Cien metros pueden más que cien años

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Liquidación. El Bazar Victoria pondrá fin a final de mes a más de un siglo de historia comercial. No resistió el traslado por renta antigua desde Entrecárceles a la calle Francos

Bazar Victoria de la calle Francos / V. Rodríguez
Francisco Correal

12 de mayo 2017 - 02:34

No sabe si el 24 de mayo, festividad de María Auxiliadora, seguirán abiertos. Ese día, Rafael Sainz Espinosa de los Monteros llevará 45 años trabajando en el Bazar Victoria. Más de un siglo de historia y de tradición atrapados entre palabras que no conocen su reverso: Liquidación, Cierre. Y todo por un simple traslado desde la calle Entrecárceles, donde se estableció su abuelo, Isaías Sainz, en 1914, a la calle Francos. "No hemos sentido la crisis, es más, nosotros seguimos subiendo, y en veinte meses nos vamos a hacer puñetas", dice el nieto del fundador.

Desde que anunciaron el cierre, todos los artículos tienen un 20% de descuento. La gente entra como si lo hiciera en un museo en desbandada lleno de gangas. "Mostrador. Cien años de historia". "Se vende vitrina seminueva". El nombre del Bazar Victoria llamaba a engaño. "Algunos nos pedían las cosas que tienen los chinos, por lo de bazar. La culpa no ha sido de los chinos, lo que pasa es que con el cambio no hemos funcionado. En Entrecárceles teníamos seis escaparates y seis trabajadores y funcionábamos 365 días al año".

"No han sido los chinos ni la crisis, lo único que ha pasado es que el traslado no funcionó"

El montañés abrió negocios primero en las calles Feria y Córdoba antes de llegar en 1914, el año que empezó la Primera Guerra Mundial, a Entrecárceles esquina con Álvarez Quintero, la calle donde pasó sus últimos años de vida, casi centenario como el mostrador del Victoria, Ramón Carande. En unos días no habrá ni fortaleza ni mercado. "Hemos sido una referencia, la gente de Sevilla traía a los que venían de fuera a que vieran los escaparates del Bazar Victoria".

Isaías tuvo cuatro hijos, y todos ellos se involucraron en este negocio familiar. En 1971 cogió el timón José Luis Sainz, el padre de Rafael. "Soy el segundo de seis hermanos, sólo el mayor también estuvo en el negocio. Yo me hice cargo tras el fallecimiento de mi padre, y entonces no atravesaba su mejor momento".

El traslado no fue voluntario. "Nos fuimos por el tema de la renta antigua, las nuevas condiciones eran excesivas, le pedimos una prórroga de cinco años a la Fundación Cajasol, pero no aceptó". Junto al antiguo escaparate del Bazar Victoria han colocado los carteles de un ciclo de Literatura y Guerra Civil. Una metáfora del negocio que resistió dos guerras mundiales, una guerra entre españoles, dos exposiciones universales y todas las crisis de los telediarios, y cayó en el resfriado de una mudanza. "La gente dice que no veían bien los escaparates, que estábamos escondidos. Desde que se conoció lo del cierre y el descuento, ya todo el mundo sabe dónde estamos. Nos están dejando listos, pero ya no reponemos el género".

Cuando España emerge de la crisis, el Bazar Victoria pliega velas. "Dice Antonio Burgos que el nombre venía por la reina Victoria, la mujer de Alfonso XIII, pero no lo sé muy bien". Un joven pregunta si está a la venta una de las mesas. "Mi caso es el contrario de ustedes, yo voy a abrir", les dice. Rafael, el nieto de Isaías, dice que se lo va a pensar. A su lado despacha a los últimos clientes Amalio, más de veinte años trabajando en el Bazar Victoria. "Me voy a la empresa española que tiene más gente", dice ante la inminencia del desempleo.

Junto a Francos, 28, en otros momentos cerraron la discoteca Una Noche en la Ópera y la tienda oficial del Sevilla. El Bazar Victoria ocupó el local que era de Javier Velasco, un clásico de tejidos y mercería. Un sector hegemónico en los buenos tiempos de Francos, que no venía de franquicias. Una calle con mucha literatura comercial. "Yo no puedo hablar muy bien de ella", dice Rafael Sainz. Cerrará el negocio pero "mientras Dios me dé fuerzas" seguirá saliendo de nazareno en la Amargura. Le va a costar. Dice que su mayor afición "ha sido el trabajo y levantar este negocio". La ferretería era la librería Antonio Machado de los coladores y los embudos. Apenas se movió un centenar de metros de su ubicación original, pero esa chicotá comercial certificó el final.

Se venden paelleras baratísimas, rollos de alambre. La gente que entra en el local lee la intrahistoria del local, ve las fotos de José Luis y Ana María, los padres de Rafael Sainz Espinosa de los Monteros. El Bazar Victoria vive sus últimos días con sabor a derrota, un juego de palabras muy socorrido, y dirá adiós a más de un siglo de hacer más fácil y llevadera la vida de las familias en el ámbito doméstico. Termina la edad de Hierro en la calle Francos y lo hará cuando la ciudad se engalane para los fastos de su patrón, el baile de los seises o la procesión del Corpus.

En Francos cerró también Macarro, negocio textil de la familia del historiador que fue diputado socialista. "Fuimos juntos al colegio Portaceli", dice el nieto de Isaías, de aquella legión de foramontanos que trajeron a Sevilla la llana los aires de la Montaña. Algunos clientes le preguntan por el futuro del local. "No sé si será un bar o un chino". Se vende mostrador. Cien años de historia.

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