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Ayarra o el 'Ars Celebrandi'

funeral por el organista de la catedral

El arzobispo de Sevilla ensalza al músico como el mejor de su tiempo en su disciplina y destaca la labor evangelizadora de sus interpretaciones

El féretro con los restos mortales del maestro Ayarra a su llegada a la Catedral. / Reportaje Gráfico: José Ángel García
Trinidad Perdiguero

21 de marzo 2018 - 02:31

Algunos de los asistentes, este martes, a la misa funeral por José Enrique Ayarra, organista de la Catedral de Sevilla durante los últimos 57 años, parecían a veces alargar el cuello sobre los abrigos y agudizar el oído como para buscar sobre los latines de los canónigos algún eco del sonido que tantas veces el sacerdote aragonés hizo reverberar por las aristas del templo, contribuyendo a la espiritualidad. Aunque dicen que un paño negro cubría esta vez el teclado enmudecido.

"Las grandes conversiones tienen que ver mucho con la belleza", "el músico es como un misionero", destacó el arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo Pelegrina, durante la homilía de la eucaristía, en la que puso el acento en que Ayarra, al que se refirió como "el más importante organista de la segunda mitad del siglo XX y del inicio del nuevo milenio", trabajó con ese afán: el del arte al servicio de la evangelización; el Ars Celebrandi, que reivindicó el papa Benedicto XVI. La introducción a los fieles a través de la belleza de la Catedral, de la fuerza de la liturgias y de la "música esplendorosa del órgano", resumió el prelado hispalense. El propio Ayarra explicó al arzobispo que Johann Sebastian Bach, en la página final de cada partitura, escribía unas iniciales S. T. G. (Soli Deo Gloria, sólo la gloria a Dios).

Operarios de la Catedral, con sus ropas de trabajo, portaron el féretro del sacerdote

El féretro de José Enrique Ayarra fue portado, antes y después del funeral, por personal técnico de la propia Catedral de Sevilla, con sus pantalones grises de grandes bolsillos y chaquetones azules, entre el boato de los canónigos. Otros trabajadores del templo también interrumpieron durante un momento sus tareas para ocupar, discretamente, las últimas filas de bancos ante el altar mayor del templo y despedirse de uno de los canónigos con los que más trato han tenido.

Al funeral por el alma del canónigo asistieron la hermana del sacerdote fallecido y sus sobrinas; también músicos, como Israel Sánchez, director del Conservatorio Superior de Música, donde Ayarra dio clases hace años; y Asenjo saludó a las "autoridades". Pero lo cierto es que se echó en falta una mayor representación de la ciudad, dada la talla internacional del músico y lo que éste ha representado en la cultura sevillana durante el último medio siglo. Además, hubo fieles de a pie, como los que acudían cada mañana a la Catedral para asistir a la misa de 08:15 en la capilla de Nuestra Señora de la Antigua, en la que Ayarra tocó el órgano hasta que pudo y que era una de sus grandes devociones.

La muerte del organista de la Catedral se produjo la tarde del pasado domingo, de forma imprevista, pese a su edad -estaba a punto de cumplir 81 años, el próximo 23 de abril- y los problemas de salud que arrastraba. Como recordó el propio arzobispo durante el funeral, había nacido en Jaca (Huesca) y estudió en los seminarios de esa ciudad y de Vitoria, así como en la Universidad Pontificia de Salamanca, antes de ordenarse sacerdote el 3 de julio de 1960. En cuanto a sus trayectoria musical, Asenjo resumió que obtuvo todos los títulos como organista y estudió con los mejores maestros franceses y españoles de su tiempo. En 1961, sólo un año después de ordenarse, obtuvo por oposición su plaza como organista de la Catedral de Sevilla, donde este "organista extraordinario y sacerdote excelente" deja "un recuerdo imborrable", añadió.

El prelado reveló que, hace cosa de un año, José Enrique Ayarra le entregó una carta y una encuadernación con unas 200 páginas, en las que recogió toda su vida como sacerdote y su quehacer como organista, incluida una larga lista de premios y más de 1.100 conciertos por toda España y buena parte del resto del mundo (Italia, Estados Unidos, Francia, Polonia, Rusia, México o Japón, entre otros).

"Ninguno vive para sí mismo, ni muere para sí mismo, lo hacemos para el Señor", arrancaba la lectura de la carta de San Pablo a los Romanos que se leyó durante la homilía y con ella también el arzobispo cerró su intervención refiriéndose cómo y para quién vivió el más longevo organista de la Catedral de Sevilla.

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