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De Bruselas a la infancia

Reencuentro. J. C. García-Baquero se emocionó al ver en la presentación de su novela en La Carbonería a muchos amigos de su padre, el historiador fallecido en 2007

Francisco Escribano, Rogelio Reyes, García-Baquero y Rafael Atienza, posan en La Carbonería.

15 de marzo 2010 - 05:03

MIRÓ al auditorio de La Carbonería y veía su infancia. Jean-Christophe García-Baquero Lavezzi pensaría que había valido la pena viajar de Bruselas a Sevilla para sentir algo tan reconfortante. En la capital belga trabaja como técnico de la Junta de Andalucía. Allí escribió una novela muy sevillana que tituló La madeja y el do, que en 2007 quedó finalista del premio Ateneo Joven. Ese año su equipo, el Sevilla, ganó por segunda vez consecutiva la Copa de la Uefa, en Glasgow, donde Cernuda escribió Ocnos. Poco antes de la gloria balompédica, moría su padre, el historiador Antonio García-Baquero, responsable tres años después de que su hijo viera de pronto su infancia trasladada en el tiempo por los amigos de su progenitor que acudieron a la presentación de la novela.

En la Carbonería estaban la tarde del sábado Rafael Atienza, Rogelio Reyes y Jacobo Cortines. Los tres coincidirían al día siguiente, con atuendos mucho más rigurosos, en la casa de los Pinelo con motivo del ingreso de José Antonio Gómez Marín como miembro de la Academia de Buenas Letras. A la presentación de la novela de Jean-Christophe acudieron la pintora Carmen Laffón, la arqueóloga Pilar León, la catedrática de Latín Rocío Carande. Amigos de García-Baquero como Francisco Escribano o Perico Romero de Solís, el historiador Antonio Collantes de Terán, Victoria O'Kean y un larguísimo etcétera.

Puedo hablar con conocimiento de causa de una nueva generación de escritores: los sevillanos transterrados que se fueron muy lejos y mantienen con la ciudad el cordón umbilical de una novela. En estos últimos meses he presentado novelas escritas por Álvaro Villalobos (El afán del barro), sevillano que trabaja como periodista en París; José María López García (El hilo de las cosas), hijo de la calle Feria que residió en California, se hizo astrólogo en Florencia y vive en Madrid con una rusa; y este Jean-Christophe que es hermano de los Estudiantes y llevaba desde la pila bautismal su vocación literaria: le pusieron el nombre que da título a una novela de Romain Rolland.

Sevilla desde Bruselas. El autor es puro mestizaje. Antonio García-Baquero, su padre, era de Alcalá del Río, la Ilipa de los romanos; en la Universidad conoció a Denise Lavezzi, francesa de ascendencia corsa. Se casaron en Cannes. Jean-Christophe se siente deudor como lector de Herman Hesse, de Thomas Mann, de Milan Kundera, pero le ha salido una novela llena de paradojas sevillanas, incluida la Madrugá del 2000. Se terminó de imprimir el 20 de agosto de 2009, 762 años después de que el rey Fernando III pusiera sitio con su ejército a la ciudad de Sevilla. Rey que es protagonista simbólico en esta nouvelle vague sevillana de conquista sentimental sin reconquista.

Francisco Martínez Cuadrado es profesor de literatura en el instituto Fernando de Herrera. Acudió a la presentación de la novela a un local, La Carbonería, que acoge una tertulia literaria de la que han salido dos premios Adonais, José Antonio Gómez Coronado, ginecólogo de profesión, y Carlos Vaquerizo, licenciado en Filología Hispánica. Levantamos el campamento de la presentación de la novela y llegaron los jugadores de Go que se reúnen los sábados en La Carbonería. José Manuel Vega, profesional de los seguros, preside la Asociación de Go de Andalucía, un deporte de la mente con cuatro mil años de historia. Hay un nexo entre el juego y la literatura. El Nobel japonés Yasumiru Kawawata publicó la novela El maestro de Go. El mismo autor, apunta Paco Escribano, de La casa de las bellas durmientes "que plagió descaradamente García Márquez con Memoria de mis putas tristes".

La madeja y el do la edita Deculturas. Una firma joven y valiente. La aventura de editar. Uno de los socios, José María Rodríguez Tous, hacía fotos del acto. El otro vendía libros en la entrada de La Carbonería. La tarde del Do y del Go.

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