Adiós a un gran cronista de Sevilla

Muere Antonio Burgos

Con la muerte de Antonio Burgos desaparece el principal referente del periodismo sevillano de las últimas décadas

Antonio Burgos, en su domicilio.
Antonio Burgos, en su domicilio. / José Ángel García

Pocas personas como Antonio Burgos han tenido el privilegio de ser considerados como el cronista indiscutible de una ciudad. El día de mañana no se podrá estudiar ni comprender la Sevilla de finales del siglo XX y principios del XXI sin leer los artículos de este periodista que siempre permaneció fiel a su cita con su público desde 1977, cuando empezó a escribir una columna en ABC que con el tiempo sería su famoso El recuadro. Hasta hace apenas unos días hubo una Sevilla cuya primera actividad del día consistía en la lectura de este espacio que dejó para la posteridad auténticas joyas que ya son historia del columnismo español.

Antonio Burgos Belinchón, que ha muerto este miércoles a los 80 años de edad por una enfermedad respiratoria, nació en Sevilla el 30 de mayo de 1943, en el seno de una familia de clase media (su padre era sastre y su madre zapatera). Educado por los jesuitas en el colegio Portaceli, condición de la que siempre se mostró muy orgulloso, Burgos demostró desde sus inicios una especial inclinación hacia las letras y, en especial, hacia la poesía, género que abandonaría muy tempranamente pese a que en 1962 obtuvo el premio del Concurso Nacional de Poesía Universitaria, por Regreso a la tristeza. Con el tiempo, su fuerte sería la prosa, frecuentando la novela, el ensayo y el columnismo. A sus padres y a sus años infantiles dedicó Burgos un puñado de excelentes y hermosos artículos, entre los que podríamos destacar Farol de Cruz de Guía, con el que ganó el premio Romero Murube en 2004 o Los zapatitos del Niño, dedicado a la memoria de su madre.

Antonio Burgos se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Sevilla y en Filología Románica por la de Madrid. Eran años en los que en la universidad empezaba a fraguarse la contestación -minoritaria pero muy activa- contra el franquismo. Burgos, aunque empezó simpatizando con los monárquicos de los Círculos de Balmes, con el tiempo fue acercándose a posturas más izquierdistas, vinculándose a grupos andalucistas como la Alianza Socialista de Andalucía y al Partido Andalucista. Sin embargo, con el tiempo, sin olvidar su compromiso con la autonomía andaluza, Burgos fue evolucionando hacia posturas más conservadoras hasta convertirse en un referente para un público de corte tradicional, sin que eso significase que no contase con miles de lectores de otras opciones vitales y políticas. Como todo gran columnista que se precie, Burgos tuvo una legión de admiradores, pero también de detractores.

La carrera periodística de Antonio Burgos comenzó en ABC en 1966, una época en la que también colaboró con revistas La Codorniz, Hermano Lobo o Triunfo (un publicación referente para la oposición democrática que se forjó en el tardofranquismo). En ABC de Sevilla llegó al cargo de subdirector hasta que, en 1990, tras una época de desencuentros con la dirección de dicho medio terminó fichando por Diario 16 antes de recalar en El Mundo, donde siguió escribiendo su columna. También participó en la revista del corazón ¡Hola! En 2004, sin embargo, volvió a ABC, periódico que, como él mismo dijo, siempre consideró "su casa". Burgos es difícilmente entendible sin ABC.

En radio, Antonio Burgos destacó por sus colaboraciones en la legendaria tertulia humorística El estado de la nación, espacio dirigido por Luis del Olmo y que contaba con gente de la talla de Alfonso Ussía, Luis Sánchez Polack (Tip) y Antonio Mingote. En televisión participó en Este país necesita un repaso. En ambos programas, el periodista demostró un inmejorable sentido del humor, lo cual no impedía sus ácidas críticas al Gobierno.

Más allá del periodismo Antonio Burgos fue un escritor encuadrado dentro de ese movimiento que se llamó los narraluces, junto a amigos como Alfonso Grosso o Manuel Ferrand, entre otros. Aunque es cierto que con el tiempo fue abandonando una primera vocación como novelista, obras como El contrabandista de pájaros (Premio Ciudad de Marbella 1973), Las cabañuelas de agosto (Premio Ateneo de Sevilla 1982) o El contador de sombras (1970), entre otras, nos descubren un fino escritor inscrito en la tradición realista española y preocupado por la historia contemporánea andaluza y sevillana.

Pero el libro que lo lanzó a la fama fue el ensayo Andalucía, ¿Tercer Mundo? (1971) con el que Burgos tomó claramente parte en la lucha andalucista contra el subdesarrollo de la región, levantando ampollas en las autoridades franquistas del momento. Otras de sus grandes obras fue Guía secreta de Sevilla (para muchos su mejor libro), en el que inauguró una nueva forma de mirar la ciudad, lejos de los tópicos y la retórica cursi de los habituales panegíricos de la capital del Guadalquivir. Abundan también las antologías de sus artículos, presentes en muchas bibliotecas privadas sevillanas.

Gran amante de los gatos, les dedicó dos libros Gatos sin fronteras (2003) y Alegatos de los gatos (2004). Aunque no era especialmente capillita, dedicó no pocas columnas al mundo de las hermandades y fue autor de Folklore de las cofradías de Sevilla (1972). Dio el pregón de la Semana Santa en 2008.

Destacable es la autoría de Burgos de la letra de Las habaneras de Cádiz, canción cantada por Carlos Cano (y otras grandes figuras de la canción como María Dolores Pradera), hermosa copla convertida hoy en un himno oficioso de Cádiz, ciudad a la que siempre se sintió estrechamente unido y que lo hizo hijo adoptivo y pregonero de su carnaval. Famosa es su frase "los gaditanos nacemos donde nos sale de los cojones".

En el año 2000, Antonio Burgos se fue a vivir un año a Suiza por las amenazas sufridas por parte de la banda terrorista ETA. Cuentan que regresó a España porque prefería "morir de un tiro antes que de aburrimiento". Dicen que cuando un mando policial le ofreció un arma para protegerse, Burgos le contestó: "¿quién se cree que soy yo, Gary Cooper?".

Con la desaparición de Burgos, Sevilla pierde al que durante años fue su gran cronista y el periodismo español a una pluma fina no exenta de polémicas que nunca consiguieron amilanarlo.

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