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Asenjo abre el proceso para beatificar a los mártires sevillanos del siglo XX

El arzobispo de Sevilla dijo en la misa de cierre del Año de la Fe que con esta iniciativa no pretende "reabrir viejas heridas".

El arzobispo de Sevilla, ayer bendiciendo a los feligreses en la misa de cierre del Año de la Fe que ofició en la Catedral.
Francisco Correal

25 de noviembre 2013 - 05:03

El arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo Pelegrina, aprovechó la homilía que ayer ofició en la Catedral como acto litúrgico de clausura del Año de la Fe para anunciar oficialmente la próxima y "solemne" apertura del proceso de beatificación "de una veintena de mártires del siglo XX", intención que ya adelantó en una carta pastoral emitida en abril de 2012.

"En las próximas semanas", dijo Monseñor Asenjo sin hacer ninguna referencia explícita a la Guerra Civil, "daremos a conocer sus nombres y la fecha de la apertura solemne del proceso". Con este anuncio, el arzobispo de Sevilla no pretende "reabrir viejas heridas, pues no tenemos otra intención que cumplir con un deber de justicia y gratitud y poner sobre el candelero de la Iglesia el heroísmo y la fortaleza de estos modelos del amor más grande, de quienes prefirieron la muerte antes que renegar de su fe".

El anuncio fue hecho en el décimo y último punto de su homilía, el que seguía a pronunciamientos más genéricos e intemporales sobre el año de la Fe, la unción de David como rey de Israel, la dimensión social de la realeza de Cristo, la evangelización "en esta hora crucial de crisis global y desesperanza" y la necesidad de no modular el mensaje de salvación "con las corrientes culturales que en estos momentos nos imponen un espeso silencio sobre Dios y sobre Jesucristo".

Un mes después de hacer público su deseo sobre la conveniencia de abrir el proceso, el arzobispo de la diócesis hispalense instituyó las comisiones de técnicos "que han recogido y seleccionado las pruebas documentales, históricas y testificales" de quienes "murieron proclamando su amor a Jesucristo y perdonando a sus verdugos".

"Sevilla era la única diócesis que no ha movido el tema de los mártires", dijo a este periódico un sacerdote de la diócesis, "está a la cola de las demás provincias, porque ni Bueno Monreal ni Carlos Amigo quisieron nunca tocar el tema". Asenjo encargó al vicario general de la diócesis un estudio sobre este asunto. Además de las pruebas documentales que hayan recogido los técnicos, ya existe un abundante cuerpo bibliográfico a este respecto. La Universidad de Curas San Pedro ad Vincula hizo un libro sobre los mártires de la provincia de Sevilla en el que según las fuentes consultadas constaba un centenar largo de miembros del clero, religiosos y religiosas fallecidos durante la Guerra Civil.

El cardenal Segura hizo un encargo similar a Antonio Tineo, entonces párroco de Ómnium Sanctórum. Antonio Montero, arzobispo emérito de la diócesis de Mérida-Badajoz, publicó en 1961 el libro Historia de la persecución religiosa en España (1936-1939) (Biblioteca de Autores Cristianos), obra de la que hace numerosas menciones Paul Preston en su libro El holocausto español. Montero calculó en torno a siete mil las víctimas mortales de la Iglesia en el conflicto, sin contabilizar a los laicos. Habrá sido una de las fuentes consultadas, porque Montero, granadino de Churriana de la Vega, fue entre 1969 y 1980 obispo auxiliar de Sevilla.

El anuncio de Monseñor Asenjo se produce un mes y diez días después de que el 13 de octubre fueran beatificados en Tarragona 522 mártires de la Iglesia, todos salvo dos correspondientes a la Guerra Civil. Uno de los beatificados en dicha ceremonia fue Fray Luis de Valencina, en cuya memoria ofició Asenjo Pelegrina el sábado una misa en la parroquia de Nuestra Señora de la Estrella de la población del Aljarafe. Fray Luis de Valencina nació en ese pueblo en 1885 y murió el 3 de agosto de 1936, ocho días antes que Blas Infante, cuando era trasladado en camilla a la Cruz Roja.

En el estudio sobre los mártires de la Iglesia de la Universidad de los Curas se detallan casos concretos de religiosos y seminaristas en las localidades de Cazalla de la Sierra y Constantina, amén de curas que estaban de vacaciones en Málaga. Una de las primeras víctimas de ese martirologio fue el cura de Divina Pastora.

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