La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La Sevilla fina en la caja de Sánchez-Dalp
La banda de ladrones de cobre desmantelada la semana pasada por la Guardia Civil llegó a asaltar más de veinte instalaciones. Siempre operaban de noche y elegían lugares poco vigilados, principalmente estaciones de bombeo, plantas fotovoltaicas, sitios de los que podían extraer una gran cantidad de cable de cobre. Después, vendían el metal a una chatarrería de Torreblanca, cuyo propietario también ha sido detenido. En total, la Guardia Civil ha arrestado a diez personas e imputado a otras cuatro en el marco de este servicio, que ha sido denominado como operación Solatec.
Los ladrones son de nacionalidad rumana y vivían en la barriada de la Esquina del Gato, en San Juan de Aznalfarache, una de las zonas más conflictivas de la provincia de Sevilla. Desde ahí partían cada noche en busca de cobre. No sólo robaron en municipios de Sevilla, también lo hicieron en otras provincias andaluzas, como Huelva, y en otras más alejadas, como Murcia.
La unidad de la Guardia Civil que ha desarrollado la investigación, el área de Patrimonio de la Unidad Orgánica de Policía Judicial, tiene constancia de un incremento de los robos en este tipo de instalaciones desde el mes de marzo. A raíz de un incremento de las denuncias inició una investigación que dio sus primeros frutos en el mes de mayo, cuando fueron interceptadas tres personas que viajaban en una furgoneta cargadas con 300 metros de cable, que acababan de ser sustraídos de una planta fotovoltaica de Lepe. Iban equipados con herramientas de corte, como cizallas, y también martillos.
En una segunda fase de la operación, la Guardia Civil comprobó que existía una organización dedicada a estos robos. Sus miembros salían cada noche a cometer los robos. Se desplazaban en varios vehículos y salían en convoy hacia los lugares donde pudiesen encontrar cable. Solían dejar primero aparcada, en el pueblo más cercano, la furgoneta en la que cargaban el material. Luego iban con el coche más pequeño hasta la instalación, rompían vallas o puertas para acceder, robaban el cable y lo ocultaban en algún lugar cercano.
Después esperaban un tiempo prudencial para ver si sonaban alarmas o llegaba algún vigilante de seguridad. Pasado ese tiempo, que podía ser de un par de horas, regresaban con la furgoneta y la llenaban de cable. Por la mañana, iban a la chatarrería a vender el cobre, por el que recibían entre 3,50 y 4 euros el kilo. Esta cantidad es bastante inferior a la de hace algunos años, cuando el kilo de cobre llegó a pagarse hasta siete euros.
A pesar de esta velocidad a la hora de deshacerse del material, la Guardia Civil ha podido recuperar 1.500 kilos de cobre sustraído. También se han intervenido cuatro vehículos utilizados para los distintos robos. Además del chatarrero de Torreblanca, fue imputado otro propietario de un negocio similar en Murcia. La chatarrería de Torreblanca, además, carecía de licencia. Dos trabajadores de ella han sido también imputados en la operación. El cobre robado suele fundirse y ser vendido fuera de España. China es uno de los principales importadores mundiales de cobre.
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