Catedral de Sevilla: unas condiciones ambientales muy estables tras un año de estudio
Los 23 sensores instalados hace un año revelan que el templo presenta una temperatura media de 25 grados y una humedad relativa del entre el 40% y el 60%
La Catedral tiene unas condiciones ambientales muy estables, algo que redunda de manera positiva en la buena conservación de sus elementos. Ésa es la principal conclusión del intensivo control al que está siendo sometido el Templo Metropolitano desde hace un año. La Catedral funciona como una gran cueva. Apenas hay diferencias térmicas o de humedad relativa entre sus diferentes zonas. La temperatura media anual es de 25 grados y la humedad relativa oscila entre el 40% y el 60%. Las 23 sondas instaladas por todo el edificio por la empresa especializada TSA informan al segundo de cuánto acontece para que los conservadores puedan tomar las mejores decisiones tanto en el presente como de cara al futuro. Es un paso más en el programa de conservación preventiva puesto en marcha por el Cabildo y que tantas alabanzas despierta.
Hace poco más de un año que las 23 sondas que miden la temperatura y la humedad relativa auscultan la Catedral. Se encuentran repartidas en el gran espacio central: trascoro, altar mayor y Capilla Real, con varias en cada punto y a diferentes alturas; y en las principales capillas laterales, tanto del lado sur como del norte. La información que generan llega al segundo mediante wifi a un ordenador que las procesa y advierte de si se ha producido algún cambio significativo de las condiciones. En el Patio de los Naranjos, otro sensor toma las mediciones del exterior para su comparación. En este primer año de funcionamiento, los conservadores de la Catedral, Jaime Navarro Casas y Ana Isabel Gamero González, han obtenido datos muy interesantes. “La Catedral se comporta como una cueva, porque las condiciones son muy estables. Es quizás lo que más nos ha sorprendido. Esto es muy importante, porque lo que más incide en la buena conservación de los bienes son los cambios bruscos. Aquí no se dan”, señala Navarro Casas, arquitecto responsable del inmueble.
Su compañera en la conservación de los bienes muebles, Ana Isabel Gamero, abunda a este respecto. “No hemos encontrado diferencias sustanciales entre las capillas del Sur y del Norte. Nos preocupaban estas últimas porque en el edificio sí hay más problemas. La piedra exterior areniza más. Pero hemos visto que el comportamiento es muy parecido. Las capillas laterales no actúan como espacios independientes”.
Los datos que se han ido recabando señalan que la temperatura media en la Catedral a lo largo del año es de 25 grados, con una media en verano de 30 grados y de 20 en invierno. En cuanto a la humedad relativa, varía entre el 40% y el 60%. “A lo mejor no son las condiciones más idóneas, como podría darse en un museo, pero la conservación es razonablemente buena. Una prueba es que los problemas que pueden presentar las obras de arte no están relacionados con las condiciones ambientales, sino con otro tipo de factores”, añade Gamero. Dos de las sondas se encuentra en las vitrinas del tesoro y en la urna en la que se guarda el Pendón de San Fernando. Así se garantiza que las piezas se conservan en las mejores condiciones.
El aumento de la temperatura en el edificio se empieza a notar conforme avanza el verano y la onda térmica llega al interior. En cualquier caso, la Catedral ha aprendido con los siglos a utilizar muy bien sus recursos para influir en las condiciones. Con las cuatro grandes puertas abiertas se produce una muy buena ventilación. Y cuando llega mayo se empiezan a abrir los huecos de los triforios, lo que contribuye a crear una corriente convectiva que expulsa el aire caliente que asciende. La temperatura entre el suelo y los triforios puede ser de dos o tres grados. “Yo siempre digo que bioclimáticos tienen en la Catedral una excelente escuela de aprendizaje. Aquí se saben usar muy bien los recursos. Eso no quiere decir que un día de verano, con 4.000 turistas, pueda haber algún desajuste”, subraya el arquitecto.
Además de la temperatura y la humedad, hay una sonda que mide la velocidad del aire. Se encuentra en la base del Altar del Jubileo, que se encuentra ante la Puerta de la Concepción del Patio de los Naranjos, un lugar donde el viento sopla especialmente. “En un lugar razonablemente ventilado el aire se mueve a un metro por segundo. Sería la velocidad de confort. En la Puerta de la Concepción encontramos velocidades de hasta siete u ocho metros”. Otro lugar donde esto sucede, que también es estudiado, es en la Capilla de la Virgen del Pilar, situada en la confluencia entre las puertas del Lagarto y de los Palos. “Es un punto que se encuentra entre dos corrientes y nos interesa tener controlado”, indice Ana Isabel Gamero.
En la medida que se siga confirmando que el comportamiento de las capillas y de la Catedral en su conjunto es homogéneo, los conservadores pretenden sustituir algunas de las sondas actuales por otras que controlen, por ejemplo, la presencia de xilófagos. No está previsto que se instalen sondas que midan el comportamiento mecánico, como se hizo, por ejemplo, antes de las obras de sustitución de los pilares. “Ese equipo tiene mucho sentido cuando surge un problema y hay que estudiarlo”, señala Navarro Casas.
Las mediciones obtenidas a lo largo del año ha llevado al equipo de conservación de la Catedral a la conclusión de que hay que actuar en el Pabellón Neoclásico para optimizar las condiciones. También se harán mejoras en la Sala Capitular o la Sacristía Mayor, ya que adolecen de ventilación. “En la Sala Capitular abrimos las ventanas del cupulín para que pueda recircular el aire que llega desde el Patio del Mariscal. En la Sacristía de los Cálices pasa algo parecido. Hace tiempo se puso un extractor hacia el exterior”, incide la conservadora. Una de las opciones que se baraja es la motorización de las ventanas, como se ha hecho en la sala del Tesoro.
En lo que respecta a la auscultación del espacio central de la Catedral, hay ocho sondas que informan de lo que sucede en la zona del trascoro, donde tienen lugar las exposiciones temporales, el coro, el altar mayor y la Capilla Real. Las sondas se encuentran en el trascoro, en el triforio central en el lado norte, en el centro del coro, en la zona inferior del retablo mayor, en la zona superior del retablo mayor, en la cripta de la Capilla Real, en el interior de la urna de San Fernando de la Capilla Real, y en el altar de la Virgen de los Reyes.
En la caso de la Capilla, por sus grandes dimensiones, como ocurre en la Sacristía Mayor o la Sala Capitular, es necesario tener varios puntos de control. “Es fundamental para el seguimiento a San Fernando y la Virgen de los Reyes”. En el caso de San Fernando, la sonda se encuentra muy próxima a la almohada en la que reposa la cabeza del Santo Rey. “Se perciben muy bien los cambios cada vez que se abre la urna”, explica Navarro. “La urna de San Fernando cumple más una misión mecánica, de evitar que entre suciedad o se toque de manera accidental, más que ofrecer unas condiciones especiales desde el punto de vista térmico. La materia orgánica precisa de unas condiciones estables. Eso está conseguido entre la urna de cristal y la de plata, como demuestran los datos”, agrega Gamero.
Con todos los datos que se obtienen gracias a las sondas se realizan dos tipos de seguimientos. Uno anual, que hace la empresa TSA, en el que se analizan a fondo todos los parámetros y se hacen recomendaciones o propuestas para mejorar algún punto en concreto; y el diario que llevan a cabo los conservadores para que no se produzca ningún pico. La importancia de esta monitorización es tal en la conservación preventiva del inmueble, que los conservadores ya se plantean ampliar el número de sondas para que no se les escape ningún detalle de cuanto acontece en la catedral gótica más grande del mundo.
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