Carteristas en Semana Santa

La Policía intensifica la vigilancia del centro ante la presencia de bandas organizadas de delincuentes del Este de Europa especializadas en cometer hurtos

El número de carteristas crece en Semana Santa.
El número de carteristas crece en Semana Santa. / D.S.
Fernando Pérez Ávila

10 de abril 2017 - 09:42

La Policía Nacional ha intensificado la vigilancia del centro de la ciudad desde hace varias semanas, ante la constancia de la llegada de grupos organizados de carteristas a la ciudad para la Semana Santa. Es habitual que este tipo de delincuentes se comporten como bandas organizadas y suelen operar de manera itinerante, recorriendo España de fiesta en fiesta. Una vez terminadas las Fallas de Valencia, estos grupos de ladrones se han desplazado a Sevilla para pasar aquí tanto la Semana Santa como la Feria de Abril. Después, se irán a pasar el verano a Pamplona para robar lo que puedan durante las fiestas de San Fermín.

Por ello, la Policía Nacional ha incrementado los controles preventivos en las calles más concurridas de la ciudad, ya que este tipo de carteristas suele actuar siempre en zonas en las que hay mucha afluencia de público, con el objetivo de asegurarse la huida ocultándose entre la bulla. En los últimos días han sido identificadas varias personas que podrían pertenecer a este tipo de bandas organizadas. Para ello está siendo fundamental el trabajo preventivo que realizan los agentes de la comisaría del distrito Centro, tanto de uniforme como de paisano, que identifican continuamente a quienes les resultan sospechosos. Pieza clave de este despliegue son los agentes del Grupo Hércules, la unidad que patrulla en moto las calles del centro y de entornos monumentales como el Parque de María Luisa y la Plaza de España.

En muchas ocasiones, las personas que se dedican a robar al descuido son mujeres que proceden de países del Este y tienen una gran experiencia en los hurtos, tanto que es frecuente que las víctimas no se den ni cuenta hasta que no echan en falta sus pertenencias. Las víctimas son principalmente turistas, que suelen llevar más dinero encima y son menos precavidos que la población local. A veces las carteristas se mezclan con los grupos de visitantes para sustraerles la cartera, el teléfono móvil, la cámara de fotos o cualquier objeto que puedan revender después. Generalmente, las personas de origen oriental suelen ser más confiadas que los viajeros que proceden de otras zonas.

Uno de los modus operandi más extendidos es el de llevar carpetas con las que distraen a la víctima explicándoles que pertenecen a alguna asociación de discapacitados. Hace años era frecuente que abordaran a las personas en nombre de una asociación de sordomudos y les pidieran una donación para ayudar a la entidad a la que pertenecían, que obviamente era falsa. Ni eran sordomudas ni tampoco conocían el lenguaje de signos, simplemente hacían una serie de gestos sin sentido para impresionar a la persona que tenían ante sí. Mientras una de las mujeres despistaba a la víctima, otra le echaba mano a la cartera o al bolso de la persona que las estaba atendiendo en la calle.

Este método está ya más quemado para los delincuentes, pero no deja de ser utilizado, aunque con algunas variantes. Los ladrones suelen llevar papeles o folletos informativos con el que ocultan sus manos a la vista de sus potenciales víctimas. Es el caso de un ciudadano rumano de 36 años detenido hace un par de semanas en el centro por cometer hurtos de manera continuada. Este hombre se acercaba a sus víctimas, generalmente turistas, y les mostraba unos folletos explicativos, algunos de ellos de elaboración propia, con la intención de distraerles y ocultar sus manos para poder quitarles sus pertenencias.

Además, aprovechaba el descuido de los ciudadanos para hacerse con sus teléfonos móviles y se valía de las aglomeraciones de gente para perderse entre la multitud y evitar así ser identificado o detenido. Los agentes del grupo de investigación de la comisaría del distrito Centro tuvieron conocimiento de la actividad delictiva de este hombre a raíz de varias denuncias interpuestas por turistas, en las que se repetía el modus operandi.

En todas se sucedía el mismo patrón. Un hombre les había mostrado unos folletos y los había despistado para robarles. Los investigadores sospecharon que el autor de estos hurtos podía ser la misma persona. Además, este hombre también aprovechaba el descuido de los ciudadanos que dejaban su teléfono móvil en las mesas de las terrazas de los bares para arrebatárselos sin que se dieran cuenta para, acto seguido, valerse de la multitud para evitar ser descubierto o identificado.

Como método de distracción empleaba también, además de los folletos informativos, un cartel en el que explicaba su precaria situación con el que pedía limosna. Este letrero le servía igualmente para acercarse a sus víctimas de manera lastimosa, al mismo tiempo que ocultaba sus manos para cometer los hurtos. Los agentes pusieron en marcha un dispositivo por las zonas turísticas del centro y en torno a los bares y restaurantes más frecuentados por los turistas, en los que comenzaron a vigilar a las personas que se acercaban portando folletos publicitarios y carteles pidiendo limosna.

Este dispositivo dio sus frutos con la detención del sospechoso, al que la Policía ha podido imputarle con pruebas hasta seis hurtos, si bien se investiga su participación en muchos más delitos. La investigación continúa abierta y el delincuente, una vez detenido, quedó en libertad pese a que cuenta con antecedentes policiales por hechos similares. Ahora, los investigadores tratan de imputarle más delitos similares ocurridos en la capital andaluza recientemente.

Este es precisamente uno de los problemas principales a los que se enfrentan las Fuerzas de Seguridad cuando tratan de luchar contra estos delincuentes. Al tratarse de hurtos y no de robos con violencia, los detenidos siempre quedan en libertad con cargos, pese a que cometan decenas de delitos y pese a que probablemente vuelvan a robar poco después de salir de los juzgados. De ahí que la presión policial ha de ser mayor para, al menos, obligarles a marcharse a otras ciudades para continuar con sus actividades ilícitas.

Una buena solución es la de las órdenes de alejamiento del centro, pero no siempre se expiden. Se trata de una medida cautelar que prohíbe al carterista que haya sido detenido entrar en el centro de Sevilla. De esta manera, se permite a la Policía detener al sospechoso si lo ve en cualquier calle del casco histórico. Aunque todavía no haya robado nada, se le puede imputar un delito de quebrantamiento de medida cautelar y, por tanto, puede ser detenido por ello.

El fenómeno de carteristas itinerantes no es nuevo en Sevilla. Es habitual que vengan a la ciudad tanto en Navidad como durante las fiestas de primavera. En la Semana Santa del año 2013, la Policía arrestó a tres carteristas de origen serbio que se habían desplazado a la capital andaluza para robar durante la fiesta. Poco antes había caído una mujer miembro de un clan muy conocido a nivel internacional, el de los Hamidovic, de origen bosnio, sobre el que pesa una orden de alejamiento del Metro de Madrid, donde han cometido la mayoría de sus hurtos.

Este tipo de carteristas no es del perfil de las rumanas y búlgaras de etnia gitana que van pidiendo limosna y son fácilmente reconocibles por su indumentaria. Son mucho más profesionales. Son mujeres, principalmente serbias y bosnias, que cuentan con varias identidades, que visten ropa de marca, van siempre muy arregladas, se hacen pasar por chicas de clase media alta y cambian con frecuencia su imagen para no ser identificadas. Suelen ganarse la confianza de las víctimas para robarles y no sólo actúan por la calle, sino que pueden hacerlo hasta en el interior de algún centro comercial o gran almacén.

Por supuesto, también hay ladrones españoles. A diferencia de los del Este, éstos suelen actuar en solitario y casi siempre son los mismos. Muchos son toxicómanos y reinciden una y otra vez. Los carteristas más comunes son los piqueros, así llamados porque colocan los dedos en forma de pico para robar objetos del interior de algún bolso. Suelen actuar en las colas de los monumentos y en cafeterías y tiendas del centro de la ciudad.

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