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Cazatesoros en el Archivo de Indias

La Guardia Civil intensifica la vigilancia sobre investigadores que buscan localizar barcos hundidos.

Visitantes del Archivo de Indias, en una reciente exposición sobre el Pacífico.
Fernando Pérez Ávila Sevilla

04 de diciembre 2014 - 05:03

El caso Odyssey se gestó en el Archivo de Indias. La empresa norteamericana especializada en la explotación de restos submarinos contrató a un grupo de investigadores sevillanos, cuyo trabajo entre los legajos fue imprescindible para encontrar la ubicación más o menos exacta de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes. El buque se hundió el 5 de octubre de 1804 frente a la costa del Algarve tras recibir un cañonazo inglés. El barco iba cargado con casi 600.000 monedas de oro y plata. Cuando Oddysey anunció, en mayo de 2007, que había encontrado a la Mercedes y se apropió ilegalmente de su carga, sus acciones en la Bolsa duplicaron su valor. Tras un largo proceso judicial que acabó en 2012, España recuperó el tesoro.

Clave para ello fue la investigación realizada por los agentes del departamento de Patrimonio Histórico de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. Para evitar un nuevo caso Odyssey, el instituto armado está intensificando la vigilancia sobre el Archivo de Indias, por donde todos los cazatesoros han de pasar obligatoriamente si quieren encontrar la pista de algún barco español hundido hace siglos.

El pasado martes, los guardias civiles de esta unidad visitaron el Archivo de Indias en compañía de colegas de Alemania, Bélgica, EEUU, Francia, Holanda, Italia, Portugal, Reino Unido y Rumanía. Policías de todos estos países participan esta semana en unas jornadas internacionales de lucha contra el tráfico ilícito de bienes culturales, que se celebran en la Fundación Cajasol.

"Nos preocupa mucho la arqueología subacuática, en la que trabajamos desde finales de los noventa. El primer paso que tiene que hacer una empresa cazatesoros es irse a los archivos, para localizar los barcos hundidos. El de Indias es el archivo más importante del mundo para conocer ese tráfico de barcos, no sólo a América sino a Asia. Lo primero que hace un expoliador es ir a los archivos. Nosotros debemos intentar detectar a los sospechosos e intentar controlar si entran o lo hacen a través de terceras personas. Ése es el primer paso de nuestro trabajo con el Archivo de Indias", explicó ayer el teniente coronel Jesús Gálvez, jefe del departamento de Patrimonio Histórico de la UCO.

El responsable de la Guardia Civil explicó que en la mayoría de las ocasiones, como ocurrió en el caso Odyssey, las empresas cazatesoros contratan a investigadores locales, que no suelen saber para quién trabajan ni con qué fines se utilizará después el resultado de su investigación. La mayoría de los historiadores que trabajan en el Archivo de Indias suelen hacerlo por encargo, en gran parte de otros investigadores que residen en América y a quien les hace falta consultar algún documento que se guarde en Sevilla.

"Nosotros conocemos, a través de nuestros servicios de inteligencia, quiénes son las personas que pueden venir a consultar documentos. Intentamos detectar si entran ellos o bien lo hacen a través de terceras personas. No es fácil", apunta el teniente coronel Gálvez, que destaca que la colaboración con el Archivo de Indias es muy estrecha. "La dirección y los propios trabajadores son los más interesados están en que no se utilice el Archivo para fines ilícitos".

El caso Odyssey no es el único en el que el trabajo de la Guardia Civil ha servido para abortar algún intento de expolio submarino. "En el mar de Alborán hemos parado la actividad de buques cazatesoros. La costa andaluza es rica en barcos hundidos, muchos de ellos con tesoros. Las zonas en las que están se vigilan permanentemente con patrullas marítimas, helicópteros y aviones. Sabemos los puntos donde hay tesoros para rechazar empresas cazatesoros, pero sabemos que lo volverán a intentar. Una vez que han llegado hasta esta fase, lo fácil es sacar el tesoro del mar. Lo difícil es obtener la información del barco y luego buscarlo. Esas dos fases son largas y costosas", añade el jefe del departamento de delincuencia especializada de la UCO, Manuel Sánchez.

Cuando los tesoros expoliados consisten en monedas, estas piezas tienen una fácil salida al mercado. "Las monedas son fácilmente vendibles y muy difíciles de rastrear. Cuando son sacadas de su contexto es casi imposible averiguar su origen. Doblones hay miles", explican los guardias de la UCO. El valor del tesoro del Odyssey era incalculable, pero la empresa obtuvo una fortuna con las acciones en la Bolsa, que se vendieron al doble de su valor cuando la compañía estadounidense anunció que había sacado las monedas del fondo del mar.

La mayoría de las obras de arte que se roban en España terminan en EEUU. "El mercado americano compra de todo, porque no tiene historia. En EEUU hay dinero y deseo de tener antigüedades. Es un mercado muy potente y la colaboración que tenemos con las autoridades americanas es muy buena. En los dos casos importantes que hemos tenido con ellos hemos podido recuperar las piezas. A la justicia americana, si le presentan las pruebas, no le duelen prendas en devolver los tesoros", exponen los responsables del instituto armado.

Los dos casos a los que hacen referencia son los del Odyssey y el de un tapiz que fue robado de una iglesia de Roda de Isábena, un pequeño pueblo de Huesca, en el año 1979. El robo lo cometió Erik el belga, uno de los mayores ladrones de obras de arte del mundo. En 2010 la Guardia Civil supo que iba a venderse en una casa de subastas de Bélgica. Los agentes dieron el aviso a sus colegas belgas pero cuando éstos intervinieron el tapiz había sido comprado por un coleccionista norteamericano. El instituto armado inició entonces una investigación para demostrar que ése y no otro era el tapiz robado en Huesca. Hubo que comparar la pieza con fotografías de los años 1920 y 1950 y se desplazó una experta de Patrimonio Nacional a EEUU para hacer un peritaje. La obra finalmente volvió a España.

Otra vertiente del trabajo de la UCO es la lucha contra los expoliadores de yacimientos, que desde los años ochenta buscan por el campo con detectores de metales. La presión de unidades como el Seprona sobre el terreno -que realiza cada año entre 500 y 600 intervenciones- ha llevado a los buscadores sevillanos a emigrar a otras zonas de España, a "hacer las mesetas", como se conoce en el argot policial.

"Hemos recuperado entre el 70% y el 80% de las piezas robadas"

La unidad de Patrimonio Histórico de la UCO de la Guardia Civil ha recuperado aproximadamente entre el 70% y el 80% de las obras de arte robadas. "Hablamos de aquellas que estaban inventariadas, de los robos en iglesias principalmente, puesto que en un yacimiento, al no haber inventario, no puede saberse lo que se han llevado", apunta el teniente coronel Gálvez. "Es un trabajo de años. La obra se roba y está oculta, pasa a una colección privada. El dueño antes o después fallece, y los hijos pueden continuar con la colección o venderla. Es ahí cuando la pieza sale al mercado y cuando nosotros podemos recuperarla". Para ello es indispensable un inventario con la descripción del objeto y una fotografía. "La Iglesia lleva haciendo inventario desde hace mucho. Lo que ocurre es que es un proceso muy costoso. Hay muchos pueblos de Castilla y León que tienen más bienes de interés cultural (BIC) que habitantes. Y luego hay miles de obras que no son BIC pero son valiosas, que tienen menos protección y son las que más se roban".

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