Aquella Alameda de Hércules del 900
Episodios sevillanos del siglo XX
ENTREGAS PUBLICADAS 21 y 28 de octubre; 4, 11, 18 y 25 de noviembre; 2, 9, 16, 23 y 30 de diciembre de 2007; 6, 13, 20 y 27 de enero; 3, 10, 17 y 24 de febrero; 2, 9, 16, 23 y 30 de marzo; 6, 13 y 20 de abril de 2008. La Alameda de Hércules inició durante los primeros años de la segunda década del siglo XX la época de esplendor que llegó hasta el tiempo de la II República y terminó con la posguerra mediada la centuria anterior
LA Alameda de Hércules inicio durante los primeros años de la segunda década del siglo XX la época de esplendor que llegó hasta el tiempo de la II República y terminó con la guerra civil. La vida social del paseo más popular de la ciudad recuperó en los años diez el ambiente familiar que fue su principal característica durante la mayor parte de los siglos XVI al XIX, con altibajos que siempre fueron superados positivamente.
La tendencia antes citada terminó en los años de posguerra civil [1939-1954], que acabaron provocando su definitiva decadencia social y la ruina de la arquitectura del sector. La Alameda de Hércules, los solares del mercado de la Encarnación y el Prado de San Sebastián han constituido los mayores fracasos de la política urbana de los Ayuntamientos posteriores al medio siglo XX. La Alameda de Hércules y sus aledaños están incluidos en el Plan Urban de la Unión Europea y ya en las postrimerías del siglo XX comenzaron reformas urbanas destinadas a recuperar parte del barrio de la Feria, calle San Luis incluida. El primer logro ha sido la feliz restauración de la Casa de la Sirenas y su utilización por el Ayuntamiento como equipamiento cultural del distrito.
Para los estudiosos del costumbrismo sevillano, la Alameda de Hércules siempre tuvo atractivos singulares, por coincidir en la historia del paseo macareno múltiples circunstancias sociológicas muy diferentes a las de otras zonas similares de la ciudad. Desde la creación de la Alameda, en 1574, hasta los años republicanos de nuestra centuria, tuvo competencias en todas las épocas con otros sectores urbanos que le disputaron el favor de los ciudadanos en sus horas de paseo y diversión. Para el paseo a pie y en coches de caballos privados y públicos, que era la costumbre social más extendida. Y siempre acabó la Alameda recuperando su público y su ambiente multisocial nunca igualado por otros paseos públicos de la ciudad.
La plaza del Duque (siglo XV), la más antigua de la ciudad junto a la de San Francisco (siglo XIII), fue lugar para el paseo a pie y en coches de caballos de los sevillanos, incluso para la celebración de corridas de toros, que es la única actividad que nunca tuvo la Alameda de Hércules. Durante las estaciones de Primavera y Verano, incluso en Otoño, los ciudadanos utilizaron la plaza del Duque como lugar de encuentros sociales y diversiones nocturnas durante los siglos XVI al XVIII.
La Alameda de Hércules del tiempo de Joselito y Belmonte, entre 1910 y 1920, fue la antesala de la época dorada de los "felices años 20", que enlazaron con el quinquenio republicano y la guerra civil iniciada en julio de 1936. El principal factor de auge de la Alameda de Hércules lo constituyeron los quioscos de bebidas que ampliaron la oferta inicial de los primitivos de agua. Los nuevos establecimientos, de preciosa traza en estilo afrancesado, fueron impulsados por el alcalde conde de Halcón durante 1910-1911 e instalados durante los años inmediatos, no sólo en la Alameda, donde hubo ocho, sino también en otros lugares públicos, como los Jardines de Cristina y de las Delicias, el Prado de San Sebastián y los paseos de Catalina de Ribera y de Cristóbal Colón.
[Fuentes: Félix González de León, Noticia histórica del origen de los nombres de las calles […], Imprenta de José Morales, 1839; Manuel Álvarez-Benavides y López, Explicación del plano de Sevilla, Imprenta de Izquierdo, 1868; Siro García López y Manuel Jiménez López, Nomenclátor de la ciudad, Ayuntamiento, 1937; Santiago Montoto, Las calles de Sevilla, Imprenta Hispania, 1940; Nicolás Salas, Las Ferias y mercados sevillanos, Ayuntamiento, 1974: Manuel Ferrand y Alberto Viñals, Calles de Sevilla, Planeta, 1976; Antonio Collantes de Terán Sánchez, Diccionario histórico de las calles de Sevilla, Ayuntamiento-Junta de Andalucía, 1993, tomo I; José María de Mena, Las calles de Sevilla, Editorial Castillejo, 1994; Joaquín González Moreno, Calles de Sevilla, Gráficas Los Palacios, 1997. J. Marín de Terán, A. del Pozo Serrano, Los pavimentos: un fragmento de la historia urbana de Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla, 1986; R. Vioque Cubero, J.M. Vera Rodríguez y N. López López, Las plazas del casco histórico de Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla y Junta de Andalucía, 1987; J. M. Salado González, Puestos de agua en Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla y Junta de Andalucía, 1985; Manuel Macías Míguez, Alumbrado público de Sevilla (253 años de su historia), Ayuntamiento de Sevilla, 1985].
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