Cierra Cinema Tomares: Pasión por el séptimo arte en un cine de verano

SEVILLA

Echa el cierre tras 59 años de actividad en el municipio aljarafeño

La borrasca Bernard derrumbó, en octubre, el muro en el que estaba la pantalla de 72 m2

El fuerte viento tira el muro del cine de verano de Tomares

Rafael Cansino regenta Cinema Tomares. / Juan Carlos Vázquez Osuna

El pequeño Salvatore Di Vita siente pasión por el séptimo arte y lo hace patente con cada visita al cine del pueblecito siciliano en el que reside. Un amor que crece cuando Salvatore entabla una preciosa amistad con Alfredo, el encargado de proyectar los largometrajes que le hacen soñar. Esta es la trama de Cinema Paradiso pero también podría ser parte de la biografía de Rafael Cansino, alma máter de Cinema Tomares. Un enclave lleno de historia en el Aljarafe sevillano que este año no abrirá sus puertas durante el verano. No ha sido una decisión fácil de tomar después de 59 años ofreciendo noches de aventuras, de romances, de terror y de disparatadas comedias. "Me corto la coleta después de tantos años en el cine", confiesa Cansino con cierto pesar.

No puede ocultar su tristeza, porque este arte le "corre por las venas" desde que su padre lo llevaba al cine cada semana para ver La túnica sagrada o El látigo negro. Algunas películas las visionaba hasta dos o tres veces ante la falta de programación que en nuestros días colma la cartelera. Precisamente fue su progenitor, Rafael Cansino Vega, el que –persiguiendo su pasión– decidió abrir su propia sala en el municipio de Tomares y, a partir de 1957, combinó la proyección de largometrajes con su labor en correos.

"El patio de mi casa también es el cine"

La insistencia de los vecinos –que pasaban mucho calor durante la época estival en este edificio ubicado junto al colegio Tomás Ybarra– le llevó a inaugurar también un cine de verano siete años después. En 1964 compró una parcela de 1.000 metros cuadrados y los mismos proyectores y butacas que utilizaba durante el invierno se los llevaba a este nuevo espacio cuando el Lorenzo comenzaba a hacer de las suyas. "Como me iba a casar, mi padre me propuso construir mi casa aquí mismo. La particularidad es que el patio también es el cine", indica Cansino con una sonrisa de evidente orgullo. Y así comenzó a regentar Cinema Tomares.

Recuerda que la primera gran crisis llegó en 2003, cuando la competencia con los grandes multicines fue insostenible para mantener los dos enclaves. Ese año tomaron la decisión de vender el edificio que se usaba para el cine de invierno al Ayuntamiento. Después vino la pandemia que les mantuvo dos años sin abrir. Pero sin duda, el revés más doloroso llegó el pasado 22 de octubre bajo el nombre de borrasca Bernard. Los vientos huracanados se cebaron con el muro de 25 metros en el que estaba la imponente pantalla de 72 metros cuadrados y siete metros de alto por 12 largo. "Era nuestro buque insignia", lamenta el jubilado de correos.

También recuerda perfectamente que eran las 20:30 horas cuando se produjo el derrumbe y no puede sino "dar gracias a Dios" porque "nadie pasaba en ese momento por la calle y tampoco circulaba ningún coche. Imagine la tragedia que podría haber sucedido". Parte del muro cayó sobre varios vehículos estacionados en la vía. A pesar de lo escandaloso del suceso, no hubo heridos.

Un punto de inflexión tras 59 años

El suceso fue un punto de inflexión. Un momento clave para la toma decisiones. "En el negocio no estoy solo, somos tres familias aunque yo sea la cruz de guía", señala y hace hincapié en que ninguno de sus cuatro hijos "tiene necesidad de llevar el cine". La inversión que habría que hacer para adquirir una nueva pantalla y la edad –"llevo 59 años aguantando"– han provocado que este año las sillas azules permanezcan apiladas en uno de los laterales de un patio que se ha llenado de risas durante –literalmente– toda una vida.

Pero la tristeza no es un sentimiento exclusivo de Rafael. Los vecinos también le han transmitido su pena y su agradecimiento por la maravillosa labor que ha realizado. "La huella en el pueblo es muy profunda, muchos me han dicho que en esas sillas azules veían las películas con sus novias cuando eran jóvenes o que traían a sus hijos cuando eran pequeños", comenta mientras echa un vistazo al espacio que luce imponente al estar vacío. "No se qué haremos...cuando pasen siete meses o un año decidiremos si vender el solar y repartirnos el dinero", reflexiona.

Un museo en la sala de proyecciones

No sólo el patio es un lugar para memoria. La sala de proyecciones es un auténtico museo del séptimo arte. Los rollos de 35 milímetros de películas como Regreso al futuro, Cadena perpetua o El topo se apilan por el suelo. Rodean dos imponentes Supersond "que funcionan como el primer día". Desde 2015, han estado obligados a alquilar un proyector, "que en realidad es un ordenador gigante", debido a la digitalización de las cintas.

Lo cierto es que el cine tiene una deuda con este Salvatore Di Vita tomareño que compartió su pasión con todo un pueblo, permitiendo que los niños viajaran a mundos imposibles y que los mayores se enamoraran de personajes como Indiana Jones, Tony Montana o James Bond. Larga vida a Cinema Tomares.

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