Votantes y arbotantes en la jornada de reflexión

Calle Rioja

Visita a los restos arqueológicos del Salvador y las cubiertas de la que fue primera mezquita mayor de la ciudad entre sus etapas de iglesia visigoda y templo barroco

Vista nocturna desde las cubiertas de la iglesia del Salvador.
Vista nocturna desde las cubiertas de la iglesia del Salvador. / Juan Carlos Muñoz
Francisco Correal

10 de junio 2024 - 06:01

Vísperas de las elecciones europeas, Jornada de reflexión. ¿Habrá mejor lugar para reflexionar que las cubiertas de la iglesia del Salvador? Un edificio que fue sucesivamente basílica romana, sin ninguna connotación religiosa, iglesia visigoda, mezquita árabe y templo barroco de la Cristiandad. La guía, María José, nos espera en el Patio de los Naranjos. El mismo lugar donde conocí a Ismael Yebra durante la presentación de un libro de Paco Robles.

A lo largo del recorrido, apunto mentalmente una serie de fechas que horas después recuerdo por un método mnemotécnico. Los números son fríos, pero a veces dan mucho calor. La mezquita de Ibn Addabás es de 829, de modo que en 2029 Sevilla celebrará el centenario de la Exposición Iberoamericana de 1929 y el duodécimo centenario de la construcción de la que entre 829 y 1182 fuera mezquita mayor. A finales del siglo XII esa condición será para la mezquita aljama almohade ubicada en la actual Catedral.

Quedan pocos restos romanos, una inscripción relativa a Antonino Pío, el emperador que sucederá a Adriano. Y copiosísima información sobre el tiempo visigodo: su primer obispo, Honorato, los hermanos san Isidoro y san Leandro, patronos de Sevilla, aunque ambos nacieran en Cartagena y el primero, autor de las Etimologías y patrono de Internet, esté enterrado en la catedral de León.

Quince años después de su construcción, el año 844 la mezquita e Ibn Addabás es objeto de los ataques de una invasión vikinga. Acabamos de conmemorar los ochenta años del comienzo del desembarco de Normandía, el 6 de junio de 1944. Ese año se cumplían once siglos del desembarco normando, un contingente de fieros vikingos en ochenta embarcaciones normandas. Una lápida recuerda el papel de Al Mutamid, rey moro de Sevilla, en la restauración de esta mezquita frente a los estragos de esas incursiones.

El año de 1671 ya está en los anales de la ciudad porque es cuando sube a los altares Fernando III para convertirse en san Fernando. Cuatro siglos y un cuarto de siglo después de la toma de la ciudad. Ese año que hacen santo al hijo de doña Berenguela, el arquitecto Esteban García inicia la construcción del templo cristiano del Salvador. Ocho años después, el edificio se derrumba. El arquitecto es procesado y acaba en la cárcel.

Hay que empezar de nuevo. El trabajo lo terminará Leonardo de Figueroa, el gran arquitecto del barroco sevillano, valenciano de Utiel. La guía explica que tomaron todas las medidas para evitar el final de su predecesor: unos cimientos muy profundos, por la permeabilidad de una zona por la que pasaba entonces el río Guadalquivir (la calle García de Vinuesa se llegó a llamar calle de la Mar), una piedra palomera, a diferencia de la ostionera que se usa en la Catedral, y los arbotantes, alquimia geométrica para hermanar desiguales y corregir asimetrías. A fe que lo consiguieron, porque el edificio superó la prueba del terremoto de Lisboa de 1755.

Un barroco con guiños renacentistas procedentes de dos catedrales andaluzas: las bóvedas de la de Jaén planteadas por Andrés de Vandelvira; las columnas de la de Granada que diseñara Diego de Siloé. Dos de los tres grandes retablos son obra del portugués Cayetano Dacosta. Otro lo preside la Virgen de las Aguas, una imagen del siglo XIII a la que por un mecanismo de precisión le dan un giro de 180 grados todos los años para que pueda ver pasar a su hijo en la procesión del Corpus por la calle Villegas, a la altura de la Despensa de Palacio, consulado de las delicias de Estepa en la esquina de esa calle con Francos.

Para subir a las cubiertas hay que superar dos escaleras de caracol. La segunda más estrecha y empinada que la primera. Pero vale la pena. La ciudad iluminada. En vísperas de la jornada electoral al Parlamento Europeo se ven los colores de la abigarrada torre Europa levantada para la Expo 92. La torre de don Fadrique aparece poderosa, seis siglos más antigua que la de los colorines. Noche de conciertos. En el estadio de la Cartuja actuaba Estopa; en la plaza de España, en Icónica, el dj británico Carl Cox. La Giralda jugaba el escondite porque se ofrecía y se escondía a su primogénita, la que fuera mezquita mayor tres siglos antes.

Fue Fernando III el que le puso el nombre de Divino Salvador a este complejo de fe situado en el centro político, económico y comercial de la ciudad. Hay ecos de Bernini, Durero y Brunelleschi, pero esta iglesia es la quintaesencia del barroco sevillano. Guardiana de la obra de dos de los grandes escultores: Juan Martínez Montañés, autor del Cristo de Pasión; y Juan de Mesa, del Cristo del Amor. Un Juan de Alcalá la Real (Jaén), otro de Córdoba. La ciudad a cuya mezquita, y no hacia la Meca, estaba orientada la mezquita de Ibn Addabás por un error de cálculo y orientación. De Martínez Montañés hay un san Cristóbal con el Niño Jesús a hombros del que se habla junto a la cripta de los Niños.

Se dan cita muchos periodos en este edificio que es una lección de historia. Desde la cubierta inferior se aprecian las vidrieras, una donación de los duques de Montpensier. La iglesia estuvo cerrada entre 2003 y 2008, con Carlos Amigo Vallejo al frente de la diócesis. En la zona expositiva junto a los paneles un video aporta testimonios de los diferentes protagonistas: el arquitecto Fernando Mendoza, conservador del edificio y autor de una Biografía de este edificio que tuvo categoría de Colegiata; el canónigo Juan Garrido Mesa, alma de la restauración del edificio, a la que literalmente entregó los últimos años de su vida. Un proyecto que se inició como una iniciativa público-privada de donaciones liderada por el abogado Joaquín Moeckel.

Desde las cubiertas se ve el cielo y se oye el bulle-bulle de la tierra. Gente sentada en las mesas del bar Europa, junto al solar que todavía conserva el nombre de Pedro Roldán, el empresario textil que abrió tienda en 1916 con el mismo nombre que el escultor del que este año se cumplen cuatro siglos de su nacimiento. Llegan ecos de las músicas, las del recinto del 92 y las del 29. Cuando se inauguró la Exposición Iberoamericana se cumplían once siglos de la construcción de la mezquita del Salvador. Sede parroquial de las hermandades del Amor (y la Borriquita) y de Pasión. Y también de la hermandad del Rocío-Salvador.

Un recorrido por la historia de las diferentes Sevillas: la romana, la visigoda, la árabe, la cristiana… y la vikinga. Los campaneros, la familia Mendoza, sigue viviendo en el conjunto de la iglesia. Algunas de las visitas salieron a la calle y entraron directamente en La Alicantina. La reflexión había valido la pena.

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