.
Las reglas de enfrentamiento impedían el enfrentamiento. El capitán López de Anca no podía hacer otra cosa que ordenar el repliegue; si intervenían, tendrían que afrontar un juicio por haber incumplido la ley. “Fuimos en silencio de vuelta hasta el Galicia. Estábamos hundidos”.
El esquife siguió su lento pero decidido rumbo hacia Somalia. Cuando alcanzasen tierra, poco podría hacerse por Evelyne Colombo. Su vida se arrojaba sobre una cuenta atrás que se extinguía a pasos agigantados. Poco podían hacer los militares españoles, salvo enviar otro helicóptero de reemplazo para que siguiera los pasos del esquife a una distancia de seguridad.
López de Anca y los suyos llegaron al Galicia. Los ánimos y la moral se quedaron a bordo de aquel barco pirata. La imagen de la secuestrada les pesaba como una losa.
Lo que el capitán no sabía es que, en ese plazo de tiempo, el presidente francés Nicolas Sarkozy había solicitado al español, José Luis Rodríguez Zapatero, que interviniera para liberar a Evelyne Colombo.
El comandante del Galicia, Juan Antonio Cornago, llamó a Rafael a su camarote. Tenía un teléfono satelite en sus manos: “Me preguntan si podemos hacerlo”. López de Anca cogió aire. Hasta entonces no había hecho otra cosa que seguir el protocolo establecido, pero ahora debía tomar una decisión que podía costar más de una vida. Rafael llamó a dos de sus hombres de confianza, Félix y Eduardo: “¿Se puede hacer?”. La respuesta fue unánime: “Sí. Estamos"
“A partir de ahí todo se precipitó y cada uno de los miembros de la unidad actuamos por instinto, poniendo en práctica aquello que habíamos ejercitado tantas y tantas veces”. De nuevo, todos embarcaron en las dos lanchas motoras y se lanzaron al océano. Atardecía y el sol se reflejaba sobre un mar picado. Las condiciones no eran, ni de lejos, las óptimas.
El helicóptero que seguía los pasos de los piratas les apoyaría. Desde el aire, el tirador Eduardo realizó una serie de disparos sobre el esquife,los disparos fueron precisos, impactaron en el motor sin herir a ninguno de los tres secuestradores que se encontraban a menos de un metro del mismo y provocaron su inmediata detención. Sin embargo, los secuestradores retiraron la tapa del motor y, aunque parecía imposible, consiguieron arrancarlo de nuevo para reanudar la marcha. Después volvió a alcanzarlo deteniéndolo definitivamente.
Durante esa aproximación nos colocamos en la formación habitual. Yo decido ser la primera persona que lleva a cabo los disparos para garantizar al resto de los integrantes del equipo que vamos a lanzar la operación tal y como habíamos planeado. Y eso hago. Nada más llegar allí hago todo el procedimiento de entrega escalonada de la fuerza: primero, disparos al aire; luego, al agua. Y llega el momento dado en que recibimos fuego por su parte. De tal manera que cuando empezó a producirse el intercambio de disparos ellos se movieron hacia una de las bandas de su esquife, que volcó. Resultó que ellos eran nueve piratas, y no siete, porque dos de ellos habían estado escondidos.
Como consecuencia de eso, tanto los secuestradores como la secuestrada se precipitaron al agua. Yo no tengo la conciencia de haber saltado. A veces he leído algo así como “El capitán llevó a cabo una acción completamente heroica...”. No es cierto. Lo que hizo el capitán fue cumplir su obligación. Salté de una forma instintiva porque la tenía delante. Cuando salté al agua yo llevaba mi casco, mi fusil, mi equipo de comunicaciones y noté que ella se abrazaba a mí. Noté cómo los dos nos sumergíamos... Casi de forma consecutiva se disparó el chaleco salvavidas que llevábamos en el antibalas y nos recuperaron los compañeros a bordo”.
Rafael vio a uno de sus compañeros inerte, encima de Evelyne Colombo. Le llamó hasta en tres ocasiones, sin respuesta. Cuando pensó que había muerto o que estaba herido, su compañero se dio la vuelta. Estaba protegiendo a la ciudadana francesa con su propia vida. Ella estaba exhausta. Durante dos días no le habían dado nada de comer, salvo leche. “¡Mon mari!”, acertaba a gritar. López de Anca creyó en ese momento que Christian Colombo también podía estar en esas aguas: “Le pregunté en mi mal francés dónde estaba su marido. ‘¡Mon mari!’, gritaba ella, una y otra vez. En realidad, no pedía que le rescatasen, sólo lloraba la ausencia de la persona a la que quería y a la que habían matado en el asalto del Tribal Kat”.
Las dos lanchas de la Armada perdieron su posición. La fuerza de las olas y el intercambio de disparos desorientaron a los miembros de su equipo, que de pronto se vieron perdidos en mitad del océano sin saber cómo regresar al Galicia. “Recuerdo entonces que surgió nuestro helicóptero de la nada -relata Rafael-, que sobrevoló por encima de nuestras cabezas y que se puso delante de nosotros. Yo no podía establecer contacto con ellos, porque la radio se me había roto cuando había saltado al agua, pero entendimos que era una señal para que les siguiésemos. Así lo hicimos”.
Al cabo de unos minutos alcanzaron el buque Galicia. Todo parecía cumplido cuando se les presentó una nueva complicación: Evelyne, exhausta física y emocionalmente, era incapaz de subir la escala de cuerda para llevar a la cubierta del barco. Debía salvar una altura equivalente a siete pisos de altura y aquello se le presentó como una distancia insalvable. Cayó al mar entre gritos de socorro. La fuerza del barco la empujaba contra la cubierta y poco a poco se iba aproximando a las hélices del buque. López de Anca saltó de nuevo al mar y la arrastró hacia las dos lanchas.
“Vamos a alejarnos de aquí, a sentarnos todos y a contar hasta diez -ordenó Rafael-. ¿Estamos todos? ¿Ya? Venga: uno, dos, tres...”. Contaron hasta diez, calmaron los nervios y volvieron junto al Galicia. Esta vez, Evelyne fue capaz de subir la escala. A lo lejos aparecía la otra lancha de la Armada, con siete piratas somalíes capturados. ¿Los otros dos? Desaparecidos.
Estaban agotados. Pese a ello, sus compañeros pasaron la noche a bordo de las lanchas con las que habían liberado a Evelyn Colombo: no podían subirlas a bordo del Galicia de noche y esperaron hasta el amanecer para hacerlo. Uno de ellos se rompió la clavícula en el procedimiento.
*Por petición expresa Rafael López de Anca reproducimos los nombres de todos los efectivos que llevaron a cabo la liberación: “Yo creo que ni los militares ni el resto de ciudadanos estaremos lo suficientemente agradecidos a unas personas como estas, que muchas veces, por no decir en casi todos los miembros de mi equipo, no han tenido el reconocimiento que merecían. Y… bueno. Tomo esta oportunidad para hacer público este reconocimiento y para decir que con ellos se puede ir hasta el fin del mundo”.
Embarcación de asalto:
Capitán Rafael López de Anca García
Cabo 1º Raúl Jiménez García (operador)
Cabo Christian Fernando Lozada Suárez (operador)
Soldado Diego Fernando Gallego Ortega (operador)
Soldado Miguel Moro Piñol (operador)
Cabo 1º Fernando del Monte Oliva (piloto de la RHIB)
Cabo Alberto Sánchez Ríos (Artillero de la RHIB)
Embarcación de apoyo:
Teniente Félix Rodríguez Alcántara (segundo comandante)
Cabo Guillermo Otero Dávila (operador)
Marinero Eduardo Da Silva Bohígas (operador)
Marinero Javier Rosa Chicano (operador)
Cabo 1º Antonio Muñoz Ruiz (piloto de la RHIB)
Cabo Manuel Villén Fernández (artillero de la RHIB)
Tiradores:
Sargento Eduardo Diéguez Iglesias (Primer tirador)
Soldado Antonio Angulo Pacheco (Segundo tirador)
Toda esta aventura heroica, podrán seguirla en detalle el próximo viernes 10 de Mayo, a las 19.30 horas en el Real Circulo de Labradores, organizado por la Fundacion Lecumberri Benitez Benavides.
También te puede interesar
Lo último
No hay comentarios