Sevilla 1979-2019. Así éramos, así somos
Los sevillanos no tenemos nada que ver con lo que éramos hace 40 años, pero persisten lastres como el paro y la escasa o nula convergencia con el resto de España
El gran cambio ha sido el de la mujer: de sólo 17.000 a más de 230.000 universitarias en cuatro décadas
La provincia también se ha abierto al mundo: de 73.000 visitantes extranjeros que llegaban al Aeropuerto de San Pablo hemos pasado a 2,4 millones
Podemos viajar en el túnel del tiempo de muchas maneras. La más obvia es la memoria, nuestra memoria, el recuerdo de lo que vivimos (y el de nuestros padres). Es quizás la más emotiva pero también la más tamizada por la subjetividad. Podemos hacer el viaje a través de la historia, y obtendremos un relato coherente, más objetivo, pero quizás sujeto a interpretaciones, a debates. Y podemos hacerlo a través de los datos brutos, casi sin filtros. Es lo que haremos en este reportaje: fotografiar la Sevilla de finales de los 70 y primeros 80, la que votaba por primera vez en 40 años en unas elecciones municipales, y la de hoy. Así éramos, así somos.
La provincia -en este artículo nos referiremos siempre a ella, dado la dificultad para encontrar datos comparables de los municipios- contaba en 1981 con 1.478.311 habitantes. En los últimos 40 años los residentes han ido creciendo poco a poco, sostenidamente, y ahora somos 460.000 más, un crecimiento muy significativo, pero menor en proporción que otros indicadores. Por ejemplo, el del número de extranjeros. Aquí, hace cuatro décadas había 2.524, una insignificancia. Por cada 1.000 personas que había en Sevilla entonces apenas encontramos a dos de fuera del país.
En 2018, la cifra se había multiplicado por 25, hasta 65.294. Ya están más presentes en nuestra vida, aunque no tanto. Los foráneos son, aún hoy, el 3% de la población, muy poco, si nos comparamos con zonas como Almería o las metrópolis Madrid y Barcelona. En lo que sí hay un salto sin ningún matiz es en el número de personas que nos visitan y sólo hay que mirar el tráfico aéreo del Aeropuerto de San Pablo. Ha pasado de algo más de un millón de personas a más de cinco millones, pero eso no es lo importante. Lo verdaderamente relevante es que en 1980 llegaron a Sevilla por aire desde el extranjero sólo 73.000 personas y en 2018 fueron casi 2,4 millones, prácticamente la mitad del total de pasajeros que aterrizaron en la ciudad.
Los sevillanos como tales también han ido cambiando a medida que la provincia se abría. Y ese cambio tiene sexo femenino. Esta era la mujer de 1980: apenas un 15% de las mayores de 16 tenía un empleo; había 115.000 analfabetas y poco más de 17.000 universitarias; tenían el primer hijo a los 23 años y a lo largo de su vida daban a luz a tres (de media). Si una mujer de unos 25 años de hoy se encontrara con la del pasado a la misma edad la vería casi como una extraterrestre.
La edad media de los sevillanos: estamos estrenando los cuarenta
Pese a la baja natalidad la edad media de los sevillanos no es aún demasiado alta. En 1979 éramos aún muy jóvenes y el sevillano tipo tenía unos 31 años. Ahora acaba de entrar en la cuarentena. Es cierto que cada vez hay más población mayor, pero también lo es que hay menos joven, y de hecho el núcleo de población entre 16 y 64 años es porcentualmente mayor que en 1979. En esa fecha, había 71 personas menores de 16 y mayores de 65 por cada 100 en edad de trabajar. Ahora esa cifra se ha reducido a 51, más que nada porque esa superpoblación joven de los primeros años de la transición se ha hecho mayor (y cada vez nacen menos niños).
Hoy (a fecha de 2017) el número de analfabetas se ha reducido a poco menos de 30.000 (con más población) y el avance brutal se ha producido en la Universidad: 235.000 mujeres tienen estudios superiores, más que hombres (213.000). Ya no se casan hasta los 32 años y el número de hijos por mujer es poco más de uno (1,36). Quizás en lo que más se nota el cambio sociológico es en algo en lo que es protagonista la mujer pero que afecta a los dos sexos: si en 1979 sólo tres de cada cien hijos había nacido fuera del matrimonio, en 2017 es el 48%, casi la mitad.
El paro, la eterna asignatura pendiente
En esta evolución de la mujer, hemos dejado para el final el empleo, porque merece un capítulo aparte. Cuarenta años después, el 40% de las mujeres mayores de 16 años trabajan. Muchas más que hace 40 años, sí, pero dada su incorporación a la formación superior parece un dato insuficiente. A día de hoy, una de cada cuatro mujeres que quiere trabajar en Sevilla no puede hacerlo, porque no encuentra nada. En el caso de los hombres, son uno de cada cinco.
A nivel general, incluyéndolos también a ellos, el paro es de hecho el gran lastre, más ahora incluso que hace 40 años. En esos primeros años de la transición el mercado laboral era pequeño, dominado por los hombres. Había muy poca población activa y eso hacía que el paro, siendo alto (18,11% en 1980 y mucho menor en los años anteriores) no lo fuera tanto. En los años subsiguientes, Sevilla no ha creado la riqueza suficiente como para absorber la demanda laboral procedente del 'boom' de natalidad de los 60 y de las propias mujeres. El 2018, el paro se situó, de media, en el 22,4% de la población activa, tres puntos más que hace 40 años. Es para mirárselo.
Y si el paro sigue siendo tan alto -el año pasado superaba las 200.000 personas-, eso tiene que ver con una realidad indiscutible: Sevilla, igual que Andalucía, no ha podido o no ha sabido converger con España. El Producto Interior Bruto (PIB) per capita (la riqueza producida por cada habitante) en Sevilla era el 77,8% del español en 1979 y en 2016 es el 78,9%. Apenas un punto de avance en 40 años, y encima con tendencia a la baja en los últimos años. Este indicador llegó a estar en el 83% en 2007, punto álgido del 'boom' del ladrillo, para iniciar a partir de ahí un lento declive.
Pérdida de convergencia en los años 60 y 70
Lo que más llama la atención es la percepción, sostenida por los datos, de que Sevilla perdió el tren del desarrollo, o por lo menos se tuvo que conformar con los últimos vagones, en la década de los 60 y 70. En 1955, año del comienzo de la estadística, el PIB per cápita provincial era el 87,6% del español y el de Andalucía el 67,5%. Nada menos que veinte puntos de diferencia con la media de la región, que se han reducido sólo a cuatro 65 años después, y porque el PIB per cápita andaluz ha subido y el sevillano ha bajado.
Hay que recordar que hablamos en términos relativos (en comparación con España y Andalucía), pues desde un punto de vista objetivo la economía se ha disparado y aquella Sevilla autárquica y rural de los años 50 no tiene nada que ver con la de ahora. Eso se observa en la propia estructura productiva: todavía en 1979, el 12,8% del PIB procedía de la agricultura. El 7,7% era para la construcción, el 24% de la industria y el 55% de los servicios. En 2018 el sector primario apenas aporta un 4,7%, la industria un 15% y los servicios se disparan al 73%.
Conclusión: Sevilla cada vez se especializa más en servicios, algo positivo si no fuera porque no ha mantenido el peso que tenía la industria en 1979. Si lo hubiera hecho, quizás otro gallo hubiera cantado.
Otra cosa que ha demostrado el paso del tiempo es que la construcción no puede tener un peso excesivo. Llegó a suponer el 15% del PIB en 2007. Después llegó la crisis y, pese a la recuperación, el 'ladrillo' aún paga las consecuencias. De hecho, en 1979 se finalizaron más viviendas, 10.014, que en 2018: 2.635. Un dato sobre aquella época que llama la atención es que más del 75% de las viviendas que se terminaban eran de protección oficial. Ni siquiera en 2007 se hicieron en números absolutos más VPO que en aquel momento.
Pese a los lastres (paro, ausencia de convergencia) los datos demuestran progreso: de casi medio millón de viviendas pasamos a 900.000; de 300.000 vehículos (uno por cada cinco habitantes) a casi 1,3 millones; de 2.000 kilómetros de carreteras a casi 4.000. Quizás lo que más ejemplifique ese cambio desde un punto de vista técnico o material sea la evolución de las líneas telefónicas. En 1979, había 186.703 líneas telefónicas, una por cada ocho habitantes. Ahora hay más líneas que habitantes, casi 2,3 millones, de las cuales 1,6 millones son móviles. Sevilla es la provincia de la mitad sur de España donde la conexión telefónica tiene más penetración: el 82% de la población tiene una línea.
Sevilla hoy y Sevilla ayer. Gran cambio económico y sociológico, pero aún muchas asignaturas pendientes.
Alta esperanza de vida y progreso evidente en protección social
El progreso material ha venido acompañado también de progreso humano. La provincia tiene hoy una esperanza de vida altísima, que ha pasado de 74,45 años (71,2 para los hombres y 74,4 para las mujeres) a 81,39 (78,61 y 83,67). Eso ha sido posible no sólo porque vivimos más sino también porque la mortalidad infantil se ha reducido de forma exponencial: en Sevilla, en 1980 todavía morían 12 niños antes de un año por cada 1.000 que nacían (uno de cada cien) y en 2018 son apenas tres. No siendo una provincia especialmente dinámica en lo económico, sí se ha alcanzado un grado de bienestar social importante. No hay estadísticas de hospitales, médicos o centros para mayores de 1980, pero sí se puede decir que en poco más de dos décadas Sevilla ha pasado de 30 a 191 centros de atención primaria, de 7.000 a 10.000 médicos y de 165 a 383 centros de personas mayores. Eso sí, apenas si ha incrementado el número de hospitales, de 18 a 20, y -dato preocupante- había más camas disponibles en hospitales en 1995 que en 2016: 5.700 frente a 4.533. Más preocupante aún.
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