Cáncer de mama: Cuando el Camino es parte de la lucha
Camino de Santiago
Mujeres tratadas de cáncer de mama y profesionales del Hospital de Valme recuperan la peregrinación a Santiago dentro del proyecto 'Chicas Rosas' tras dos años suspendido por la pandemia
Un Camino de Santiago con corazón
El Camino de Santiago se vuelve a pintar de rosa. Tras dos años dormido a causa de la pandemia, el proyecto terapéutico de las Chicas Rosas, desarrollado desde 2016 por la Unidad de Patología Mamaria del Hospital de Valme con mujeres tratadas de cáncer de mama, vuelve a hacerse realidad en la que será ya su quinta edición. La fecha ya está marcada en el calendario -el próximo sábado 18 de junio- y las ilusiones, metidas en una mochila que un año más volverá cargada de "valores", "aprendizaje" y "mucha energía".
El grupo para esta nueva edición está conformado por un total de 49 peregrinos, entre mujeres tratadas de cáncer de mama y otras patologías oncológicas, familiares y profesionales del hospital sevillano. Todos ellos coinciden, unos con experiencia en el camino y otras a días de iniciarlo, en el esfuerzo mental y físico para abordar la grandiosidad y, al mismo tiempo, dureza de este reto convertido en oportunidad de crecer.
Este año el itinerario elegido ha sido el Camino Portugués. Un total de siete etapas en las que las Chicas Rosas recorrerán 120 kilómetros. El Camino trazado comenzará su primera etapa en la localidad de Valencia do Miño y continuará por las localidades de O Porriño, Redondela, Pontevedra, Albergue do Briallos, San Miguel de Valga, O Areal y Santiago de Compostela, donde llegarán el día 24.
En 2016 fue el itinerario de Sarria-Santiago; la segunda ruta escogida en 2017 fue la de Santiago-Fisterra-Muxía; en la tercera ocasión, en 2018, coronaron la ruta del Camino Lebaniego; y el 2019, el camino se correspondió con el Camino Sanabrés.
La cirujana jubilada Carmen Delgado es la coordinadora de esta iniciativa que este año ha conseguido sumar más de 20 Chicas Rosas a las 60 que ya lo han vivido en los cuatro caminos anteriores. Un proyecto que, asegura Delgado, "permite empoderar a mujeres luchadoras", y que se ha consolidado año tras año con el firme reto de sus participantes y organizadores de desestigmatizar una enfermedad convertida en el tumor maligno más frecuente entre las mujeres y en la primera causa de muerte por cáncer en las féminas.
"Si en el año 2016 lo iniciamos con un pequeño grupo conformado por cinco mujeres tratadas de cáncer de mama, en la última edición se había quintuplicado con la participación de 26 mujeres afectadas. Pero además, ha servido de talismán para la suma de mujeres y hombres con patología oncológicas que aplauden esta iniciativa de los profesionales del Valme", indica la presidenta del proyecto.
Por su parte, a lo largo de esos años, son ya una veintena de profesionales sanitarios los que se han sumado vivir la experiencia. Desde médicos de diferentes especialidades a enfermería de distintas unidades, trabajadores social o gestores sanitarios, que han puesto con generosidad su energía y capacidades al servicio de las Chicas Rosas.
"El gran esfuerzo físico y mental del caminar 20 kilómetros al día durante seis jornadas consecutivos hasta culminar en la Plaza del Obradoiro en Santiago supone superar un reto, superar el miedo a estar o no a la altura del grupo, vencer la incertidumbre sobre si conseguirá finalizar cada día la etapa fijada, compartir una experiencia de vida, rebajar el nivel de exigencia consigo misma y con los demás, valorar que claudicar en un momento es tomar fuerzas para seguir", añade la doctora Delgado.
María José Cantero, es cofundadora del grupo de las Chicas Rosas y una de las enfermeras que las han acompañado en esta actividad terapéutica. Resalta las bondades de la iniciativa, orientada a fomentar la salud de las mujeres que llegaban a las consultas. "El balance de esta experiencia es muy gráfico al comparar cómo las mujeres que llegan el primer día al proyecto del camino vuelven distintas, fortalecidas, año tras año. Es una fotografía que se repite y nos reconforta al ser conscientes de que impulsamos y participamos de esa mejora en salud física y psicológica", afirma la enfermera.
Por su función como coordinadora de las consultas de Ginecología/Obstetricia y Reproducción Humana Asistida en el Valme, María José Cantero está muy estrechamente vinculada a este proyecto. Para ella, la experiencia no es cuestión de una semana, "envuelve todo un año de encuentros, convivencia y de cohesión de grupo". "Cada dos semanas organizamos rutas de entrenamiento para la puesta a punto física que, sin duda, repercute en la puesta a punto de emociones, sensaciones y percepciones de mujeres a las que les une un mismo problema de salud con profesionales sanitarias que les ayudan a afrontarlo, sobrellevarlo y solucionarlo", añade.
Sus protagonistas subrayan la dureza y grandiosidad del camino, cuyas cualidades no suponen un obstáculo para que quieran coronar una vez más este proyecto a través de un gran esfuerzo físico y mental. María José Jiménez, es directora de Enfermería del Área de Gestión Sanitaria Sur, pero también es Chica Rosa. Aterrizó en este proyecto "por casualidad" y se adhirió a él en 2018. "Al año siguiente volví a participar y, tras los dos años de pandemia donde no ha habido camino, retomo el proyecto con mucha ilusión", afirma.
Como profesional sanitaria, pero, sobre todo, como paciente de cáncer de mama, María José Jiménez, se atreve a hacer un paralelismo entre la evolución terapéutica de la enfermedad y la terapia en sí del camino. "Como ocurre con el tratamiento oncológico, esta iniciativa nos ayuda a superar fases de la enfermedad. La enfermedad con sus ciclos de tratamiento, y el camino con sus etapas hasta llegar a un mismo punto: tocar la campana por haber superado la enfermedad y alcanzar la llegada a Santiago de Compostela como logro del reto propuesto", manifiesta.
Según sus vivencias, el camino les aporta la posibilidad de desarrollar un hábito saludable como es el ejercicio físico enmarcado en la naturaleza y les permite disponer de momentos de soledad elegida para reflexionar sobre ellas mismas y sus vidas. "Las pacientes vemos mermada la musculatura y estructura ósea por impacto de la enfermedad y el ejercicio físico empleado en este proyecto contribuye al fortalecimiento físico, pero también, muy importante, al mental", explica.
En esta línea, la enfermera explica que el proyecto se orienta a fomentar el ejercicio físico como factor modificable para mejorar la salud, "el cual supone un 30% de cualquier patología oncológica, en este caso que nos ocupa la mama", indica.
No menos enriquecedor es cómo comparten con los demás sus experiencias. Para María Ángeles Jiménez, otra de las Chichas Rosas que un año más se suma a esta iniciativa, el apoyo psicológico que reporta la convivencia durante los días de camino es también parte de la terapia. "Nos permite compartir vivencias y charlas entre iguales después de retarnos una enfermedad tan grave. Es una forma de hacer terapia de grupo", afirma.
María Ángeles Jiménez no habla de oídas. A sus 61 años, lleva recorridos los cuatro Caminos organizados. Cada uno de ellos, único y especial, como ella misma reconoce. "A lo largo de estos años he visto como la gente que lo recorre va cogiendo una alegría, una autoestima, un orgullo por conseguirlo", asegura. Forma parte de esta iniciativa desde sus orígenes, también es sanitaria, en su caso médico de Atención Primaria, y paciente de cáncer de mama en tratamiento tras ser intervenida quirúrgicamente hace dos años y haber completado sus ciclos de quimioterapia y radioterapia. "Es muy importante la implicación de los profesionales sanitarios. Yo vivo la experiencia en las dos vertientes y sé lo reconfortante que es cuando se pasa por ésta, o cualquier otra enfermedad, sentir el apoyo de los médicos, enfermeros u otras especialidades", agrega.
Y eso es precisamente lo que pretende que vivan a partir del próximo día 18 las integrantes de esta quinta peregrinación. A la que las Chicas Rosas invitan a participar a todas aquellas mujeres que no conozcan el proyecto y se unan a vivir una experiencia única. "Somos personas que hemos pasado mucho. El cáncer de mama tiene un factor estético añadido y eso, aunque parezca que es lo de menos, también influye. Preparar esta experiencia nos llena de ilusión. El saber que vamos entre iguales. Reírnos juntas, cantar y, también, llorar, por qué no, pero es único todo lo que vivimos", concluye esta Chica Rosa del Valme.
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