El Centro Magallanes resucita la huella industrial de Artillería
Patrimonio histórico
Cuenta atrás para recuperar 9.000 metros de un BIC donde se busca el resurgir de la una moderna factoría
Así será el futuro arquitectónico y los usos del complejo a finales de 2021
Basta con cerrar los ojos y el olor a metal caliente e incluso a animales que aún sigue impregnado entre los muros de la Fábrica de Artillería ayuda a imaginar la pujante actividad industrial que tuvo este edificio histórico de San Bernardo siglos atrás. Desde que se tiene constancia de la existencia de la fundición Morel, germen del complejo, hasta la actualidad han transcurrido exactamente 465 años que dan para un relato intenso sobre la historia de Sevilla. Capítulos que hoy pueden leerse en el interior de este complejo declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2001. Una joya patrimonial que permanece sin actividad fabril desde 1982, aunque cerró definitivamente en 1991 y no fue entregada por las autoridades militares a la ciudad hasta junio de 2010. Casi cuatro décadas sin uso que han agravado su estado de conservación y han encendido también algunas alarmas hasta que hace un lustro se realizaron las primeras obras de emergencia ante un futuro que seguía siendo incierto.
Hace poco más de año y medio que ya hay un proyecto definido para reutilizar un complejo inmenso que, en total, suma casi 25.000 metros cuadrados. La idea se centra en la zona occidental de la fábrica, que ocupa 9.000 metros cuadrados, y se denomina Magallanes_ICC. Se trata de un centro para el emprendimiento de industrias culturales y creativas, un proyecto que se presentó en el marco del programa de cooperación Interreg V-A España-Portugal (Poctep) 2014-2020, una convocatoria que ha permitido a Sevilla optar a fondos europeos. La clave para sacar adelante el futuro de este patrimonio depende irremediablemente de la financiación. Y la buena noticia llegó en octubre de 2018, con la concesión de esta ayuda de 20,4 millones de euros (Europa sufraga el 75% del proyecto) que arrojó por fin luz sobre la que ha sido la asignatura pendiente de los últimos gobiernos.
El Ayuntamiento se agarró al argumento de la conmemoración de Magallanes y encontró ahí el filón para recuperar Artillería. El requisito para lograr la ayuda era que dicho proyecto tuviera un carácter de cooperación transfronteriza y por ello Sevilla buscó socios en Portugal, en concreto en las regiones del Algarve (Loulé) y el Alentejo (Évora), donde habrá otros centros que compartirán el mismo modelo de gestión.
Los siguientes trámites administrativos se pusieron en marcha en febrero del año pasado y hace un par de semanas la Comisión Provincial de Patrimonio tiene ya el proyecto; su autorización es un requisito previo para que el Ayuntamiento de Sevilla pueda por fin sacar a licitación las obras. La burocracia y la exigente gestión autoimpuesta para garantizar el éxito de esta iniciativa ajustan bastante los tiempos, pero los planes apuntan a finales de 2021 para la entrada en uso del Centro Magallanes. “El proyecto de rehabilitación de la Fábrica de Artillería para un centro de innovación cultural es una de las grandes oportunidades que tiene la ciudad por delante”, comenta Antonio Muñoz, delegado municipal de Hábitat Urbano, Cultura y Turismo.
El proyecto, adjudicado a Edartec, ha sido calificado por la Junta como un modelo de intervención ejemplar, dada la complejidad de afrontar la recuperación de un edificio catalogado como un BIC y de tipo industrial, dos circunstancias que imponen criterios específicos.
Precisamente, lo que más sorprende de este ambicioso proyecto es su respeto por las huellas del tiempo, lo que permitirá que la nueva vida también industrial que se ha previsto para este espacio conviva en armonía con las heridas y las marcas que han dejado cinco siglos de historia en el antiguo arrabal de San Bernardo.
Una calle y un arrabal
La idea pasa por integrar este edificio en el barrio y en la ciudad. De hecho, la calle principal que divide en dos este complejo se abrirá al público y se integrará como una más en el viario municipal y será la vía de acceso a los nuevos espacios que componen el Centro Magallanes. Éstos se quedan a la derecha, según se entra en el recinto desde Eduardo Dato. Se trata de una ampliación de la fábrica promovida por Carlos III en 1782, incorporando manzanas y terrenos de San Bernardo, muchas viviendas y antiguas fundiciones.
Antonio Muñoz: "Es una de las grandes oportunidades que tiene Sevilla por delante"
Para el delegado de Hábitat Urbano, Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Sevilla, Antonio Muñoz, el proyecto de rehabilitación de la ¡Fábrica de Artillería para un centro de innovación cultural es "una de las grandes oportunidades que tiene la ciudad por delante, una apuesta por el patrimonio lograda gracias al trabajo realizado en la captación de fondos europeos. El concejal destaca las dos vertientes del proyecto: "Por un lado la rehabilitacion y puesta en valor del patrimonio a través del trabajo técnico de la gerencia de urbanismo llevado a cabo con rigor, delicadeza y cuidado por un bien patrimonial del valor de Artillería. Y por otro lado el proyecto de intervención cultural en el que trabaja el icas a través de un diseño de alcance internacional en el que contamos además con el prestigio de cent quatre paris y de zemos 98". Según Muñoz, el gobierno local tiene un modelo claro y definido de lo que quiere en Artillería y los recursos económicos y el proyecto técnico necesario para llevarlo a cabo.
Javier Huesa, jefe del servicio de Sostenibilidad e Innovación Urbana de la Gerencia de Urbanismo, tira de la planimetría antigua de la fábrica para explicar cómo se intervendrá con el nuevo proyecto. La imagen que muestra es la de un damero, un área de más de 6.500 metros cuadrados construidos dibujados en ángulos rectos y naves simétricas. En el plan original del edificio de 1790 se aprecia la intención racional de generar un contrapunto entre naves y patios consiguiendo que todas las piezas construidas lindasen con espacios abiertos y amplios, pero las necesidades de la fábrica fueron desfigurando esta composición.
Huesa, que supervisa el actual proyecto, se coloca en el patio principal y señala hasta tres espacios diferenciados. Al frente está la nave de Botani, que acogerá el futuro Foro Magallanes y que hay que imaginar, según los vestigios que aún quedan, como un espacio claustral, una logia que daba acceso a un espacio de planta basilical que siglos atrás era el lugar donde se instalaron las máquinas de sangre, como se conocía al sistema para barrenar con la ayuda de animales. Esto desapareció con la revolución industrial y la tecnología fue adaptando los edificios a las nuevas necesidades que hicieron huecos y cortes en las naves, cicatrices que no se van a borrar. Todo tiene una lectura y en este caso es fácil hacerla porque hay elementos, como las fechas que datan las puertas forjadas en Artillería, que indican cómo se fue transformando el espacio en sí, un valioso documento.
En lo que fue taller de fundición de hierro se pueden ver aún las vigas que soportaban un puente con una cabina para supervisar el trabajo, que ya no existe. Elementos de madera y cerchas que se van a conservar y que ya no tendrán una función estructural. Para garantizar la estabilidad las cubiertas de las naves se van a levantar y se colocarán otras que no se visualizarán pero permitirán instalar paneles sándwich para las conducciones términas y acústicas; y, en algunos puntos, colocar placas fotovoltaicas que ayudarán al autoabastecimiento energético del complejo. Hay cubiertas de uralita que se eliminarán y otras que se retejarán.
Hollín y un museo en la azotea
El paseo por la fábrica revela una acumulación de testigos que evocan potentes sensaciones. Por ejemplo, las marcas del calor de los hornos de crisoles y que, sin explicación previa, parecen las huellas del paso de un pintor abstracto por las dependencias. En lo que fue la sala de crisoles se mantienen dos chimeneas de hornos donde aún huele a bronce. Allí el proyecto contempla distintas aulas para formación, dependencias donde se consolidarán con materiales químicos y silicatos esas cicatrices provocadas por el calor y el uso de maquinaria en las paredes negras de hollín.
El paseo descubre el abandono de espacios, fruto de las distintas necesidades fabriles, que se traducen en añadidos, patios cegados y cubiertas renovadas. Secuencias de tiempos superpuestos que ahora permitirán ganar también espacio para una plataforma de elevación, un ascensor y escalera que permitan una visita accesible a las cubiertas del edificio. Otro lugar protegido y que se considera como una fachada más del edificio y donde se podrá habilitar en un futuro un nuevo espacio museístico. La intervención en los paramentos de la fábrica va a ser mínima.
La idea es eliminar los morteros de cemento que son del siglo XX y no aportan valor, y rescatar los elementos más antiguos de cal. Ya se han hecho análisis de laboratorio de las distintas capas y pigmentos encontrados y también un estudio con escáner en 3D que evitará tomar decisiones apresuradas cuando se inicien las obras. La intención es aprovechar todos los elementos que sobreviven. Así, las vigas de madera se reutilizarán para colocar truss que se desplacen y adapten la tecnología de luz y sonido a las necesidades de los nuevos usos. También se va a conservar una estructura metálica en uno de los patios que originariamente se levantó como almacén. Al igual que los raíles por donde circulaban las vagonetas, caminos que facilitarán la lectura histórica.
Un plano del suelo clave
En el proyecto de intervención, el suelo es clave y se convierte en un plano técnico para dotar al complejo de una red de instalaciones de manera prácticamente invisible. Su trazado es compatible con la preservación de los pavimentos originales, tantos metálicos como pétreos, que aún se conservan en áreas concretas. Incluso se prevé levantar los adoquines del patio central que se estudia cubrir con toldos, un elemento de protección para garantizar un mayor y mejor uso de este espacio abierto a la calle y también de diseño artístico.
La gran carga de instalaciones que requiere un centro puntero para creación cultural justifica que todas las instalaciones confluyan en un callejón, anexo a viviendas privadas, donde se instalarán dos transformadores y un muelle de carga. En esa zona habrá sótanos y en ellos se ubicarán también laboratorios de creación.
La zona administrativa, la que linda con la crujía de Eduardo Dato, es la parte más nueva y sus más de mil metros cuadrados se dedicarán a la gestión administrativa del centro y un coworking. Allí estuvieron hasta hace dos décadas los despachos de los militares y se conserva una máquina de barrenar y algunas puertas modernistas.
Junto a este espacio hay otros definidos: el vestíbulo, que será el patio central donde se ubicarán también aseos y una tienda; el Foro Magallanes, la nave central de Botani donde se conservarán las escuadras y techos de madera, trabajos más laboriosos que centrarán una de las tres fases simultáneas en las que se divide el proyecto de ejecución; un taller para creación, en la antigua fundición de hierro, y varios espacios multifuncionales y museísticos.
Ningún técnico se aventura a dar plazos, pero la intención es que el Centro Magallanes funcione a finales de 2021. Ése será el primer logro; el segundo, mantener vivo este espacio a medio plazo y para ello se trabaja ya en un modelo de gestión cultural que ha sido adjudicado al prestigioso CentQuatre de París, con el apoyo de Zemos98. Una vez que la huella industrial de Artillería resucite, el interés se centra en crear un nuevo tejido industrial, esta vez vinculado a la cultura, que garantice el futuro de la fábrica cinco siglos después.
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