Del cine Arrayán quedan el nombre y la selecta nevería
calle rioja
Pulmón verde. Arrayán es una calle-sierpe peatonal que nace en el palacio de los Marqueses de La Algaba y desemboca en San Luis, arteria del que fue el Moscú sevillano

Viene la palabra del árabe. Arrayán es el aromático, dice el diccionario de la Lengua en una definición sintética antes de entrar en el contenido de la palabra: arbusto o mata de la familia de las mirtáceas. Suena y huele el aroma en el arabesco de su pronunciado, perfecto para el cine de verano que estuvo en esta calle y llevó su nombre. Hay un solar en los pares con una reivindicación, Parque en Arrayán, Pulmón Verde Ya, que conserva una tapia gigantesca que parece la de un cine de verano. Con hiedra colgante de películas verdes. Pero en realidad el cine estuvo en los impares. Junto al palacio de los Marqueses de La Algaba, en lo que ahora es un grupo de viviendas que lleva el nombre de Núcleo Arrayán, el mismo que el aromático cinematógrafo por el que debieron pulular tantos apaches, cowboys, samuráis y novias de Drácula y de Frankestein.
En los quehaceres de la zona manda la primera persona del plural. Limpiamos y desinfectamos alfombras, se lee en la lavandería, que suena a pista de despegue en Bagdad. Forramos Botones, en el bazar de la calle González Cuadrado, que junto a su paralela Palacios Malaver honra a dos héroes sevillanos que dieron su vida en la lucha contra la invasión francesa.
La calle Arrayán empieza en el bar Algabeño, a espaldas del presbiterio de la parroquia de Ómnium Sanctórum. El bar deberá su nombre a los marqueses del Palacios (hoy local municipal y centro de interpretación del Mudéjar) más que al torero falangista. Las fichas de dominó suenan a escuela de castañuelas. El seis doble es el sueño de los jugadores de la Peña Bética Cultural Barrio de la Feria, junto a la que fue casa parroquial. Peña bética en la calle que es cuna de un icono del sevillismo, Pablo Blanco. Un equipo con ídolos de la provincia (Ruiz Sosa de Coria, Lora de La Puebla del Río, Francisco de Osuna, Jiménez de Arahal, Marchena de Las Cabezas de San Juan, Reyes de Utrera, Jesús Navas de Los Palacios) emerge este Pablo Blanco que tuvo en Luis Carlos Peris su biógrafo y fuera capitán y sigue siendo el mejor ojeador del fútbol nacional.
Es Arrayán calle peatonal con la salvedad de las bicicletas. Tiene una farmacia (licenciada Candau Cruz-Conde) y la Madriguera de Mai, bar con cocina mediterránea, vegana y vegetariana. En un extremo de la calle dos héroes que pelearon contra los franceses; en el otro extremo, calle San Luis, los cien mil hijos que con el duque de Angulema al frente cruzaron los Pirineos. Donde Arrayán se junta con San Luis,que fue arteriadel Moscú sevillano, se ha producido un curioso fenómeno cromático. El sol ha desteñido la bandera andaluza que está en el balcón y el verde se ha convertido en azul, con lo que parece la bandera argentina. De Joaquín a Messi. La Argentina andaluza de Falla y Alberti, por la que pasó Lorca con La Argentinita, aunque a todos aquellos andaluces se les llamara gallegos.
Arrayán desemboca en una calle anfibia que es motorizada pero sabe a peatonal, calle San Luis que va de la Macarena a San Marcos. En la esquina de Arrayán hay una panadería alemana y se ve la placa colocada en los 350 años del nacimiento de un ilustre vecino, Francisco Antonio Ruiz Gijón, autor de las imágenes de la Divina Pastora y del Cachorro. Una placa de mayo de 2003 con la rúbrica de Andrés Martín (que lo sigue siendo casi dos décadas después) y Francisco Osorno, y la entonces primera teniente de alcalde y delegada de Fiestas Mayores Paola Vivancos, del Partido Andalucista, que ya es prehistoria política.
Se ve la cúpula de San Luis de los Franceses, iglesia desacralizada y objeto de visitas culturales. Junto a Divina Pastora, Santa Marina, sede del Resucitado, que entre 2019 y 2022, el mismo trienio conmemorativo del quinto centenario de la primera vuelta al mundo, celebra el cincuentenario de su fundación.
Arrayán es una calle-sierpe que en septiembre recuperará a su tránsito más cotidiano, los padres con los escolares camino de los colegios. En Palacios Malaver se ve el simpecado laico del bacalao de la bodega del Mudo, palabra de Mateo Ruiz. Una placa recuerda donde empieza (o termina) la calle Peris Mencheta, tío-abuelo del biógrafo de Pablo Blanco, que en esa casa vivió el maestro Tejera, fundador de la banda señera de las cofradías y de los pasodobles de la Maestranza. Deseosa de volver a convertir las calles de la ciudad en su auditorio predilecto. En este Ayuntamiento bifronte de dos candidatos a suceder al alcalde, deberían darse una vuelta por el entorno de Ómnium Sanctórum. Una joya del siglo XIII así reconocida por la II República cuyos alrededores son un mingitorio vergonzante. La ciudad cervantina Santo y seña del 27 pasó de las Letras a las Letrinas.
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