Las Américas de Belmonte, las Españas de Hemingway
calle rioja
Fascinación. Aunque el mestizaje de la tauromaquia no cruzó la frontera de México, en Estados Unidos siempre hubo una atracción por la fiesta a través del cine y la literatura
Se celebró en el Espacio Santa Clara una mesa redonda sobre la mirada foránea de la fiesta de los toros. Hay una América taurina (Perú, Colombia, Ecuador, México especialmente), otra América agnóstica o indiferente con la fiesta (Argentina, Chile, el Caribe, aunque Curro Cúchares murió en La Habana). Ernest Hemingway representó a un tipo de escritores norteamericanos muy interesados por la España de Goya, reflejada en su interés por la guerra civil o por los toros.
Hemingway y John Dos Passos estuvieron en la guerra civil española. Su obra vinculada con esa experiencia fundamental la estudió Pilar Marín, catedrática de Literatura, esposa de Jerry Johnson, un norteamericano que fue cónsul de Estados Unidos en Sevilla y es especialista en la poesía de Juan Ramón Jiménez, Nobel de Literatura como el propio Hemingway.
Hay autores norteamericanos en los que aparecen flecos de esa afición por el mundo de los toros. De forma absolutamente tangencial, en la novela Cero K de Don DeLillo, uno de los escritores preferidos por Harold Bloom, el creador del canon moderno de la literatura, aparece una curiosa referencia taurina. "La sala de la casa donde estaban aquellas cinco pinturas y las entradas que conservábamos enmarcadas, como si fuéramos una pareja de turistas adolescentes, dos entradas para una corrida de toros en Madrid". Un recuerdo del pasado. "Sol y sombra. Plaza de toros de las Ventas. Nos sentamos en una zona que a veces queda al sol y a veces a la sombra. Una zona a la intemperie. Sol y sombra". La mención a una tarde madrileña de matadores en una novela kafkiana sobre un centro en el que se lucha contra la muerte congelando los cuerpos.
Uno de los vínculos más curiosos entre tauromaquia y literatura norteamericana se encuentra en la novela de Javier Marías Así empieza lo malo. En su manera tan peculiar de adentrarse en el alma humana, el hijo del filósofo, académico de la Lengua como su padre, menciona a "un tal Leslie Charteris" que hacia 1980 su cultura cinematográfico-televisiva le permitió saber quién era: "El autor de las novelas y cuentos en que se basaron las varias series de Simon Templar, El Santo". Una serie de los inicios de la televisión en España que protagonizó Roger Moore, el sucesor de Sean Connery en las películas de James Bond. El agente 007 lo crea Ian Fleming, personaje que aparece en la trilogía Tu rostro mañana del propio Marías.
Al creador del personaje de El Santo se le negó la residencia permanente en América al verse afectado por la Ley de Exclusión China. Marías comprobó que el verdadero apellido de dicho escritor era Bowyer-Yin y había nacido en Singapur. El dato taurino viene a continuación: "Lo cual quizá hace aún más extraño que en 1937 se encargara de la traducción y edición inglesas de Juan Belmonte, matador de toros, el célebre libro del español Manuel Chaves Nogales".
James Bond y Juan Belmonte, doble saga-fuga de J.B., unidos en una novela de Javier Marías. Juan Belmonte se pegó un tiro en 1962; un año antes lo hizo Hemingway. "Conocí a Hemingway aquí, boxeamos en el muelle", dice un personaje de Puerto Trópico, esa novela de Barry Gifford que termina con el paseíllo de los integrantes de Grupo Salvaje, la película de Sam Peckinpah.
En Sevilla murió un torero norteamericano. John Fulton estaba en un cartel de toros de la Maestranza como El Yanqui. En el coso del Baratillo le dieron la vuelta al ruedo a sus restos mortales. Era de Filadelfia. Tenía una galería en el barrio de Santa Cruz; ahora es un hotel, pero todavía se conserva su nombre. Pintaba con sangre de toro, fue amigo de Juan Belmonte, con quien aparecía fotografiado paseando por el campo. El Pasmo de Triana hizo las Américas y se casó con una limeña. Fulton fue mecenas de soñadores de lejanos confines que intentaban abrirse paso como toreros en Sevilla: el colombiano Vicente Salamanca, que también simultaneaba la pintura y el toreo, o El Niño del Sol Naciente, nombre artístico de Atsuhiro Shimoyama, japonés de Tokio que decidió vestirse de luces después de ver la versión moderna de Sangre y Arena que protagonizó Sharon Stone.
En una entrevista que le hice a Pepe Luis Vázquez en El País con fotos de Pablo Juliá, el diestro de San Bernardo, del que este año se cumple el centenario de su nacimiento, me regaló este titular: "Hay toreros de Sevilla que parecen de Filadelfia". Parecía un guiño a John Fulton, o a otros compatriotas que soñaron con ser toreros, como Orson Welles, que liberó esa afición en su Quijote, presentado en el cine de la Expo.
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