Tres Ángeles en el cielo de Acetres
La casa donde nace Cernuda en 1902 es desde 1917 una cristalería Viven tres mujeres: la mujer, la hija y la nieta del cristalero Conservan la partida de bautismo del poeta.
Nació con el otoño y el otoño se lo llevó, pero muy lejos de este número 6 de la calle Acetres. A su México postrero, la patria de su amigo Octavio Paz. La Nueva España del clásico, porque la Vieja había dejado de existir, "España ha muerto", escribe Cernuda en un desolado y desolador poema londinense a su otrora Amada Invencible.
Al poeta le gustaría saber que en su casa natal viven tres Ángeles. Ángeles Arrabal, sevillana de Nervión, nacida en 1937, se casó con Valeriano Díaz Román, nacido en esta casa en 1934, hijo de Valeriano Díaz Calleja, asturiano de Nava, tierra de buena sidra, que en 1917 vino a Sevilla a hacer fortuna. El matrimonio tuvo dos hijos: Valeriano Díaz Arrabal, que nace en 1962, un año antes de la muerte de Cernuda, y Ángeles, inquilina de la casa, nacida en 1970. La madre de la tercera Ángeles, una niña nacida en 2002, el año del centenario del nacimiento del poeta en esta casa, alumna de las Esclavas, donde se defendió cuando dieron de refilón, "ya sabe, Lorca, Cernuda, Alberti", dice su madre, la generación del 27.
Tres Ángeles en Acetres y muchas historias. La casa está llena de referencias al autor de La realidad y el deseo. Al poeta no le disgustaría este alejamiento de cualquier tipo de mitomanía. Valeriano Díaz, el nieto del asturiano que abrió la cristalería el año de la revolución rusa, admite que su padre, ya fallecido, conectaba mucho más con el padre del poeta, militar de profesión.
"A mi padre le encantaban los libros de guerras, de armamentos, las historias policiacas, la novela negra. A Vázquez Montalbán se lo bebía". Junto a las fotografías y recortes del poeta, hay carteles que confirman las aficiones de su progenitor: VI Concurso Nacional de Uniformes Militares (Sevilla, 1996). Congreso Internacional de Historia Militar. El Ejército y la Armada en 1898. Cuba, Puerto Rico y Filipinas (Madrid, 1998).
En la partida bautismal de Cernuda, que les pasó Manuel Sousa Durán, archivero de la parroquia del Salvador, hay un portorriqueño, su padre, el coronel de Ingenieros Bernardo Cernuda y Bausá, natural de Naguabo, y un cubano, su padrino Mariano de la Sota y Lastra, nacido en La Habana. En la ficha bautismal hay dos Ulises, su abuelo materno y uno de los testigos.
Coincidiendo con el cincuentenario de la muerte de Cernuda, van a pintar y adecentar la fachada de la cristalería. Rodeada de tiendas de antigüedades, es el negocio más antiguo, próximo a ser centenario. Espejos. Colocación a Domicilio. La dedicación artesanal de la familia Díaz es muy cernudiana.
Es incesante el goteo de curiosos y visitantes. "Ahora a todo el mundo le ha dado por Cernuda", dice Ángeles Díaz Arrabal, que confiesa su preferencia por Lorca. "Mi poeta de esa generación es Villalón", dice Fernando Tejada, amigo de la familia, marino mercante, licenciado en Historia del Arte y funcionario. "Cuando yo estudiaba en el Portaceli", dice Valeriano, "nadie conocía a Cernuda. La primera vez que yo oí hablar allí de él fue a mi profesor de Literatura, Rafael Utrera. Tengo un libro que escribió sobre Cernuda y el cine. No sé si se acordará de mí, porque Valerianos no había muchos".
Esta casa, equidistante de Cuna y de Vilima, donde literalmente habita el becqueriano olvido, la han visitado Paloma Altolaguirre, hija del poeta de aquella generación, y Rosa Teixidó, cineasta catalana autora de un documental titulado México, final de dos amores sobre la etapa final del exilio de Cernuda. "Estuvieron tomando imágenes en la casa y tuve que firmarles unos papeles", dice el cristalero de la generación del 17.
De una de las etapas intermedias del destierro del poeta, la más dolorosa, habla Valeriano con conocimiento de causa. "Estuve en Glasgow cuando fue el Sevilla a jugar la final de la Copa de la UEFA y entiendo la manía que le tenía Cernuda". A su hermana le parece un trato excesivamente cruel el que le dispensó el poeta a la ciudad escocesa, aquel "vómito de niebla y fastidio" donde escribió Ocnos y recreó a cientos de kilómetros de distancia los años infantiles en esta casa en la que se llamaba a sí mismo Albanio.
Por eso es la obra favorita del cristalero. "Porque vienen cosas de la casa". Ni la mejor inmobiliaria encontraría mejor agente publicitario. "Estoy de acuerdo con lo que dice Antonio Rivero Taravillo en su biografía. Es imposible que el piano al que se refiere, que oía cuando era niño, fuera el de Turina. Vivía aquí al lado, pero no podía oírlo. Sería otro piano". "Es como si a mí", tercia el marino mercante, "algún día me da por escribir mis memorias y hablo de un vecino que tengo ahora que está aprendido a tocar la trompeta y tiene a todo el vecindario loco".
No le faltan Ángeles a Cernuda en el cielo de Acetres. La casa de la que lo sacaron el 5 de octubre de 1902 para que lo bautizara en el Salvador el capellán castrense del tercer regimiento de Zapadores, que lo inscribió en la grey católica con los nombres de Luis Gonzaga, Mateo, Bernardo, José, Mariano de la Santísima Trinidad. El niño Cernuda que sube las escaleras de la casa de Acetres sueña con los Reyes Magos a los que años después dedicará una Adoración poética llena de desencanto. La fiesta que popularizó en Sevilla su amigo José María Izquierdo, el único nombre propio de Ocnos.
Hay una geografía del destierro de Cernuda y un atlas de las gestas del Sevilla. Los dos itinerarios pasan por Glasgow. Ángeles, la niña, está a punto de volver de las Esclavas, donde estudió su madre. Su tío dejó la casa cuando se casó. Ya no vive, sólo trabaja. Su cumpleaños lo celebra dos días antes del de Cernuda. Valeriano III nació el 19 de septiembre de 1962. Faltaba un año y casi dos meses para que muriera el poeta. El noviembre de 1963 que también se llevó a John Fitzgerald Kennedy.
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