"En mi casa hubo un asalto como el del crimen de Los Galindos"
Casimiro Villegas policía local
El agente que se defendió a tiros de un robo en su domicilio de Bellavista se enfrenta ahora a veinte años de cárcel
Ha intentado suicidarse y ha desarrollado un trastorno de estrés postraumático que le ha llevado a vivir atrincherado
"Lo que se vivió aquí fue un episodio de guerra, un asalto con modus operandi paramilitar", dice
La casa de Casimiro Villegas es un búnker. Una cámara de videovigilancia graba todo lo que ocurre en la puerta y alrededor del muro perimetral de su parcela. Dentro tiene varios perros, uno de ellos adiestrado para atacar a intrusos. Ha condenado los cancelines de los porches y apenas sale cuando cae la noche. En la azotea tiene unos focos potentes con los que ilumina los alrededores de su vivienda cuando oye ladrar a los perros o escucha algún ruido fuerte.
"Vivo como los americanos estos que se preparan para una hecatombe o un cataclismo... ¿cómo se llaman? Es un término inglés... ¿Ve? Esta es otra de las secuelas que padezco, no me acuerdo de las cosas... La verborrea es otra de ellas". Casimiro Villegas es un policía local de Sevilla en cuya casa entraron al menos cinco delincuentes habituales armados la madrugada del 29 de marzo de 2011. Él se defendió, primero en una pelea feroz en el salón de la vivienda, y acto seguido disparó e hirió a los asaltantes con su arma reglamentaria. Ahora le piden 20 años de cárcel por cuatro delitos de lesiones.
Aquel asalto le arruinó la vida. Tuvo que dejar la Policía y ha quedado incapacitado para cualquier profesión u oficio. "Esto ha sido una ruina total. A mí me ha costado el uniforme. Me han pasado por un tribunal médico y me han dicho que no valgo para policía ni para ningún trabajo. El Instituto Nacional de Seguridad Social vio los partes médicos y me dijeron: 'usted está de aquí fatal'", cuenta, llevándose el índice a la sien.
Ha desarrollado un Trastorno de Estrés Postraumático que se manifiesta con muchos síntomas:la hipervigilancia es uno de ellos. Las lagunas de memoria es otro. "Es la enfermedad del terror extremo, la sufren las personas que han padecido una experiencia vital traumática y eso se queda en el cuerpo". También se manifiesta con taquicardia, sudoración, ansiedad, angustia, nerviosismo, pesadillas recurrentes, vómitos, diarreas, intervalos de sensación de calor y frío, descontrol de la respiración, dolores somáticos...
"Y mi mujer ha perdido el tiroides. Intentamos no acudir a sitios en los que haya alguna posibilidad de contacto corporal y hacemos la compra una vez al mes, llenamos la despensa y apenas salimos de casa. Y además tengo ahí mi pequeño huerto, del que me autoabastezco", dice, señalando una ventana.
"¡Los preppers!”, exclama de pronto, recordando el término con el que se conocen en EEUU a aquellas personas que viven preparándose para la llegada de un acontecimiento que cambie el orden establecido. Otra de las secuelas que le ha dejado el estrés postraumático es la idea del suicidio. Cuando leyó el auto de procesamiento cayó en una grave depresión e intentó quitarse la vida. "Recibí el auto los últimos días de octubre. A finales de enero me metí aquí la segunda pistola que tenía de autoprotección (la reglamentaria tuvo que entregarla tras los hechos) para volarme la cabeza".
Mientras lo cuenta, se señala la barbilla. No llegó a disparar debido a los diferentes mecanismos de seguridad del arma y a que su mujer llegó a tiempo para retirarla antes de que él la detonara. "Me quitó la pistola muy suavemente. He visto la muerte dos veces, una cuando me enfrenté a los asaltantes y otra contra mí mismo".
La entrevista se desarrolla en la cocina de su casa, una gran vivienda construida por él mismo en una urbanización que pertenece al término municipal de Dos Hermanas pero que está más cerca de Sevilla. Sobre la mesa hay un pastillero con pequeños post-it que identifican cuáles son las dosis para el desayuno, el almuerzo y la cena. "Esto es lo que me estabiliza", dice.
Su casa está al final de una de las calles del barrio, en una zona aislada. Fue allí donde se produjo el asalto que le cambió la vida. "Aquí se vivió un episodio de violencia extrema, y por ende, del terror extremo. La sociedad española no está acostumbrada a este modus operandi de asalto a vivienda paramilitar, con un grupo de personas organizadas, un plan preconcebido y una violencia extrema hacia los bienes, los animales y las personas".
Lamenta que en España sea un tabú hablar de violencia extrema. "Ese debate se queda en las morgues, en los forenses. Esos sí saben de violencia extrema, pero de ahí no sale, no trasciende a los medios de comunicación. La sociedad española está ignorante de la violencia extrema. No se habla de ella, como tampoco se habla del suicidio".
El asalto
Los delincuentes forzaron al menos tres puertas o rejas, la del perímetro del chalé, el cancelín del porche y la puerta de cristal doble que daba al salón. "El cancelín lo partieron con la técnica del abrelatas, empleando una fuerza brutal pero sin dar un golpe. Eran las tres de la madrugada y nosotros estábamos durmiendo en el dormitorio". El ruido del vidrio al caer al suelo fue lo que despertó a su mujer. Él salió al salón, en calzoncillos, camiseta y babuchas, a ver qué pasaba. No había cogido aún su pistola porque no sabía que se trataba de un asalto. Allí lo agredieron. Comenzaron a darle puñetazos y patadas.
"Yo consigo zafarme y gano unos segundos gracias al sistema de puertas que tengo en casa". Eso le permitió llegar al dormitorio para coger la pistola. "Mi mujer me ve chorreando sangre y entra en shock. Yo salgo ya con el arma porque quedarme en el dormitorio hubiera sido un suicidio, ya que estaba cerrado y con rejas. Era una ratonera".
Al salir con la pistola en la mano, se encuentra con uno de los asaltantes en el pasillo. "Le pego un manotazo y se produce un gran ruido y este individuo sale por el camino que conoce". Explica que lo persiguieron hasta el dormitorio porque querían hacerse con el control de la casa. "Por eso se llama asalto. Antiguamente se conocían como delitos de saqueo, pillaje y rapiña", añade. Además de policía local, Casimiro Villegas es licenciado en Derecho y pasa casi todo su tiempo estudiando el procedimiento.
"Todo su afán era tirarme al suelo y patearme. No sé si recuerda cómo mataron al cámara de Canal Sur en la romería de Valme. Matar a una persona a patadas es lo mismo que hacerlo con un arma blanca. No hace ruido. Fue una pelea a muerte y se impuso el instinto de supervivencia. Escuché que uno decía al otro que trajera la escopeta y una frase que repetía continuamente: 'dispara y mátalo'. Yo estaba agarrado a uno de ellos, que me mordió en la mano, y yo le mordí también".
Lo que no entiende Villegas es por qué se le pide a él una racionalidad que los asaltantes no tenían. "¿Por qué el legislador le exige a la persona que está viviendo el peor momento de su vida una 'necesidad racional del medio empleado'?", se pregunta, leyendo el Código Penal. Y añade que su casa está en una zona de escasa o nula presencia policial. "Allí el Estado, el que me tenía que defender, no estaba ni se le esperaba. Lo ilógico es que lo que exige cierto sector de la Justicia española, que pide que uno dialogue con el tío que entra en tu casa partiéndole la puerta. ¿Cómo me dirijo a él? ¿Señor atracador, por favor, sería usted tan amable de deponer su actitud?"
Casimiro Villegas lleva años estudiando el asalto. Dice que es copiado de las bandas del Este y cita a Roberto Saviano. "El modus operandi paramilitar se importa del Este de Europa y de Suramérica. Con la burbuja del ladrillo vinieron a España muchos suramericanos. Y las cárceles españolas son universidades del mal. Estos pudieron aprendelo perfectamente en prisión". Ahora tratará de demostrar su inocencia. Mientras tanto, vive con la pensión embargada y no tiene dinero para poder afrontar los costes del juicio.
Compara el asalto de su casa con el caso Ferry's. El yerno del dueño de esta empresa mató a dos de las diez personas que irrumpieron en su chalé de Canals (Valencia) el 4 de marzo de 2006. Los asaltantes eran una banda de colombianos cuyos miembros fueron condenados a penas de entre uno y quince años. El acusado, Francisco Ramírez, salió absuelto al entender el tribunal que actuó en legítima defensa.
Campaña de apoyo
Policías locales, nacionales y guardias civiles de toda España han comenzado una campaña de apoyo. Venden camisetas y tazas para recaudar fondos para ayudar a pagar los costes del proceso. Quien dirige esta campaña es Óscar Fernández, policía local que fue superior jerárquico de Casimiro Villegas en la sala de Transmisiones, así como también Ruymán y Salvador, policías de Valencia y Murcia respectivamente. El día que comienza el juicio, el 18 de marzo, decenas de policías se concentrarán en las puertas de la Audiencia Provincial de Sevilla y leerán un manifiesto en apoyo de las víctimas de asaltos a viviendas. El domicilio es inviolable es el lema de la campaña. En Facebook cuenta con el perfil Justicia para Casimiro.
"Es el sitio más sagrado que tiene una persona. Pero en España, en los últimos años, hablar de cosas lógicas y coherentes es un esfuerzo sobrehumano", apunta Villegas. "En el año 2015 vinieron a verme unos policías australianos, de Melbourne, que estaban haciendo un viaje por Europa y vinieron a Sevilla sólo para conocerme. En su país es impensable que alguien entre a robar en casa de un policía. Lo que me dijeron fue que aquí ocurrió la lógica, lo que tenía que ocurrir. Si entras a las tres de la madrugada en la casa de un policía, militar, cazador o alguien que tenga armas, lo lógico es que haya tiros. Pero aquí, en Singapur, en Moscú o en Nueva York".
El arma, dice, le salvó la vida. Y también a su mujer. "Lo que me salvó fue mi disciplina, el hábito de ir con mi arma reglamentaria y traerla siempre a casa. En aquella época no había armeros individualizados en la Jefatura y en la central no siempre había alguien de guardia. Nosotros sobrevivimos aquella noche por el hecho de tener un arma de fuego en casa, por mi condición de policía y por el instinto de supervivencia. Y porque se despertó mi mujer, claro. El arma fue determinante y me salvó la vida. Sin embargo, también es por lo que a mí me procesan. Fíjese qué incongruencia".
Si no se despierta su mujer, insiste, los asaltantes se hubieran encajado en el dormitorio y nos cogen dormidos. "En España no se tiene respeto por la propiedad privada y por el domicilio. Desde que pasó mi caso hasta octubre de 2018 se han registrado en todo el país 889.115 asaltos a viviendas", argumenta, con una estadística de la que ha sacado aparte los casos que más han trascendido.
"Hay tres cosas que hacemos todos los seres humanos y que requieren de la máxima intimidad: dormir, asearnos y hacer nuestras necesidades. Son los tres momentos más vulnerables para una persona. Tanto es así que el asesinato más famoso de la historia del cine, el de Psicosis, fue en la ducha. Aquí, sin ir más lejos, está el crimen de Almonte, cuando una de las víctimas estaba saliendo de la ducha. El asesino sabía a qué hora se duchaba. Fíjese si es importante la protección del domicilio".
Casimiro Villegas tiene en casa varios libros sobre enfrentamientos armados, estrés postraumático y suicidio escritos por personas que se han visto en situaciones parecidas a él. Cree que el hecho de tener un arma en casa equilibraba las fuerzas entre el ataque sorpresivo e irracional de los delincuentes. De su juicio espera la absolución. "Y si no la consigo recurriremos hasta que nos den la razón en España o en los tribunales internacionales, porque el domicilio es inviolable".
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