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Las Atarazanas de Sevilla

Tribuna de opinión

La solución propuesta dejaría la parte inferior como una gran plaza cubierta y abierta a la ciudad, una plaza sin sol que para nada recuerda la historia de la ciudad ni la del edificio.

Las Atarazanas de Sevilla
José Luis De Justo Alpañés

05 de enero 2016 - 07:16

LAS Reales Atarazanas de Sevilla han significado, para la marina de Castilla, algo semejante a lo que fueron las Reales Atarazanas de Barcelona, algo posteriores y hoy museo marítimo de Barcelona, para la marina de Aragón. Existen interesantes fuentes documentales del periodo almohade, donde el cronista Quartas nos refiere que Abú Yaqub Yusuf I, a su llegada a Sevilla, en 1184, manda al gobernador que se ocupe, durante su ausencia, de construir unas atarazanas para los barcos que se extendieran a partir del muro de la alcazaba levantada a orillas del río, desde la puerta de las Barcas hasta la puerta del Alcohol. Torres Balbás opina que las puertas mencionadas serían las que posteriormente se conocieron como del Carbón y del Aceite.

En 1248 Fernando III de Castilla conquista Sevilla. Ortiz de Zúñiga describe como en 1252, su hijo, Alfonso X el Sabio, inicia la construcción de unas Atarazanas Reales para la construcción de galeras y bajeles, en la zona comprendida entre las Puertas del Carbón y del Aceite. Probablemente se situaron sobre las almohades que quedarían destruidas tras la toma de la ciudad. La suntuosidad de las Reales Atarazanas, al decir de Ortiz de Zúñiga, se ve en lo que permanece. Se basaron en la yuxtaposición de 17 naves en sentido perpendicular al río Guadalquivir y adosadas a la cerca almohade de la ciudad, ejecutadas todas ellas en fábrica de ladrillo.

De este modo se facilitaba una fácil salida al agua, para la entrada y salida de los barcos, lo que estuvo garantizado por estar situadas en el Arenal de suave pendiente. La diferencia entre la cota de las naves y del río apenas llegaba al metro. Se trata de una obra gótico-mudéjar, con anchas y largas naves cubiertas por bóvedas de arista. Estas naves están apoyadas sobre fortísimos pilastrones de ladrillo, sobre los que vuelan gruesas bóvedas, cuya belleza maravilla al visitante.

A raíz de su construcción, Sevilla se convirtió en la base de la naciente Marina Castellana. Esta Marina fue protagonista insustituible de la serie de extraordinarios acontecimientos que más tarde hicieron de la ciudad el puerto más importante del mundo. Alfonso X el Sabio también sentó los fundamentos de lo que habría de ser la ciencia náutica europea, y estableció, en las Partidas, la primera legislación marítima castellana. Fernando III, el Santo concedió, por primera vez, el título de Almirante de Castilla a Ramón Bonifaz por su hazaña al embestir el famoso puente de barcas y cadenas que permitían la comunicación entre Triana y Sevilla, junto a la Torre del Oro.

La Real Atarazana de Sevilla fue la primera sede de la Casa de Contratación de Indias, establecida en 1503 en Sevilla, por Isabel I de Castilla, para fomentar y regular el comercio y la navegación con el Nuevo Mundo. Con ello la ciudad inició un periodo de esplendor que tuvo su reflejo en los ámbitos de las artes, la economía, las ciencias naturales y las tecnologías, para cuyo dinamismo fue imprescindible el conocimiento científico y la innovación de los cosmógrafos y pilotos mayores de la Casa de Contratación, entre los que se encontró, en 1508, Américo Vespuccio.

A medida que iba perdiendo su importancia para la construcción de barcos, las naves empezaron a ser arrendadas, hasta el punto que en 1534 el Conde Hernando de Andrade, informó de que no contenían elemento alguno para construir galeras, género de navíos que perdía su vigencia progresivamente, por su alto costo y bajo rendimiento en invierno. Con la pérdida de su función original, se produce una subida del nivel del edificio mediante un importante relleno de aproximadamente 3,90 metros, y cuya causa hay que buscarla en la subida de la cota del río, primordial en su antiguo uso.

El primer asentamiento de las dependencias artilleras en las Atarazanas data de 1587, en tiempos de Felipe II. En 1641 se destruyen cinco naves para la construcción del Hospital de la Caridad y su iglesia, y en 1719 se disponen cinco naves para el almacenamiento de material de artillería, con la anexión posterior de dos naves más, que completan las siete actuales. Entre 1782 y 1783, la Maestranza de Sevilla queda como abastecedora única para Andalucía, Extremadura y la América hispana, lo cual conlleva una nueva operación arquitectónica que configura el edificio y su emblemática fachada tal como hoy se ve. La última intervención, de mucho mayor impacto, fue la construcción, en sus predios, del edificio de la Delegación de Hacienda.

Bien de Interés Cultural, las Atarazanas Reales están catalogadas como Monumento Nacional a raíz de su publicación en el BOE del año 1969. En dos ocasiones durante el curso 2011-2012, La Caixa tuvo el detalle de invitar a los presidentes de las academias sevillanas para que el arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra nos presentara el proyecto del Caixafórum que ganó el concurso planteado en su día. Durante estos actos se nos recordó que un Caixafórum no tiene exposiciones permanentes, sino sólo exposiciones y actividades transitorias, y que esto fue comunicado a la Junta de Andalucía y al Ayuntamiento de Sevilla en el momento de su concesión.

Para una Sevilla que ha perdido en poco tiempo el museo Thyssen (que fue a Málaga) y la continuación de las obras del Metro, el Caixafórum podrá proporcionarnos las actividades que ya tienen sus homónimos de Barcelona y Madrid, y, por tanto, se trata de una obra a la que deben darse todas las facilidades. Pero ya las Atarazanas han sido desvinculadas del Caixafórum y, por tanto, hay que ser más exigente con su restauración. Existe incertidumbre acerca de cuál pueda ser el corte del terreno en el emplazamiento de las Atarazanas. Por comparación con la estación del Metro de Puerta de Jerez, próxima, el corte del terreno podría ser el siguiente, referido al nivel de la calle: entre 0 y 6 metros de profundidad, relleno flojo de arena con limo y arcilla; entre 6 y 15 metros, arena de muy floja a floja con limo arenoso; entre 15 y 26 metros de profundidad, zahorras; a partir de 26 metros, marga azul, de muy firme a dura.

Por los datos que se tienen de la estación del Metro de Puerta de Jerez, la profundidad del nivel freático podría oscilar entre 5 y 8 metros, siendo el primero un nivel freático colgado y el segundo el que está conectado con la dársena. En las catas realizadas en las Atarazanas, en la nave 7, en su momento, apareció el nivel freático general a una profundidad entre 4 y 6 metros, con niveles freáticos colgados hacia algo más de 2 metros. Posteriormente hay sectores de la Atarazanas en las que se ha excavado hasta 4 metros y no se ha apreciado presencia de agua. Estos datos se dan con todas las reservas, porque habría que conocer su situación estacional.

Dependiendo de la profundidad de excavación, la solución sería una u otra. La ventaja de la nave 7 es su mayor gálibo, que permitiría el uso de maquinaria no utilizable en otras naves. Se podría utilizar una pantalla de jet-grouting con columnas secantes armadas para profundidades importantes. Desde luego conviene mantener la altura del nivel freático respecto al fondo de la excavación al mínimo. Sería conveniente que la restauración recordara de algún modo la historia del edificio de las Reales Atarazanas, que durante tanto tiempo han estado abandonadas por nuestra ciudad.

La solución para la que se ha concedido la licencia propone dejar la parte inferior donde están las naves como una gran plaza cubierta y abierta a la ciudad, sin que para nada esto nos recuerde la historia de Sevilla. ¡Una plaza sin sol! Tal vez buena para el verano. Al menos se podría haber decidido excavar la séptima nave para reponer el aspecto que tenían las atarazanas en su época de esplendor. Pero es que esto ni siquiera se ha estudiado a fondo para intentar discutir las dificultades que supone esta excavación.

3 José Luis de Justo Alpañés es Presidente de la Real Academia Sevillana de Ciencias y Catedrático Emérito del área de Ingeniería del Terreno.

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