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Antonio Hernández Rodicio
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adicciones: los nuevos hábitos de consumo
Sevilla/Cocaína y alcohol. Dos sustancias que generan una gran adicción entre los sevillanos y que provocan el mayor número de altas para tratar su dependencia en los centros de desintoxicación que gestiona la Junta de Andalucía. Las estadísticas de la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales no dejan lugar a las dudas. La que hace una década era considerada como una droga reservada para la clase media alta se ha generalizado en la sociedad sevillana. No existe un perfil concreto de consumidor, debido, en gran medida, a que su coste se ha abaratado. Respecto al alcohol, cada vez comienza a ingerirse a más temprana edad y, especialmente, por la población femenina, en la que se detecta una mayor dependencia. Junto a ellas, el cannabis es la tercera droga que más tratamiento requiere en la provincia de Sevilla.
"Hace 12 años se habló de la epidemia de la cocaína". Así lo recuerda Fernando Arenas, subdirector general de adicciones de la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales (CIPS), un gran experto en la dependencia que generan las drogas, legales o no. Arenas incide en que a mediados de la pasada década España, y en concreto Sevilla, se encontraba en una época de "bonanza económica", los tiempos de la burbuja inmobiliaria. En aquel entonces el consumidor de cocaína tenía un perfil muy definido y fácil de identificar: persona de clase alta y media-alta, con estudios universitarios y que gozaba de una profesión "con compromisos lúdicos". Condiciones todas ellas que favorecían el consumo de una sustancia bastante cara.
Si se analizan los datos que aporta la CIPS sobre la evolución de los fibats (fichas de información básica de admisión a tratamiento), el número de sevillanos que han accedido a un centro de la Junta para tratar esta adicción ha pasado de los 1.022 en 2005 a los 1.474 en 2017, o lo que es lo mismo, un aumento del 44,23% en 12 años. Juegan en este crecimiento dos factores claves: una mayor concienciación sobre la necesidad de tratamiento que requiere la dependencia de estas sustancias y el crecimiento de la adicción, una subida que ha coincidido con una de las mayores crisis económicas que ha sufrido el país.
Resulta, a simple vista, contradictorio que aumente el consumo de cocaína en época de carestía. Sin embargo, la explicación de esta adicción la encontramos en su precio. Según fuentes policiales, hace una década el kilo de este estupefaciente costaba cerca de 40.000 euros, cifra que actualmente se sitúa por debajo de los 30.000. Este abaratamiento ha provocado que la droga se socialice, es decir, que llegue más fácilmente a todas las capas de la sociedad sevillana y, por ende, sea más amplio el mercado consumidor.
Respecto a la adicción, deben tenerse en cuenta, también, varias modalidades o "modas" que han surgido al respecto. Fernando Arenas destaca que en Sevilla se empezó a consumir cocaína y heroína, una mezcla conocida como el rebujo, a cuyo tráfico ilegal se dedican ahora muchos de los clanes de la droga asentados en la capital andaluza. El éxito de esta composición radica, según Arenas, en los efectos que provoca: "La mezcla está compuesta en su mayor parte por heroína con una pequeña cantidad de cocaína, que al ser un estimulante del sistema nervioso se absorbe más rápido y provoca, al principio, el subidón, un estado de euforia que luego se va reduciendo con la heroína, que es un depresor, hasta que el consumidor queda totalmente relajado".
El consumo de la cocaína suele estar ligado, en muchas ocasiones, con la adicción al alcohol, como forma de contrarrestar los efectos de ambas sustancias. Los sevillanos que requieren tratamiento por la ingestión de bebidas etílicas han subido un 15% desde 2005 hasta llegar a los 1.138 admisiones a tratamiento, la mayor cifra después de los adictos a la cocaína. En el caso del alcohol nos encontramos con una sustancia legalizada y que, como advierte Arenas, su dependencia cada vez se detecta a más temprana edad. Aquí también se observan dos peligrosas modas en la ingesta. Las conocidas botellonas -vigentes desde los 90- y los atracones, que consisten en consumir copas cortas de alcohol puro, sin mezclar con otras bebidas, en un breve periodo de tiempo. Ejemplo de esta tendencia son los llamados chupitos.
"A diferencia de la cocaína, los efectos del alcohol repercuten a largo plazo. Al principio sólo provocan la borrachera, hasta llegar a producir un coma etílico, pero después de un tiempo se observan los daños en distintos órganos del cuerpo", advierte el subdirector de adicciones de la Junta, quien alerta de que su adicción resulta bastante "peligrosa" en la población más joven, "que aún no posee un hígado duro y totalmente formado para soportar cantidades elevadas, lo que les puede dejar secuelas a una temprana edad".
Especial mención merece en este apartado la adicción cada vez más notoria de las sevillanas al alcohol, tanto en las jóvenes como en las maduras. "La que tienen menor edad suelen beber grandes cantidades en las botellonas, pero estos últimos años se ha registrado un aumento de los casos de mujeres que a partir de los 40 años ingieren alcohol en gran cantidad y en soledad. A escondidas". Este tipo de adicción viene asociada al consumo de hipnosedantes que cuentan con prescripción médica. "Las pastillas para el sueño o para los nervios mezcladas con el alcohol resultan una mezcla altamente adictiva en personas con un perfil depresivo".
En este punto, Arenas incide en la necesidad de que este tipo de fármacos, ya sean para hombres o para mujeres, se recete con un mayor control por parte de la atención médica primaria. En su opinión, su consumo debería ser controlado por "psicólogos y psiquiatras, por profesionales de la salud mental, mientras que los médicos de cabecera deben explorar otras vías o hábitos que aportan mayor serenidad a la vida de los pacientes o logren conciliarles el sueño".
Esta advertencia no es baladí si se tiene en cuenta lo sucedido en Estados Unidos, después de que se haya retirado la prescripción médica de hipnosedantes a una gran masa de la población. Dicha restricción ha generado un síndrome de abstinencia que se ha visto reflejado en un alto consumo de heroína, como depresor sustituto de los fármacos retirados. Hasta tal punto ha llegado la adicción a esta sustancia en el país norteamericano, que el gobierno de Donald Trump se vio obligado el pasado otoño a decretar una epidemia por la heroína, que llevó a la muerte a más de 64.000 estadounidenses en 2017.
Si hay una droga que haya registrado un aumento espectacular en su consumo durante los últimos 12 años, ésa ha sido el cannabis. En 2005 el número de sevillanos admitidos para su tratamiento en centros de la Junta para frenar la dependencia de dicha sustancia llegaba a los 152. En 2017 esta cifra se elevó a los 494. Es decir, un 225% más. El consumo de marihuana también se ha generalizado en la sociedad, debido, en gran medida, a que mucha parte de la población la utiliza como alivio sintomático del dolor físico. Numerosas también han sido las plantaciones incautadas por la Policía en casas y víveros ilegales. Su dependencia resulta especialmente peligrosa en la juventud, ya que hasta los 20 años el cerebro humano se encuentra aún en formación. A ello se unen otros efectos que descartan que esta droga sea blanda y ponen en jaque el debate que existe actualmente sobre su posible legalización: la disminución de la capacidad de concentración y de memoria.
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