Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
Emperatriz
Entrevista
Sevilla/Muy cómodo en un convento. Así se siente el portavoz del PSOE en el Ayuntamiento y senador. Invitado a la tertulia El Zaguán de Diario de Sevilla, Antonio Muñoz sugiere que la charla sea en uno de los patios del monasterio de Santa Inés, el de la leyenda de maese Pérez el organista, el de los célebres bollitos horneados, el fundado en el siglo XIV por una Doña María Coronel acosada por Pedro I El Cruel. Se ve que el político socialista, que fue alcalde de la ciudad durante un año y medio vivido con intensidad, se lleva de dulce con las clarisas, que le dejan pasar por las capillas, el refectorio, la cocina, la despensa... Y hasta le invitan a un aperitivo improvisado.
–Usted se siente muy a gusto en la paz de los monasterios, una paz que echamos en falta en muchas zonas de la ciudad.
–Sevilla es una ciudad conventual como han descrito muchos historiadores. En el siglo XXI hay muchos conventos en la Sevilla de intramuros. Y a mi particularmente me gustan porque son un remanso de paz. Sé que es un tópico decirlo. Normalmente son religiosas, aunque hay también religiosos, con una tarea encomiable que también son ejemplo de multiculturalidad. La mayoría de religiosas son latinoamericanas, también las hay del África Negra, asiáticas... Son también ejemplo de un mestizaje propio de nuestro tiempo.
–Menos mal que vienen de tantos sitios, porque de lo contrario qué sería de los monasterios...
–Sí, ¡menos mal! Los conventos forman parte de esa Sevilla menos famosa, más conocida y a la que conviene acercarnos de vez en cuando.
–Llevamos mucho tiempo viviendo de espaldas a los conventos. Aquí hemos sido aficionados a vivir de espaldas al río o de espaldas a la Expo en esos años previos.
–Creo que esta ciudad tiene demasiados mantras, demasiadas etiquetas que el tiempo se encarga de desterrar, pero es verdad que forman parte de esos lugares comunes en las conversaciones a la hora de describir la ciudad. Los conventos se han hecho más visibles en los últimos años., aunque solo sea por el éxito de la muestra de dulces de Navidad. Los sevillanos responden de manera ejemplar a esa muestra, que hace de foco de los conventos. Las monjas desarrollan tareas todo el año, de forma callada y más allá de la labor religiosa
–Por hilar dos temas. ¿Usted necesitó de la paz conventual en ese año y medio tan intenso que vivió como alcalde?
–Sí, Incluso tuve el ofrecimiento de la madre superiora del convento de San Clemente. El monasterio está a doscientos metros de mi casa. Ella me ofreció dormir en el convento algún fin de semana si necesitaba reflexionar. Ellas alquilan sus habitaciones. Me lo estuve pensando. El silencio y el sonido del agua y de los pájaros generan una atmósfera ideal cuando hay que reflexionar sobre cuestiones políticas o personales.
–¿Sufrió mucho como alcalde?
–Si soy sincero... ¡claro que sí! Te vas todos los días a la cama con la cabeza llena de problemas. Lo que más produce ansiedad es que todos los días se pone a cero el contador aunque el anterior te haya ido muy bien. Pero yo he dicho alguna vez que fui una persona feliz como alcalde, una opinión que inquietó a mis asesores por si se podía malinterpretar. Disfruté muchísimo y no lo digo en tono frívolo. La Alcaldía me ha permitido conocer gente, barrios y eventos que me han hecho mejor persona, mucho más tolerante. Y por todo eso he sido más feliz. Eso no significa que me tomara a la ligera los problemas de los sevillanos y de las sevillanas.
–¿La noche electoral se llevó un palo?
–Me llevé un mazazo.
–¿Usted fue una víctima inocente del sanchismo?
–Me llevé un mazazo, un palo, porque el termómetro de la calle me indicaba otra cosa. Tengo mil anécdotas que invitaban a ese optimismo. No creo que hubiera circunstancias que justificaran el cambio en la Alcaldía de Sevilla, dicho sea respetando la decisión electoral. Sevilla no iba mal, acumulaba buenas noticias, respondía bien a los eventos...
–Acumulaba también basura...
–Había asuntos que jamás negué que había que mejorar, como la limpieza. Pero no había ni escándalos ni contestación en la calle. Si el equipo va bien, aunque tenga sus problemas, ¿por qué cambiar de entrenador?
–¿Cómo se explica entonces su salida de la Alcaldía?
–Hubo asuntos que mejorar en los que seguro que los vecinos esperaban más de mi a la hora de resolverlos. Los partidos a la izquierda concurrieron divididos a diferencia de otras ciudades andaluzas. Eso se tradujo en 13.000 votos que no sirvieron absolutamente para nada. Si la izquierda a la izquierda del PSOE hubiera ido unida, a lo mejor el resultado hubiera sido otro. Y, en tercer lugar, el ruido nacional se coló en exceso en la campaña. Mi eslogan era Sevilla y solo Sevilla. Y es verdad que el hoy alcalde, el señor Sanz, me sacaba el tema de ETA, de Bildu... Tengo que reconocer que algún rédito electoral le tuvo que dar.
–El alcalde Sanz estuvo en esta tertulia y explicó una teoría que personalmente comparto. Vivimos en la Sevilla de los excesos. Toca gestionar la ciudad de los excesos en el turismo, en los eventos, en las procesiones... Otros alcaldes tuvieron que gestionar otras coyunturas.
–Yo creo mucho en esta ciudad. Después de la pandemia, como también decía Sanz en esta entrevista, hemos tenido una explosión de ganas de vivir que hemos manifestado de diferentes maneras, como viajando mucho o saliendo más los fines de semana, en definitiva consumiendo más . Esta ciudad, como muchas otras, se enfrenta al reto de gestionar el turismo. Vamos a seguir viajando. El turismo va a seguir creciendo. El desafío será la gestión de esa población flotante. Hemos visto manifestaciones ciudadanas de contestación al turismo en Santander, en Galicia, en Palma.. El equilibrio entre el visitante y el residente se ha roto. Cuando el ciudadano no le ve beneficio al turismo porque no es hotelero, no tiene una agencia de viajes o no es guía, y ve que le molesta en su día a día, cuando sale a hacer deporte, a comprar o a pasear el perro, empieza la contestación que puede derivar el turismofobia. Aquí está el problema de los ayuntamientos. Y no es lo mismo gestionar dos que cuatro millones de turistas.
–¿Algo habrá que hacer? ¿Un plan integral como Venecia? Tampoco podemos renunciar al turismo porque nos va el sustento.
–Indudablemente. No podemos satanizar el turismo. Se pueden ampliar los espacios que concentran la visita turística en Sevilla. La zona norte tiene un patrimonio envidiable que no está incorporado a la oferta turística. El mal endémico por el que los ciudadanos saltan se llama piso turístico. No hablo de hoteles, que requieren otro tratamiento, no de los apartamentos. Hay que limitar el piso turístico porque es un mal, sobre todo en determinados barrios con determinadas circunstancias. Y ahí tenemos el barrio de Santa Cruz, donde el equilibrio entre residente y ciudadano ha saltado por los aires y no podemos permanecer impasibles. No hay que ordenar, porque nos quedaríamos cortos, sino limitar y prohibir.
–¿Está bien aumentar de precio la visita al Real Alcázar, no? Porque no se valora lo que no se paga.
–He sido un defensor a ultranza de la tasa turística. Y por fortuna cada vez hay más alcaldes de diferentes signos políticos que ven su conveniencia. Se trata de distribuir los beneficios del turismo.
–Pero mientras llega o no la tasa, habrá que tomar otras medidas como la del Alcázar.
–Yo creo que hay que pelear por la tasa. Y que se consiga. Sevilla recibiría siete millones de euros si se cobra uno por pernoctación. Nadie deja de ir a Venecia, Florencia o Roma por la tasa. En el caso del Alcázar, comparativamente con la Pedrera en Barcelona o el Prado en Madrid o con otros monumentos muy visitados del Estado español, tiene un precio que está muy por debajo. Estoy de acuerdo en que las cosas deben tener su precio para ser valoradas.
–¿Sevilla es una ciudad barata? Ve uno el aeropuerto y solo operan compañías de bajo coste.
–En el gobierno fuimos conscientes de que Sevilla podía crecer turísticamente. Intentamos combatir un enemigo muy sevillano que es la autocomplacencia, eso de pensar que la gente viene porque Sevilla es muy bonita y no hace falta promoción. Pusimos a Sevilla en el mapa con grandes eventos. Conseguido ese objetivo tuvimos claro que había que hacer otro tipo de apuestas. Esto no podía ser como la película de los Hermanos Marx: “Más madera, más madera!”. ¡Más turistas, más turistas! Y esta ciudad empezó a hacer esas apuestas, al menos en mi gobierno. Crecen los hoteles de cuatro y, sobre todo, de cinco estrellas. Tuvimos eventos como el de Christian Dior.
–Ese es el mejor ejemplo.
–Hay que seguir apostando por esos modelos. No podemos pedirle a la gente la declaración de la renta cuando llega a Santa Justa o al aeropuerto.
–Claro, porque se habla mucho del necesario turismo de calidad. ¿Pero cómo se consigue? No se debe despreciar a nadie.
–El que tiene un hostal y una pensión es un empresario también.
-¿Nos faltan barrenderos o nos falta buena educación?
-Es una buena pregunta. El alcalde dijo que resolvería el problema en tres meses. Y lo que ha hecho es subirle el sueldo de una manera muy considerable al gerente de Lipasam. Sevilla es una ciudad muy complicada de mantener limpia porque vivimos mucho en la calle. Es una ciudad con muchos eventos deportivos, religiosos, culturales... Una señora en la campaña me ponía el ejemplo de Oviedo. ¡En Oviedo llueve no sé cuántos días al año!
–Pero aquí también nos han dado escobas de plata en otros tiempos.
–Bueno... Yo reconozco que se puede mejorar. La plantilla de Lipasam no ha crecido en consonancia con el crecimiento de la ciudad. Más bien ha ocurrido todo lo contrario. La educación es fundamental. Estuve de vacaciones en Japón en Navidad. En Tokyo hay más de 30 millones de habitantes. ¡Pues casi no hay papeleras en la calle! Y la ciudad no está sucia. Pongo otro ejemplo. Me vi con los alumnos de tercer curso de la carrera de Turismo. Les pregunté cuántos hacían botellona los fines de semana, que eran la mayoría, y si recogían los residuos. La mayoría no lo hacían. Estamos hablando de universitarios. Cuando les pregunté la razón me explicaron que era Lipasam la que los recogía.
–¿La pos-pandemia confirma que la hostelería es el nuevo grupo de presión de la ciudad?
–La hostelería tiene un peso importante. Fue uno de los sectores más sacrificados. Hubo otro que fue el de las agencias de viaje, con cero ingresos durante mucho tiempo. Y no fueron tan beligerantes. Los hosteleros tienen su fuerza y la mantienen.
–¿Sigue siendo Sevilla una ciudad aliada de la belleza o somos víctimas del feísmo?
–No podemos fosilizar la ciudad con independencia de algunas intervenciones con las que llevarnos las manos a la cabeza. La ciudad tiene que evolucionar. Podemos quitar muchos rótulos estridentes del paisaje urbano y muchas señalizaciones que no añaden nada. ¿Quién se guía hoy por una señal a la hora de buscar un hotel? Todos tenemos GPS.
–Su buena relación con el presidente Moreno genera recelos en su partido y en el PP.
–El presidente de la Junta y el alcalde de Sevilla, sean del partido que sean, tienen que guardarse lealtad institucional y mantener una buena relación. Yo lo intenté y la mantengo. Yo no comparto políticas de Moreno con la educación o la sanidad, pero tenemos una relación cordial. Los ciudadanos no nos eligen para que nos escupamos unos a otros . Moreno Bonilla es mi adversario político al igual que Sanz. No es mi enemigo político.
–Pero hay gente que se pica en ambos lados porque usted se retrata con él y su mujer.
–Hay gente que se ha picado, sí. Pero también mucha gente que quiere muchas más fotos así. En este momento, con tanto ruido en la política nacional, la gente agradece la normalidad.
–El cambio político en Andalucía era muy necesario, al menos en mi opinión, pero hay quien opina que ha sido más de formas que de fondo.
–Hay un fondo importante. Me preocupa mucho el deterioro de la sanidad pública. Tampoco se partía de una decisión ideal, pero los parámetros de asistencia y de tiempos de espera se han empeorado. Y hemos dejado de tener el colchón que ofrecía la sanidad privada. Hay que reconocer que a Moreno Bonilla es difícil hacerle un rasguño político, pues tiene un crédito bastante consolidado, no es menos cierto que en sus políticas en sanidad, en dependencia y en educación, empiezan a ser muy contestadas.
–En Sevilla seguimos con su presupuesto...
–El PP se negó a aprobar el presupuesto que ahora gestiona. Es paradójico. Yo conseguí sacar adelante aquella cuentas en año electoral con el grupo Ciudadanos.
–Anuncian que sacarán adelante el nuevo presupuesto con una cuestión de confianza, cosa que nunca hemos visto en el Ayuntamiento.
–Mire, mi conclusión después de un año es que Sevilla le viene un poquito grande al señor Sanz. Lo digo con todo el respeto. El traje de alcalde le viene un poquito grande. El señor Sanz no sabe lo que quiere hacer con Sevilla. No sé cuál es su modelo de ciudad. Un empresario distinguido me decía el otro día que había tenido una conversación larga con Sanz y que sólo hablaba de la limpieza, que verdaderamente es un problema. Pero hoy las ciudades competimos unas con otras a la hora de atraer talento e inversiones, universidades, empresas, y tenemos que tener clara la apuesta. Hay que tener luces cortas para los problemas del día a día de los vecinos, pero hay que tener un proyecto de ciudad. Yo no sé hoy cuál es el proyecto del señor Sanz con las improvisaciones y los tumbos que está dando. El presupuesto debería reflejar un modelo de ciudad. Y ahora se va a meter en un lío de intentar aprobar unos presupuestos que en el mejor de los casos nos llevaría a septiembre u octubre. Díganme qué presupuesto va a ejecutarse en 2024.
–Veo que tiene claro que la fórmula de la cuestión de confianza es un lío.
–Es una huida hacia adelante. Había un pacto que se estaba trabajando entre el PP y Vox. Ha habido una interferencia por parte de San Temo, de Moreno Bonilla, al que no le gustaba ese pacto y, por tanto, se ha dinamitado el posible gobierno de Vox y el PP. Por tanto el alcalde se ha tenido que sacar un conejo de la chistera con esa huida hacia adelante. Va a llevar a Pleno unos presupuestos que enterró hace tres meses. Un ejemplo más de no conocer Sevilla, de no saber muy bien qué se quiere. Nosotros se lo decimos en el Salón de Plenos con todo el respeto para el municipio de Tomares: Sevilla es una gran ciudad, Sevilla es la capital de Andalucía, Sevilla no es Tomares.
–Ahora que no nos oye nadie en el patio de este convento. ¿A usted le va a dejar ser el candidato a la Alcaldía?
–Yo me voy a presentar para ser el candidato del PSOE. Con las reglas internas que tiene mi partido, puede haber otras personas que legítimamente quieran.
–Usted va a hacer el paseíllo de las primarias.
–Por supuestísimo. No lo digo desde la altanería ni desde la soberbia. Quiero volver a ser alcalde de Sevilla. Si eso supone pasar por una elección interna con otro compañero o compañera, pues tendrá que enfrentarse conmigo.
–Quiere usted volver al potro de tortura...
–La Alcaldía me ha hecho mejor persona, me ha hecho una persona feliz. Habiendo sido alcalde me he quedado en la oposición para volver a intentar ganar las elecciones en 2027. Creo que soy el único caso.
-¿Usted es más de Felipe o de Sánchez?
–Felipe en 74 protagonizó una renovación del PSOE. Fue un sujeto activo. En este momento, Felipe debe ser más sujeto pasivo y dejar que otros compañeros, en este caso Pedro Sánchez, protagonicen y hagan lo que él hizo en el 74.
–Un gran conocido suyo, Manuel Marchena, quiere ser rector de la Universidad de Sevilla.
–Pues le deseo la mejor de las venturas. Sé que tiene muchas ganas. He bromeado con él por mensajes y le he dicho que en la Sevilla del 27 puede ser rector y yo alcalde .
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