La Algaba le levanta un monumento a Curro Romero
Emotivo acto en el que se recordó a Rafael Chicuelo, que en su adiós le cede al Faraón el decanato de los toreros de Sevilla
El monumento a Curro Romero en La Algaba, en imágenes
Adiós a Chicuelo, decano de los matadores de toros sevillanos
Con el recuerdo a Rafaelito Chicuelo revoloteando sobre la vertical de La Algaba, dicho pueblo ribereño escenificaba un acto cargado de sensibilidad que tenía como meollo develar una imagen en bronce de Curro Romero toreando con el capote a la par que se inauguraba un espacio lúdico con el nombre de José María Torres Zapico, alcalde que fue durante veintitrés años y que posibilitó que se levantase una preciosa plaza de de toros en la que se unifican material y carros.
La presencia de un buen puñado de toreros que arroparon al Faraón le dio sabor al acto. Espartaco, Emilio Muñoz, Tomás Campuzano, Fernando Cepeda, Litri, Juan José Padilla, Pablo Aguado, Rafael Torres, José Ruiz Muñoz, Alfonso Cadaval, Manuel Escribano, Rafa Serna, Joaquina Ariza o Morante de La Puebla, el hombre que compartió el último paseíllo con el homenajeado. Políticos como Jesús Aguirre, Patricia del Pozo, Fernando Rodríguez Villalobos y personajes como el Duque de Segorbe, Cayetano Martínez de Irujo o el doctor Trujillo también quisieron estar en este acto.
La pieza oratoria que le daba sostén literario al acto la protagonizó Alberto García Reyes, que se explayó en el elogio al eterno Faraón. Arrancando con un sentido va por Chicuelo, Alberto hizo una radiografía sentimental preñada de incondicionalidad y de una amistad joven pero plena de conocimiento del personaje. Rematando la oda con “gloria eterna al Faraón”, seguidamente la banda Asociación Municipal de La Algaba interpretó un airoso pasodoble dedidcado a Curro Romero.
Vértice del evento fue cómo Marina Heredia cantó su amistad con Curro mediante ese cante festero que la granadina remata con el muy conocido “me dijo Curro una vez qué difícil es comer despacito cuando hay ganas de comer”. Seguidamente, Carlos Urquijo, el hijo del dueño de aquellos seis urquijos de la Ascensión de 1966, le dedicó su particular homenaje a Curro con una sentida poesía de cosecha propia.
“Qué difícil me lo ponéis y lo que de verdad me gustaría es poder torear para ustedes en esta placita de tanta solera. Mi agradecimiento más sincero a los compañeros que han venido a arroparme y a La Algaba por lo que le ha dado al toreo a lo largo de los años. Y en este día tan hermoso me llena de tristeza la muerte de Rafaelito Chicuelo, amigo entrañable, torero grandioso y persona excepcional. Qué difícil es ser como era Chicuelo” fueron las palabras que del corazón de Curro Romero salieron para emocionar al auditorio.
Y llegó el turno de políticos abriendo el fuego José María Torres Zapico, el hombre que hizo posible este espacio durante su mandato y recordó que fue Curro Romero el que en 1996 inauguró esta placita toreando un festival. “Mató el primer toro de esta plaza y el último de su vida, como para negar la importancia de Curro con nuestro pueblo”. A renglón seguido, el alcalde actual, Diego Manuel Agüera, hizo un alegato que levantó una gran ovación: “Los toros no son de las izquierdas ni de las derechas; los toros son del pueblo”.
A raíz de toso eso, el motivo del acto, que fue develar la estatua que ha tallado el imaginero local Miguel Ángel Domínguez. Se trata de un lance de Curro Romero vestido de corto y con sombrero de ala ancha, que es como el Faraón vistió las dos veces que hizo el paseíllo en La Algaba. Fue un acto de indiscutible material sensible y en el que nadie puso sustraerse al relevo efectuado en el escalafón de toreros sevillanos. Y es que cuando Rafaelito Chicuelo, a eso de las seis y media de la mañana, fallecía era Curro Romero el que se convertía en nuevo decano de los matadores de toros de Sevilla.
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