TIEMPO
Lluvias en Sevilla este lunes

Viernes Santo en Carmona. De Ocampo a Lacomba

Reliquias de la provincia

La cofradía del Silencio simboliza la evolución artística de la religiosidad popular: del barroco del XVII al minimalismo del XXI

La cofradía del Silencio discurre por las calles de Carmona la noche del Viernes Santo. / Marta García Montero.

El barroco en lenguajes distintos. En más de una ocasión hemos traído a esta serie hermandades de la provincia que destacan por conservar pasos procesionales que constituyen auténticas reliquias, ya que han mantenido formas estéticas perdidas en la mayoría de los municipios por la influencia del modelo de la capital. En este caso nos vamos a centrar en una corporación que, además de conservar unas andas del siglo XVII, ha apostado por la vanguardia a la hora de que sus titulares salgan a la calle. Razón más que suficiente para acudir a verla. Hablamos de la Hermandad del Silencio de Carmona, joya indiscutible de la provincia.

Su historia requiere de un capítulo al margen, por su amplitud. No en vano, desde 1597, año en que asume las reglas de la sevillana Hermandad del Silencio (redactadas por Mateo Alemán), conserva gran parte de su documentación. A partir de 1609 tiene capilla propia en la parroquia de San Bartolomé, una de las más bellas de Carmona. Entre 1597 y 1607 rindió culto a una imagen de Jesús Nazareno realizada en papelón por el escultor Marcos Cabrera y que en 1608, tras el estreno del nuevo titular, fue vendida a la hermandad nazarena de Lora del Río.

En 1604 suscribe con la hermandad homónima de la capital una capitulación por la que establecían vínculos de confraternidad y participaban de gracias, privilegios y prerrogativas. Una vinculación que llevó a la corporación carmonense a defender el voto concepcionista en 1615, por mediación de Tomás Pérez.

Otras fechas importantes en su devenir histórico fueron 1696, cuando se incorporó como titular la Virgen de los Dolores, y 1708, año en que se recibió como hermano a fray Isidoro de Sevilla, que donó a la hermandad la imagen de la Divina Pastora, segunda de esta advocación en todo el mundo tras la de Santa Marina.

Los titulares

Sin duda, el Nazareno de Carmona es uno de los referentes de la imaginería andaluza. Pilar devocional de esta localidad de la comarca de los Alcores junto a la Virgen de Gracia, patrona del municipio. De ahí que en 2007 se le concediera la medalla de oro de la ciudad con motivo del cuarto centenario de su hechura. Se trata de una obra documentada de Francisco de Ocampo, realizada en 1607. El estudio de esta talla ha servido para atribuir otras imágenes con rasgos similares, como los titulares de la Candelaria y el Silencio, de la capital hispalense.

Primer plano de Jesús Nazareno, obra de Francisco de Ocampo. / Marta García Montero.

Se trata de una obra plenamente manierista y de talla completa, en cuya túnica se aprecia la técnica de los paños mojados, con rico estofado. Ocampo sigue aquí el modelo de Nazareno establecido por el pintor Luis de Vargas. Por tal motivo, en su origen fue concebido para portar la cruz “a modo de lábaro”, con lo que se representaba el abrazo al Santo Madero. Una iconografía –que se mantiene en el Silencio de Sevilla– que cambió en 1698 al incorporar la figura de Simón de Cirene, obra del taller de Roldán. La cruz que porta en su salida es de carey y plata, realizada por Nuncio Onibense y Valentín Cuaresima. La imagen de la Virgen de los Dolores es una interesante talla, realizada por Duque Cornejo en 1696.

Virgen de los Dolores, una talla de Duque Cornejo. / Marta García Montero

A la valía artística de los titulares debe sumarse la de los pasos procesionales. En esta ocasión, haremos un recorrido a la inversa por la cofradía. Empecemos por el final, ya que, según la hermandad, aquí se encuentra el paso de palio completo más antiguo que procesiona en la actualidad, “el único verdaderamente barroco”. Todo el conjunto está realizado en plata: los varales son de Simón López Navarro, de 1695; las bambalinas, que llevan inscritas en letras argénteas la profecía del anciano Simeón; y el techo de palio y la peana son de Antonio de Luna (1725/26). Una de las características de este paso son sus reducidas dimensiones: contiene diez varales y no 12, como la mayoría, y ello pese a que hasta 1925 era de ocho.

Un manto que vino de Triana

El manto con el que recorre la noche del Viernes Santo las calles de Carmona es de terciopelo negro bordado en oro. Perteneció a la Esperanza de Triana, hermandad a la que se lo compró en 1909. Su diseño es propio de finales del siglo XIX. Se ha venido atribuyendo a Emilia Salvador Ibarra y a Rodríguez Ojeda, aunque, según precisa el historiador del Arte, José Ignacio Sánchez Rico, recientemente se ha podido documentar, a través de noticias publicadas en la prensa de la época, que salió del taller de las hermanas Antúnez. Remata el conjunto una corona de 1732, de Fernando Gámez, y un puñal de 1778, de José Adrián Camacho.

La luna alumbra el palio de ocho varales de la Virgen de los Dolores. / Marta García Montero

Estamos, por tanto, ante una reliquia del pasado, pues constituye uno de los primeros modelos de paso de palio que han llegado con pocas alteraciones hasta nuestros días. Pero esta cofradía, que abre la figura del muñidor, destaca también por el paso del Nazareno, que supone una apuesta por la vanguardia artística. Estrenado en 2008, se trata de un diseño del pintor Juan Fernández Lacomba, que desde la década de los 80 reside en esta ciudad patrimonial. Está lacado en rojo (el color litúrgico del Viernes Santo) y contiene piezas en carey y plata, a juego con la cruz del Señor.

Una patena para el Señor

Lacomba, en esta obra, ahonda también en las raíces del barroco, pero para concebir un paso que sale de la línea habitual. La idea principal es que la escena conformada por el Nazareno y el Cirineo quede “totalmente despejada, sin aditamentos ni anécdotas decorativas”. Para ello, aúna el “purismo renacentista” con formas “posindustriales” y minimalistas propias del momento en que fue concebida la obra.

El paso de Jesús Nazareno, diseñado por el pintor Juan Fernández Lacomba. / Marta García Montero

Una de las características del paso es la división de la canastilla en dos cuerpos. El más alto –donde se insertan esferas convexas– conforma una patena sobre la que se escenifica el pasaje pasionista, una comunión con el espectador. Se une, también mediante esferas, con el segundo cuerpo, formado por piezas cóncavas. Entre ambos se crea un vacío que aporta “aire” al conjunto. Los respiraderos están incorporados a los faldones (como ocurre en el paso del Gran Poder, del siglo XVII) a través de galones entrelazados.

En definitiva, historia y vanguardia se dan la mano cada Viernes Santo en Carmona, en una cofradía para disfrutarla de principio a fin.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último