13 de junio de 1823: una hecatombe cultural en Sevilla

El Rastro de la Historia

El día de San Antonio una turba se lanzó sobre el gobierno liberal que huía a Cádiz ante la llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis, asesinando, saqueando y destruyendo un importante patrimonio literario, científico y artístico.

'La quema de libros', dibujo de Robert Smirke, entre 1808 y 1818
'La quema de libros', dibujo de Robert Smirke, entre 1808 y 1818
Silverio

16 de octubre 2024 - 03:59

No solo las fuerzas de izquierda azuzan las más bajas pasiones del pueblo. Por muy paradójico que pueda parecer, los movimientos reaccionarios también pueden usar el desorden y el populacho para lograr sus objetivos políticos, tal como ocurrió el 13 de junio de 1823 -día de San Antonio-, en el que la ciudad de Sevilla asisitó a la destrucción de un importante patrimonio mueble histórico, científico y literario.

Para comprender este triste episodio debemos situarnos históricamente. Se viven los últimos estertores del periodo conocido como Trienio Liberal (1820-1823), que había comenzado en las Cabezas de San Juan con el levantamiento militar de Riego, uno de los mitos del progresismo español de todos los tiempos. Durante tres años, el reino intenta recuperar la letra y el fondo de la Constitución de 1812 -desdeñada por Fernando VII desde su llegada a España tras su destierro napoleónico- y se convierte en un faro para el movimiento liberal de toda Europa. Sin embargo, las potencias absolutistas, que entonces eran las que dominaban el orden internacional, deciden acabar con el experimento y Luis XVIII de Francia manda a España el ejército conocido como los Cien Mil Hijos de San Luis, liderados por el Duque de Angulema, con el fin de reponer a Fernando VII como rey absoluto.

Ante el avance de esta segunda invasión francesa, el Gobierno constitucional abandona Madrid para trasladarse al sur. Primero a Sevilla y, cuando ve imparable la progresión de Angulema, marcha a Cádiz, donde intentará resistir sin conseguirlo. Durante su traslado hacia el sur, los liberales llevan consigo a Fernando VII que, aunque sigue siendo el rey oficial de España, puede considerarse como un prisionero. Todos saben que el monarca está detrás de las conspiraciones para acabar con el régimen Liberal y para desactivarlo políticamente deciden declararlo "demente". La declaración aconteció en Sevilla en una de las sesiones de las cortes generales que se celebraron en esos días en la desacralizada iglesia de San Hermenegildo, antiguo colegio jesuita y, ya en los inicios de la autonomía, primer Parlamento de Andalucía.

Cuando el gobierno liberal comprende que no puede seguir en Sevilla decide trasladarse Cádiz, usando fundamentalmente como vía de escape el río Guadalquivir. El día de San Antonio de 1823, cuando los barcos ya están prácticamente cargados para partir, se produce un levantamiento popular azuzado por los absolutistas. El populacho se lanzará a la caza de los liberales y, sobre todo, a destruir sus posesiones muebles, arrojando al río o quemando muchas de estas. Hay que tener en cuenta que la élite de estos liberales se componía de personas sumamente instruidas, por lo que tenían gran cantidad de libros, colecciones, dibujos, instrumental cienfífico, etcétera. Auténticas joyas bibliográficas, botánicas, numismáticas, artísticas o manuscritos, desaparecerán en una de las grandes hecatombes culturales que vivirá la ciudad a lo largo de su historia. Aparte, están los crímenes de personas y la destrucción de dependencias, como el Café del Turco (al que le dedicamos un capítulo exclusivo en este Rastro de la Historia), o la Sociedad Patriótica.

El ambiente de Sevilla en esa jornada fue apocalíptico. Con grandes hogueras realizadas con muebles y libros (se ha llegado a calificar lo sucedido como biblioclastia) y una turba disfrazada con el saqueado atrezzo del Teatro Cómico, cuyos hermosos bastidores y telones también fueron destrozados. Especialmente llamativa fue la explosión registrada en la Alameda con la pólvora robada del Colegio de las Becas (en la actual calle Becas), antiguo seminario jesuita de teología y última sede de la Inquisición en Sevilla.

Pongamos solo algunos ejemplos de los bienes destruidos, sacados principalmente de dos libros: La desventura de la Libertad, de Pedro J. Ramírez, y del monumental ensayo de Vicente Lloréns Liberales y románticos. Lloréns destaca la enorme pérdida que supuso la destrucción en esta debacle de los materiales que el gran botánico Mariano Lagasca (también se puede escribir La Gasca) había ido recogiendo desde 1806 para escribir su historia universal de las plantas umbelíferas. Unas 417 libras de material botánico fueron arrojadas al Guadalquivir, lo que supuso un duro revés para la ciencia española. Asimismo, Lagasca vio cómo le desaparecía el segundo ejemplar manuscrito de la Quinología de Celestino Mutis (uno de los grandes científicos españoles de todos los tiempos).

Lloréns también subraya la pérdida de las papeletas bibliográficas del erudito Bartolomé José Gallardo, quien había sido bibliotecario de las Cortes de Cádiz. Además, perdió todos sus escritos  literarios, filológicos y bibliográficos, entre ellos una Historia del teatro español , y 150.000 fichas para su Diccionario de la Lengua Castellana.

Por su parte, Ramírez recuerda que El Duque de Rivas sufrió la destrucción del manuscrito de su obra Doña Blanca de Castilla, que con tanto éxito se habia estrenado en Sevilla en 1814. Asimismo, que el escritor, periodista, autor dramático, historiador español Félix Mejía vio como arrojaban al río su importante colección de monedas antiguas.

En aquel gran tumulto desaparecieron, además, un inédito atribuido a Cervantes, láminas de Alonso Cano, ejemplares antiguos de las rimas de Gutierre de Cetina, el sello de las Cortes, y un sin fin de objetos y libros con un alto valor cultural e histórico. También curiosidades como el bombo del sorteo de la Lotería, tan importante en la financiación del Estado.

Sin duda, el 13 de junio de 1823 fue uno de los días más tristes para la cultura en Sevilla.

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