Villa Guadalupe huele a cedro de nuevo
Luis Molano, último discípulo de Luis Álvarez Duarte, se instala en el histórico estudio de Gines en el que trabajó el maestro desde mediados de los años 80
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El mejor destino posible. El estudio de Luis Álvarez Duarte en Gines seguirá funcionando como taller de imaginería de la mano de Luis Molano, su último discípulo. Durante muchas décadas, el número 23 de la calle San Luis Gonzaga de Gines ha sido una de las mecas de la imaginería y la escultura procesional. Allí, en Villa Guadalupe, Luis Álvarez Duarte vivía, trabajaba y exportaba sus creaciones a todos los rincones de Andalucía y España. Desde mediados de los años 80, de este estudio han salido obras e imágenes tan celebradas como el Cristo de las Cinco Llagas de la Trinidad o los titulares del Polígono de San Pablo. Por este taller aljarafeño también pasaron para su restauración algunas de las tallas más importantes de la Semana Santa sevillana. Tras la repentina muerte de Álvarez Duarte en septiembre de 2019, ha habido cierta incertidumbre sobre el futuro de este inmueble. Pero, finalmente, Luis Molano se ha instalado allí con su familia tras llegar a un acuerdo con la viuda de Luis y ha reabierto el antiguo estudio en el que tantas y tantas horas pasó con el maestro aprendiendo este noble y bello oficio hasta el último momento.
En el antiguo estudio de Álvarez Duarte todavía se conservan algunos de los enseres del maestro mezclados ya con los del discípulo. Un almanaque con el Cristo del Silencio en su Flagelación de Alcalá de Henares detenido en septiembre de 2019 da buena cuenta de la fecha en la que todo se truncó. El banco de trabajo del maestro y un buen número de fotos completan la escena. La estancia la preside el portentoso Cristo del Perdón, un despojado que Molano ha realizado para la agrupación musical del mismo nombre de Guadix (Granada). Está listo a la espera de que se lo lleven en apenas unas horas. El parecido con las obras del maestro es más que evidente. “Mi forma de trabajar es casi idéntica a la suya en cuanto al rito. En las cuestiones físicas se parece en los cortes de pómulos, la barba, las proporciones, los surcos del pelo... es lo que yo he aprendido”, afirma. El Cristo, tallado en cedro con una altura de 2,07 desde la peana, tiene una lágrima en recuerdo del fallecido director fundacional de la banda. Los ojos, de Cristal, son de los que Luis dejó sin colocar. Tan característicos en su obra.
A Luis Molano, que cuenta actualmente con 33 años, le entró la pasión por el arte y la creación desde muy pequeño. Lo que en principio era una juego se ha convertido con el tiempo en un modo de vida tras pasar por escuela de arte y estudiar en la Facultad de Bellas Artes. Con Luis empezó de aprendiz a los 16 años, en 2008, aunque fue tras terminar los estudios, en el verano de 2016, cuando comenzó a acudir a diario al taller. “A mí desde siempre me llamó mucho la atención el Cristo de la Sed, aunque en Semana Santa nunca lo veía porque soy hermano de San Bernardo. De pequeño leía que era de Álvarez Duarte, pero no sabía si era un imaginero actual o de hacía 200 años... ".
A Luis llegó posteriormente a través de una vecina de Villa Guadalupe compañera de su madre. "Ella lo llamó por teléfono y él lo cogió, algo que no solía hacer. Tras mostrar algunas reticencias, debió pensar que fue cosa de la providencia y decidió verme". Álvarez Duarte recibió a su joven tocayo en la zona en la que realizaba las exposiciones. “Yo le llevé algunos dibujos y modelos. Me preguntó si de verdad esto me gustaba y me quería dedicar a ello. Le dije que sí. Me respndió que lo que le llevaba no valía. Que él me enseñaría. Más que un maestro ha sido como otro padre para mí”.
Molano volvió al estudio del maestro hace ya varios meses, aunque hasta esta misma semana no se ha formalizado la compra del chalé. “Llegar aquí de nuevo después de tanto tiempo es una experiencia muy fuerte. Como yo digo todavía hay polvo de cedro del maestro. Se siente su presencia. Yo creo que alguna manera él ha querido que yo esté aquí porque en principio se habló de hacer un museo, una escuela taller... aunque mi intención fue comprarlo y seguir con el taller”.
Cinco años después Villa Guadalupe huele de nuevo a cedro. De Luis a Luis. De Álvarez Duarte a Molano. Del maestro al discípulo.
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