De Almirante Lobo al Arco de la Macarena

puntadas con hilo

Zoido, asumiendo una tendencia europea, ha anunciado otros proyectos de cierres al tráfico que aún están por ver.

De Almirante Lobo al Arco de la Macarena
De Almirante Lobo al Arco de la Macarena
María José Guzmán

23 de marzo 2014 - 01:00

ZOIDO abominó la política de ciudad de las personas y pieles sensibles que puso en marcha su antecesor en el cargo, el socialista Alfredo Sánchez Monteseirín. Allí donde hubo polémica sobre las amenazas de las peatonalizaciones que hoy los sevillanos, especialmente comerciantes, bendicen, estuvo presente el hoy alcalde. Pero llegó la campaña electoral, en los albores de 2011, y Zoido cambió su discurso para proclamar en los debates de candidatos que él, como alcaldable, no podía estar en contra de una tendencia europea como eran las peatonalizaciones y los carriles bici de Antonio Rodrigo Torrijos. Y, aunque la palabra peatonalización no está aún en el vocabulario habitual de Zoido, a lo largo del mandato se han propuesto varios proyectos que contemplan medidas de este tipo.

Las peatonalizaciones del PP serían, en cualquier caso, más blandas, permitiendo un uso flexible de los espacios, en consonancia con la filosofía que defendió para la derogación del plan centro nada más llegar a la Alcaldía. Podría decirse que el espíritu que mueve estas intervenciones anunciadas tienen más que ver con eso del parar y ordenar que promulga el alcalde que con la intención de transformar la ciudad.

De hecho, Zoido anunció el año pasado dos intervenciones, una en Almirante Lobo y otra en el entorno de la basílica de la Macarena, que tienen más que ver básicamente con la limpieza y el orden externo. Zoido sabía desde un principio que su mandato no iba a ser el de las grandes infraestructuras ni cambios, sino que iba a tener mucho más que ver, aunque no lo reconozca abiertamente, con el de Soledad Becerril, que pasó a la historia municipal por haber dejado a Sevilla limpia y ordenada, como las mejores de las casas.

Y, sin duda, este tipo de obras propuestas tienen que ver con eso. Además, en esta recta final de mandato, para cualquier alcalde parece ser una obligación embellecer y hacer que la ciudad luzca antes de la cita con las urnas.

La obra programada en Almirante Lobo, una semipeatonalización, aún está pendiente y los plazos dados hace un año están por cumplir. En en entorno de la Torre del Oro, el gobierno de Zoido tiene previsto invertir casi un millón de euros y, aunque será una prolongación de la actuación iniciada en la Avenida, ésta sin duda llevará la impronta de Zoido, que ya s ha encargado también de adaptar a su gusto la denominada piel sensible cambiando farolas ducha por fernandinas y de caracol y bancos modelo Ikea, que dicen algunos, por otros de hierro forjado.

También está por ver lo que el PP anunció en el entorno de la basílica de la Macarena, otro punto turístico de la ciudad que se desborda a diario por el intenso tráfico d e la ronda histórica. La obra, que conllevaba también la peatonalización del espacio que rodea al Arco, estaba prevista para el pasado otoño pero se ha retrasado. Esta intervención persigue dar mayor presencia a la basílica y más facilidad para el tránsito de peatones. En definitiva, ordenar también este enclave y limpiarlo de coches, dando lugar a la creación de una nueva plaza pública. Por cierto, otro espacio por rotular con nombre de hermandades, vírgenes y cristos, aunque en este caso estaría bien justificado.

Donde el gobierno local no parece dispuesto a meterse de lleno es en la peatonalización de la calle Betis. A pesar de que cuenta con el apoyo de la oposición y la bendición de la junta municipal d Triana, sólo se ha encargado por ahora un estudio. El PP, a estas altura del calendario más que nunca, teme que se rompa el consenso y salgan a la calle de nuevo las 3.000 personas que se manifestaron contra el cierre al tráfico de San Jacinto.

En definitiva, parece que Zoido tiene claro cuál es el camino moderno, europeo y sostenible de ciudad. Otra cosa es el dinero que haya (o no) para ejecutar obras que, además, tardan a veces años en rentabilizarse. ¿Quién puede asumir ahora ese coste? Quizás esto explique que se hable de reordenaciones antes que de peatonalizaciones y que éstas, de llegar, sean flexibles, blanditas.

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