Adiós a Pepe Moya: recuerdos desde el fondo del alma

La vida de Pepe dio un vuelco cuando con Concha, su esposa, la gran Concha Yoldi, intentó y consiguió reflotar Persán, la empresa familiar

El empresario José Moya Sanabria.
El empresario José Moya Sanabria. / Juan Carlos Vázquez

Cuando lo conocí sólo era, nada más y nada menos, el hermano de Juanito Moya, mi compañero de tramo en el Cristo de la Buena Muerte cuando aún salía de Laraña. En la dolorosa hora de su muerte es mi amigo del alma Pepe Moya, don José Moya Sanabria para lo que gustase mandar. Ha sido una muerte que, aunque anunciada, es todo lo dolorosa que es la muerte de un amigo de los de verdad y un hombre de esos que tanto se echan de menos en este maltratado país aún llamado España.

Era el hermano de Juan y cuando llega al Betis de la mano de su hermano y del entonces presidente, Gerardo Martínez Retamero, el contacto se hace casi diario. Con Retamero, Paco Borbolla, Antonio Ojeda, Luis Ferrater o Antonio Picchi, las convivencias eran continuas y se da la circunstancia de que Pepe y un servidor conocieron lo que es un txoko vasco de la mano. Era junio de 1985 y el Betis iba a Bilbao a disputar la ida de una semifinal copera al entonces poderoso Athletic de Javier Clemente. El famoso árbitro retirado José María Ortiz de Mendívil, conocido popularmente como Don Moviolo, fue quien hizo que conociésemos de primera mano uno de esos templos gastronómicos.

Se dio el gusto de satisfacer un viejo anhelo, el de convertirse en ganadero de bravo

Fuimos en su coche desde el Villa de Bilbao, pasamos por una Neguri desertizada en aquellos años de plomo, cruzamos la ría en el puente colgante y entramos en Baracaldo, lugar emblemático de la margen izquierda del Nervión y sitio donde se ubicaba dicho txoko. Ni Pepe ni yo le hicimos ascos a aquellas kokotxas de bacalao y cuando sacaron una pierna de cordero per cápita nos miramos asombrados. Pero el asombro no fue impedimento alguno para la cuadrilla y aquel manjar tan delicioso como abundante cayó.

Han pasado casi cuarenta años de aquello y lo estuvimos recordando casi a diario, como recordábamos cuando fue de delegado del Betis a Barcelona para la vuelta de la final de la Copa de la Liga. Ocurrió un año después de lo de Baracaldo y no se le fue de la memoria cómo el árbitro, el nefasto Ildefonso Urízar Azpitarte, le dijo en su presencia a Retamero que a qué había venido, con lo bien que se estaba en el Mundial de México que se celebraba en esos días. Al notar cómo el árbitro bilbaíno le quitaba importancia a algo tan clave para el Real Betis Balompié, ambos estuvieron a punto de ir a mayores con dicho sujeto.

La vida de Pepe dio un vuelco considerable cuando con Concha, su esposa, la gran Concha Yoldi, intentó y consiguió reflotar Persán, la empresa familiar. Y ya con Persán en clara boyantía se dio el gusto de satisfacer un viejo anhelo, el de convertirse en ganadero de bravo. Con reses de Jandilla y de Fuente Ymbro, apoyado por sus amigos Borja Domecq y Ricardo Gallardo, le confió la selección ganadera al conocimiento de Rafael Molina. Compró El Parralejo, una finca en El Castillo de las Guardas propiedad de Ricky Trujillo, lo que aumentó años después adquiriendo Monte San Miguel, finca preciosa propiedad de los herederos de Manolo González. Pepe se ha ido sin ver un triunfo de sus toros en la Maestranza, pero logró vivir una tarde de gloria en la feria de San Sebastián de 2017 gracias a Rabanito, un toro de bandera cuya cabeza preside actualmente la finca.

En enero del año pasado teníamos concertado un almuerzo de béticos en su finca. “Lo hacemos después de Reyes”, decía. Y justo después de Reyes le diagnosticaron el mal que se lo ha llevado un año después. Hoy, con el alma rota por tantos recuerdos compartidos, le decimos adiós a Pepe, un padre y esposo modélico, un empresario de los que tan en falta se echan en esta tierra y un amigo de los que merecen muy mucho la pena. Adiós a Pepe Moya, el hermano de Juanito, el hijo de don Juan, un personaje extraordinario. Descanse en paz a la vera de su Cristo de la Buena Muerte.

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