Antonio Muñoz, un político 'indie'

Nuevo Alcalde de Sevilla

Claves para conocer mejor al concejal con fama de ser valiente y acertado en su gestión pero sin vida de partido que se convertirá en el alcalde de Sevilla

Antonio Muñoz interviene durante un acto del Ayuntamiento de Sevilla, con el nuevo lema de la ciudad proyectado detrás. / M. G.
María José Guzmán

15 de diciembre 2021 - 05:59

Estas cosas llevan tiempo. La frase da título a una célebre canción de The Smiths, uno de los grupos de cabecera de Antonio Muñoz, y sirve de percha para reflexionar sobre todo lo que le ha pasado a este concejal del gobierno de Juan Espadas en los últimos años hasta situarse hoy en el umbral de la Alcaldía de Sevilla. Puede que alguna vez, ante la desesperación de ver la excesiva autocomplacencia de su ciudad, se haya sentido arrastrado por ese ingenuo nihilismo al que ponía voz Morrissey y su banda británica pero, sin ser ni un transgresor ni mucho menos un punk, ha ido desarrollando un estilo propio de hacer las cosas, primero durante cuatro años en la oposición y luego durante más de seis ya en el gobierno.

¿Cómo es Antonio Muñoz? Siguiendo con el mismo símil, podría decirse que Muñoz es un político indie, como esa música que llega al público por medios propios, sin un sello discográfico detrás. Muchos han usado como argumento en su contra esa independencia de un socialista que militó antes de llegar al Ayuntamiento de Sevilla en La Rinconada, en la agrupación de su pueblo natal y al que sigue vinculado, sin hacer apenas vida de partido. Alguien que, aunque ya tenía un pasado municipal, llegó de la mano de Juan Espadas, entonces un alcaldable desconocido y con un carisma por descubrir utilizado por el partido en una de sus guerrillas familiares. Ahora que es el elegido para prorrogar una Alcaldía accidental, esta circunstancia se convierte en un inconveniente si aspira, partido y disciplina mediante, a ser designado candidato para las próximas elecciones municipales.

O no. Quizás es ese punto independiente el que hace que, sobre otras cuestiones orgánicas, se valore su trabajo, al margen de las filias políticas. Y eso ha sido, sin duda, su mejor aval y una razón objetiva para que Espadas lo haya señalado entre su grupo de concejales para terminar su segundo mandato y culminar su proyecto. Tal vez es la clave de por qué ha sido el elegido, al margen de su fidelidad y la confianza mutua que ambos se tienen. Y eso también lo consagra, por encima de cualquier otro motivo, como una persona que difícilmente genera rechazo, con capacidad, trayectoria, seria y comprometida, en todas las esferas, y dispuesta a revisar tópicos y acabar con muchos complejos de la ciudad, empezando por los suyos propios.

Antes de desembarcar en la Plaza Nueva en 2011 en el equipo de Espadas, este economista de formación llevaba ya dos décadas ocupando distintos cargos públicos. Primero pasó por la Agencia de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía (1989-93), luego fue director del Área de Hacienda de la Diputación Provincial de Sevilla (1993-99), director del Área de Economía y Turismo del Ayuntamiento de Sevilla (1999-2002), consejero delegado de Sevilla Global (Agencia de Promoción Económica del Ayuntamiento de Sevilla) y director de Turismo de la Provincia de Sevilla, desde 2002 hasta que fue nombrado director general de Planificación Turística en 2004.

Es probable que a Antonio Muñoz nunca se le haya pasado por la cabeza convertirse en alcalde de Sevilla. Que nunca haya estado eso entre sus prioridades personales ni profesionales y que, incluso, nunca se haya creído una persona idónea para tomar las riendas de una ciudad que sigue necesitando grandes dosis de contemporaneidad. No era su ambición, a pesar de su facilidad para el entusiasmo y ese punto de vanidad inocente que irremediablemente da la vida pública y que, probablemente, le hizo fantasear en más de una ocasión con este salto mortal.

Hasta que las circunstancias lo han despertado y colocado en el lugar adecuado y la hora precisa brindándole la oportunidad de demostrar, y demostrarse, que es capaz y que, a sus 62 años, la Alcaldía puede ser un buen sitio donde tomar el testigo en una nueva etapa de su carrera. El autoconvencimiento es un paso que cura cualquier inseguridad. Y en esto ha tenido también que ver el termómetro de su trabajo diario en el Ayuntamiento de Sevilla, que le ha permitido medir sus capacidades y comprobar que su gestión y su perfil aprueban en determinados casos con nota el examen de esas Sevillas donde se creía invalidado, desde la más tradicional y hasta territorios cofrades, donde ha irrumpido con respeto. Y eso ya genera confianza sin necesidad de comulgar ni acudir a cultos.

Quienes aseguran que sólo representa a media Sevilla ignoran al hacer ese cálculo –que no deja de ser un tópico sin fundamento– su punto ecléctico. En las bandas de los 70 y la movida de los 80 están muchos de sus referentes musicales sentimentales y vitales, pero le encanta escuchar música clásica, mucho Barroco y es muy fan de Cecilia Bartoli. Sin renunciar, cada vez que puede, a bailar en festivales como Sónar con la música electrónica de Moderat o LCD soundsystem. Le gusta estar al día de las propuestas más actuales y adora, por ejemplo, a James Blake. Y aunque admira a Bergman y Bertolucci, puede pasar sin problema de El último tango en París, su película favorita de todos los tiempos, a Juego de Tronos, saga a la que tardó en engancharse, The Wire o Breaking Bad. Su 'religión' sí es sólo una: el sevillismo.

Hace ya tiempo que recibe felicitaciones y promesas de voto de gente que se autoproclama de diferente signo, incluso de derechas. Eso ya le pasó a Espadas que, presumiblemente, habría recibido un voto prestado de fuera del PSOE que le permitió gobernar en minoría. Muñoz ha sumado estos días muchos apoyos de gente que no se identifica con el PSOE, pero sí con el concejal y con su estilo de gestionar. Y ya hay incluso quien dice que prefiere a Muñoz antes que a un alcalde de pueblo, en referencia al candidato del PP. Y no es un insulto, ni mucho menos, sólo la referencia a la experiencia que lo avala, la Alcaldía de Tomares, frente al reto de una gran capital de España.

Hay una Sevilla que se ve reflejada en esa nueva marca de ciudad, que ha sido uno de los proyectos lanzados por Muñoz y que representa el espíritu de la Sevilla que quiere y que, como reza el eslogan, es muy famosa pero a la vez muy desconocida. Y encierra mil caras, desde las más rancias a las más transgresoras, una Sevilla diversa que presta atención a las mayorías y a las minorías y también a colectivos como el LGTBi, que le representa, aunque jamás ha hecho bandera política de una condición sexual que ha vivido sin traumas.

Muñoz, sabiéndose elegido y sin esperar más a un señalamiento público que se ha retrasado contra todo pronóstico, ha ido amoldando su agenda, que hace semanas que es de alcalde, y pisando nuevos territorios, sobre todo en los barrios, convencido de que no va a perder ni un minuto más en esa carrera donde el principal rival va tomando ventaja de manera silenciosa. Un margen de libertad que ha asumido como muestra de su decisión y firmeza a la hora de afrontar el nuevo reto.

Algo más de un mandato y medio de gestión municipal da para aciertos y también errores. Estas cosas llevan su tiempo es el título que el concejal dio a un blog donde disertaba de manera libre y, según él, constructiva sobre los asuntos de la vida municipal y social. Un ejercicio que consideraba necesario estando en la oposición frente al gobierno de la aplastante mayoría de Juan Ignacio Zoido y que retrata bien a ese Antonio Muñoz que, sin más aspiración y cansado de una ciudad de arquitectura efímera, pétalos en las calles, cornetas, tambores y cohetes soñaba con una Sevilla que batía récords de turistas en San Pablo, con un Fibes sin fechas libres para nuevos congresos, con un Guadalquivir revitalizado de una vez, una Cartuja colmatada y una industria cultural floreciente y con las salas que colgaban el cartel de no hay billetes. Mucho de ello se ha hecho realidad y, probablemente, haya superado algunas expectativas. Pero no todo.

Muñoz, en una visita a las obras del Arco de la Macarena durante su restauración.

Muñoz tomó las riendas de Urbanismo, un área que permite mucho menos lucimiento que el Turismo o la Cultura, que también gestiona, pero que, sin duda, lo empodera y le permite dirigir la transformación real de una ciudad. Le ha costado, pero es ahora cuando empiezan a verse los frutos de mucho esfuerzo para dar respuesta a las críticas de los constructores, por ejemplo, que reclamaban que la Gerencia de Urbanismo se pusiera a funcionar. Y las cifras de licencias y trámites en la ventanilla única avalan esa gestión y abren la puerta a un futuro prometedor para un sector castigado por la crisis y por los bloqueos de proyectos que están viendo la luz después de muchos años judicializados. Hay mucho urbanismo invisible, pero también otro mal resuelto (o mal comunicado) y que genera controversia como la ordenación de los veladores o las viviendas turísticas que ha abordado, a juicio de algunos, con menos decisión de la debida. Y un déficit histórico de infraestructuras de transportes imperdonable en la capital que, sin duda, requiere de un gobierno mucho más reivindicativo con Madrid. Y ése es uno de sus grandes retos.

El turismo es su política estrella y su combinación con la cultura ha resultado un binomio imbatible. Y ahora está revolucionando el modelo de gestión, algo que quizás no ha sabido o podido transmitir y que es la mejor respuesta a la crítica que se hace a Sevilla por haber dedicado todos los esfuerzos al monocultivo del turismo. Un sector en el que ha reconocido erroresy que la pandemia ha permitido ir corrigiendo. Dicen algunos de sus colaboradores que, sin duda, la gestión turística en Sevilla será un caso que se estudie en los institutos de empresa. Muñoz y su potente equipo no sólo han logrado situar a Sevilla en el mapa y proyectar la imagen de una ciudad nueva, también han sentado las bases para que ese potencial turístico se convierta en polo de atracción de inversiones y el éxito del turismo se exporte a otras áreas. Y, más fuera que dentro, el reconocimiento es indudable y la prueba es su nómina de embajadores, que no para de crecer.

A Muñoz, no obstante, siempre lo ha distinguido su forma de trabajar. Y ésta es claramente una de las claves de sus aciertos. Ni viaja solo ni quiere hacerlo. Su equipo aplaude su motivación, es el motor para conseguir metas y quienes están cerca suya reconocen su talento innato para elegir a los componentes idóneos y necesarios para llevar a cabo sus proyectos. Eso lo convierte en una persona muy TOP, que dirían los más modernos, capaz de transmitir confianza plena en la gestión de sus colaboradores más estrechos, respetando los espacios y apoyando siempre desde cualquier distancia para resolver los obstáculos, reconociendo y atribuyendo luego los méritos a todo el equipo. Y ésa es una virtud que habitualmente escasea en los líderes.

Estas cosas llevan tiempo. Pero todo acaba llegando, otra cosa es cómo se aproveche la oportunidad. Antonio Muñoz se juega mucho y su gran desafío es evitar que, a pesar del clima electoral y otras interferencias externas, Sevilla no se adentre en ningún túnel, como el de una de sus novelas favoritas, El túnel de Ernesto Sábato. La playlist de sus éxitos no cambiará, pero reproducirá otras músicas y otros relatos que va a escuchar con atención. Es su obligación y, como ocurre con el indie, una buena actitud para transformar la vida.

Un año y algunos meses, lo que resta de mandato, es poco tiempo para hacer grandes cosas. Quizás más que suficiente para empeorarlas y, si no cumple su palabra, también para dar pie a una broma infinita, como titula la genial novela de Wallace que presume que no sólo leyó, sino que disfrutó.

¿Qué pasará en 2023? Como decía Hoppe, cuya obra es una de sus debilidades junto con la de los españoles Antonio López y Pérez Villalta, la respuesta completa probablemente esté en el lienzo que pinte en este año. Algo más de doce meses dan para pensar en muchas cosas, a lo grande. Y, aunque a veces cueste, un corazón contento permite contagiar al personal, que no está dispuesto a ponérselo fácil a nadie porque, probablemente, tiene motivos de sobra. Sevilla se merece más y de eso también es muy consciente Antonio Muñoz.

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