La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
La noche del 20 al 21 de agosto de 2013 el Polígono Sur se estremeció. Una niña de 7 años, Encarnación Silva Salguero, había sido alcanzada por las balas de unos pistoleros que buscaban vengarse de un tipo que se había ocultado en la casa contigua a la de la pequeña. Los tiradores no tuvieron miramientos. Dispararon una y otra vez contra la fachada del bloque. Vaciaron sus cargadores y recargaron sus armas para seguir el tiroteo. Su objetivo, un delincuente habitual apodado Faíto, logró salvarse porque recibió una llamada telefónica que le sopló que iban a por él. Colgó el teléfono y se echó al suelo. Las balas le pasaron por encima. En el piso contiguo, Encarnación cenaba con sus padres y sus hermanos. Nadie les avisó. La niña llegó gravemente herida al hospital Virgen del Rocío, donde falleció horas después.
Los presuntos asesinos, miembros de un clan de narcotraficantes conocido como de la Perla por el sobrenombre de la matriarca, huyeron a Málaga con lo puesto, que en este caso incluía varias armas y 300.000 euros en efectivo. En las Tres Mil se juraba venganza. La familia de la niña, emparentada con otro poderoso clan del barrio, el de los Mariano, guardaba silencio. En los pisos de los Perla comenzaba el pillaje. Decenas de aprovechados asaltaban las casas y se lo llevaban todo, en nombre de una menor a la que algunos ni conocían.
La muerte de Encarnación supuso una catarsis en el Polígono Sur. Las asociaciones vecinales del barrio llevaban meses alertando de que los tiroteos eran cada vez más frecuentes entre los clanes y se estaban sucediendo con una frecuencia casi diaria. Nadie les hizo caso. El Polígono llevaba varios meses sin Comisionado, después de que Jesús Maeztu asumiera el cargo de Defensor del Pueblo.
Los diez años de Maeztu en el barrio fueron, para los vecinos, una oportunidad perdida. Su plan integral fue un fracaso y apenas dejó una remodelación de las avenidas principales, un carril bici, varias rotondas y algunos columpios en un barrio en el que hay zonas con un 75% de paro y donde impera el tráfico de drogas y armas. Ni la comisaría de la Policía Nacional, ni el derribo del muro de la vía del tren, ni talleres de empleo... "Era una persona cómoda para las autoridades. No protestaba nunca. Por eso le dieron la medalla de Andalucía y por eso lo han hecho Defensor del Pueblo", dice el presidente de la asociación de vecinos Martínez Montañés, Rafael Pertegal.
La muerte de Encarnación supuso un puñetazo en la cara de unos políticos que ni siquiera se habían molestado en nombrar un sucesor de Maeztu, en lo que parecía más una voluntad de dejar morir un plan que ya estaba herido de muerte por los recortes económicos que de dotar de verdad al Polígono de un impulso nuevo. Tras el tiroteo, la delegada del Gobierno envió a diario a la Policía Nacional a montar controles contra el tráfico de drogas y armas. El trabajo del Grupo de Homicidios, que detuvo a los presuntos autores de los disparos en menos de 48 horas, aplacó los ánimos. La Junta se apresuró a dar las riendas del proyecto de regeneración del barrio a la profesora María del Mar González, con la aprobación del Ayuntamiento, que apostaba por otros nombres.
Un año después, el Polígono Sur sigue siendo el rincón más deprimido de Sevilla y muy pocas cosas han cambiado. Hay un nuevo parque maravilloso, el del Guadaíra, construido al otro lado de la carretera de Su Eminencia, pero las puertas más próximas al barrio permanecen cerradas. Los vecinos del Polígono han de dar un rodeo y andar más de un kilómetro si quieren acceder al recinto sin tener que saltarse la valla. Tampoco hay pasos de peatones por los que cruzar hasta el Parque sin riesgo de ser atropellado. En los casi 365 días que han pasado desde el tiroteo, ni uno sólo de los representantes del Ayuntamiento, la Junta o el Estado se ha dignado a mantener una reunión con los miembros de la plataforma Nosotros También Somos Sevilla, que así lo solicitaron en agosto del año pasado.
En la explanada que divide Las Vegas de la otra zona de Martínez Montañés, esa que tiene los bloques rehabilitados y parece otro barrio, se está levantando el café cultural, que ayudará a vertebrar el barrio. En Las Vegas sigue habiendo suciedad, ratas, toxicómanos, atascos de tuberías, enormes charcos de aguas fecales, cuadros eléctricos al descubierto, arquetas sustraídas... Algunas fachadas se han pintado con grafitis -impresionante es el de Camarón-, en un intento de camuflar el deterioro de los edificios. En los bajos de otro inmueble, la asociación Vencedores ha abierto un gimnasio. A unos metros, una pintada da la bienvenida a las "3.000 maravillas", que por mucho que se esfuerce uno no termina de encontrarlas. En septiembre, con un año de retraso, se entregarán las 64 viviendas -la mayoría de ellas en Las Vegas- que han sido rehabilitadas a lo largo de los últimos años.
Dos empleadas de la Consejería de Vivienda entran un bloque cuyo portal es pestilente. Revisan el estado del edificio y recogen la impresión de los vecinos. Llama la atención el calzado que llevan: botas de montaña en pleno agosto. En el suelo hay cristales, hierros, alguna jeringuilla... Un furgón de la Policía Autonómica da vueltas por toda la zona. Buscan motos robadas en Santa Aurelia la semana pasada. Ya han recuperado varias. También se dedican a luchar contra la ocupación de viviendas. Por las noches, los tiroteos han vuelto. Son tiros al aire, intimidatorios, de clanes que advierten a sus rivales de que ése es su territorio.
Si es jueves o domingo, para llegar de Las Vegas a los Amarillos, la zona de Murillo donde vivía Encarnación, se puede pasar por el mercadillo. Los comerciantes se quejan de que apenas venden, pero el jueves hay gente. En la calle Orfebre Cayetano González, donde fue el tiroteo, una malla cubre la puerta de la casa de la víctima, y también el piso donde se ocultaba Faíto. En la galería comercial de al lado están casi todos los negocios cerrados. En el Polígono Sur no hay indicios de recuperación.
También te puede interesar
Lo último
6 Comentarios