Del Cero al Infinito: lo que va de un suspiro a la eternidad
calle rioja
Humor. Síndrome prorroga hasta el 12 de octubre en la Sala Cero su obra 'Justo a tiempo', amena y trabajada reflexión sobre la gestión del tiempo con dirección de Fernando Fabiani
Los ponentes, que son imponentes, disponen de una hora exacta, ni un minuto más, ni uno menos, para dar una conferencia ilustrada sobre el tiempo. Se llaman Víctor Carretero y Práxedes Nieto. Se han dejado el reloj, el móvil (convertido en inmóvil) y el portátil (convertido en importátil, varado como una sirena que en vez de Moby Dick se llamaría Bill Gates) en casa y se han ido a la aventura para probar la experiencia de liberarse del tiempo en el más lejano de los confines del Caribe: Las Pajanosas.
Como en todos los espectáculos de Síndrome, hay un tercer hombre llamado Fernando Fabiani, un renacentista de nuestros días que además de pergeñador de historias es médico de guardia y encarna a Poncio Pilatos en la obra de José Luis losa. Víctor y Práxedes conocieron al cónsul del Pretorio cuando hicieron Una de romanos. En El tercer hombre, la película que protagonizan Joseph Cotten y Orson Welles a partir de la novela de Graham Greene, hay una corrosiva referencia a los suizos y el reloj de cuco. Es la última palabra que pronuncian Práxedes y Víctor, geniales payasos, en el libro Justo a tiempo (Guía infalible para gestionar correctamente tu tiempo), donde aparecen caracterizados con las ilustraciones del malagueño Ángel Idígoras.
El libro se terminó de imprimir en abril de 2019, es decir, la última Feria con casetas y sevillanas. Llevan más de doscientas representaciones de Justo a tiempo. La acogida ha sido tan buena que han prorrogado en la Sala Cero hasta el 12 de octubre, vigésimo noveno aniversario de la clausura de la Expo 92. El tiempo corre tanto, o tan poco, depende (ése es el núcleo central de la obra) que pronto celebraremos el quinto centenario del quinto centenario. El milenio de Colón.
El resultado de dividir cualquier número por Cero es Infinito. En la Sala Cero, calle Sol, frente a la iglesia de los Terceros de la que sale la Cena, frente al bar Los Claveles y la librería de viejo Los Terceros, hay un guiño a ese infinito. El mismo tiempo para unos es un suspiro, para otros una eternidad. En la exposición, muy trabajada, se habla de tres tiempos: el tiempo real, el tiempo medido, el tiempo sentido. Este último nos lleva a la pregunta que se hacía Luis Cernuda en Ocnos: "¿Cuántos siglos caben en las horas de un niño?". Por eso Alfonso Guerra, pese a fundar una librería con el nombre de Antonio Machado, que estudió el tiempo en la filosofía de Henri Bergson, eligió un verso de Cernuda para titular sus Memorias: Cuando el tiempo nos alcanza.
Las continuas referencias al tiempo libre dejan bien claro que somos esclavos del tiempo. Esa esclavitud no ha sido objeto de ninguna abolición, ningún Abraham Lincoln ha venido para suprimirla. Los tres tiempos de Práxedes y Víctor, doctores de Harvard en Las Pajanosas, coinciden con los tres tiempos de las musas de la estatua de Bécquer; con los tres tiempos de Dostoievski, uno por cada uno de los tres hermanos Karamazov.
El móvil, la televisión y los otros, no los de Amenábar, son los ladrones de tiempo. Unos otros que en realidad son tan depredadores con nuestro tiempo como lo eran los hunos de Atila con la hierba que pisaban sus caballos. El tiempo entre costuras de María Dueñas lo convierten en El tiempo entre ladrillos. Una medición originalísima. Unos cálculos matemáticos que encuentran al diablo escondido detrás de Cristiano Ronaldo, que gana 666,666 euros por cada minuto de trabajo. Poderoso caballero es don Dinero, decía Quevedo. Más poderoso es el tiempo.
Se acaba de estrenar en los cines la última película de M. Night Shyamalan, de origen indio, y se titula precisamente Tiempo. Un confín remoto y paradisíaco donde el tiempo transcurre a mucha más velocidad. El tiempo da para comedias y para dramas. Proust dedicó siete libros y casi una vida entera a buscar el tiempo perdido. Manolo García, que había sido el Último de la Fila, le enmendó la plana a Proust para decir que nunca el tiempo es perdido. En baloncesto existe el tiempo muerto, que es el que piden los entrenadores vivos. El tiempo va pasando en el escenario. Una diversión para el espectador, una condena para los actores. Lola Herrera está cinco horas con Mario en el reloj de Delibes. Víctor y Práxedes, puro teatro, circo auténtico, están una hora y lo mejor es el final, que sería indigno contarlo o insinuarlo. No se van a arrepentir. No van a perder el tiempo. En esperanza de vida somos subcampeones del mundo después de Japón. Hay que ser campeones del mundo en vida de esperanza. A eso se dedican los de Síndrome, a alegrarnos la vida, a descubrirnos las maravillas de la rutina, la obra de arte de un bostezo a tiempo. Con Mejor... es posible han pasado de las quinientas representaciones. Con ésta, tiempo al tiempo.
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