La barriada de arquitectos galácticos que se quedó en un cajón

Anterior proyecto en la Cruzcampo

Monteseirín logró reunir a Norman Foster, Jean Nouvel, Arata Isozaki y Vázquez Consuegra

Un nuevo barrio en la Cruzcampo con una gran avenida y un anfiteatro

En el balcón del Ayuntamiento, los arquitectos junto a Monteseirín y el responsable de la promotora. / M. G.
M. Ruesga

15 de diciembre 2022 - 06:00

Un proyecto con arquitectos galácticos que se quedó en un cajón de la Casa Consistorial. Norman Foster, Jean Nouvel, Arata Isozaki y Guillermo Vázquez Consuegra presentaron un diseño en septiembre de 2006 que contemplaba 1.963 viviendas, un hotel de lujo, un museo de la cerveza y un parque, con 255.168 metros edificables y una inversión de unos 750 millones de euros, en la parcela de la actual fábrica de cerveza Cruzcampo. Esa parcela se extiende por unos 150.000 metros cuadrados junto al barrio de Nervión, en una zona que hace unas décadas era periferia industrial pero que hoy se halla cerca de uno de los centros comerciales de la ciudad, de ahí que los cuatro arquitectos, en compañía del alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, expresasen su intención de integrar el proyecto arquitectónica, urbanística, histórica e incluso climatológicamente.

El sevillano Vázquez Consuegra planteó que no sería una intervención aislada, sino que se trataría de “marcar las pautas del nuevo desarrollo urbano de Sevilla hacia el Este”, aseguró que se ofrecería una arquitectura de gran calidad, que la mitad de la parcela sería zona verde y expresó su idea de poner límites al crecimiento infinito de las ciudades reequipando las periferias, como a su juicio se iba a hacer en este caso. También dijo que la arquitectura sevillana les iba a marcar las pautas, con una “arquitectura que sea capaz de conectar con la sevillana” y que esa “arquitectura contemporánea tiene que enraizarse en el lugar”.

El planteamiento de Foster arrancaba asegurando que “Sevilla es fuente de inspiración” y un ejemplo de cómo la arquitectura se ha adaptado al clima, por lo que, argumentaba: “Queremos reinventar espacios nuevos pero en la tradición histórica” de la ciudad, a la vez que resaltaba que los cuatro estaban preocupados por el desarrollo sostenible, la contaminación y el gasto energético.

La idea de Foster y sus colegas no era llegar a Sevilla “con una gran bola demoledora”, ya que se trataba de un proyecto de proporciones más grandes que los habituales. Preguntados por cómo se trabaja en equipo siendo arquitectos de primer rango, Arata Isozaki contestó con cierto humor que, en efecto, todos ellos tienen temperamento, pero que se respetan mutuamente, por lo que dijo ser optimista sobre ese extremo, a la vez que recordó que ya trabajó con Nouvel y Foster en el hotel Puerta de América de Madrid.

Antón Iráculis, presidente de la promotora y perteneciente al Grupo Urbasco, siempre rechazó que contratar a estos cuatro arquitectos iba a suponer encarecer las viviendas, ya que “no son tan caros” y su relación “calidad-precio” era muy conveniente. De todas las viviendas, 890 iban a ser de protección oficial, y la previsión un hotel con 150 habitaciones. Sobre el proyecto urbanístico y arquitectónico, el alcalde defendió que “más ventanas y menos espejos” en el sentido de “no reiterar lo que ya tenemos” y que “es más interesante abrir ventanas”.

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