Esa vieja conocida
Domingo de Ramos
La ciudad estrena lluvia en el día de los estrenos, unos chubascos que rompen la jornada pero que, quién lo iba a decir, permiten la salida de la Amargura.
Acude a la cita en el último minuto, cuando todos se creen ya libres de su presencia, cuando la familia se las desea muy felices porque parece que esta vez sí se librará del pariente impertinente, ese que es especialista en aguar las fiestas y al que hay que soportar a base de buena educación. Resignación, se llama. Llega y con su llegada se agrian las caras, se avinagran los rostros. Y ahí está, como una señorona respondona, ahí está esa vieja conocida de las cofradías, esa mala compañía, esa manzana podrida. Hace tanto tiempo que nos conocemos que no nos sorprende su matraca, su ruido, sus efectos, sus juegos. Ahí está, dejándonos la sensación de que no ha pasado un año, como si el tiempo no hubiera transcurrido y estuviéramos rodando aún aquella amarga película de 2011. La historia no se repite, la historia es la misma, que decía aquel viejo catedrático de Derecho Romano. Por eso esta historia es la misma del pasado año. La misma. Como si un año no hubiera pasado. Como si las elecciones municipales, el verano, las generales, la Navidad y las autonómicas hubieran sido un paréntesis. Todo sigue igual. Llega la Semana Santa y se forma con disciplina la cofradía del pinganillo, cuyos miembros navegan sin rumbo en la ciudad desangelada. La vieja conocida llega y con ella nace la Semana Santa de los soportales, con decenas y decenas de familias refugiadas en Imagen, porque las setas no sirven ni para fajarse del agua. Es lo de siempre. Cuando esa vieja conocida llega y comienza a quejarse de vicio, se activa la liturgia de cabildos de urgencia. El Amor decidió aplazar la salida de la Borriquita, tal como tenía proyectado desde el sábado. El resto de las cofradías de la primera mitad del día caen como cuentas del rosario: la Paz, Jesús Despojado, la Cena... Quede para el recuerdo la salida en falso de la Hiniesta, que puso en la calle el cuerpo de nazarenos del primer paso. El Cristo de la Buena Muerte se asomó a la ojiva de San Julián. Y hasta ahí llegó. Una decisión inusual y que muchos no comprendieron, pues la lluvia no cesó en ningún momento. También la historia de las cofradías está jalonada de estos intentos frustrados, incluso de hermandades que no saliendo acercaban sus pasos a las puertas de salida para deleite del pueblo. La gente en los bares hacía ayer apuestas sobre lo que tardaría la cofradía en dar macha atrás. "¡Dame los veinte euros!", le dijo un camarero de la Alfalfa a su compañero.
Salida de la Hermandad de la Estrella (Vídeo: Ainhoa Ulla)
Hay varias horas de calles ayunas de pasos. El dueño de otro bar sentencia: "Hoy la gente de las mesas tarda en pagar. No tienen nada que hacer". El primer nazareno de la Amargura cruza por la calle Regina a las cinco y media de la tarde. Camina empapochao como una torrija. La Plaza de San Juan de la Palma está encharcada. Hay cante y baile en el bar de enfrente del templo. Deben ser los estragos del alcohol. Quién sabe si de la falta de cofradías. A falta de pasos, vino.
La Amargura por Conde de Torrejón (vídeo: Ainhoa Ulla)
La vieja conocida de las cofradías no llegó sola. Trajo viento y sensación de frío, presagio de una noche despoblada. San Roque se echa la calle para alegría del tramo del pinganillo que resiste la espera en bares sucios y mesas abarrotadas de restos del mediodía. San Roque avanza a paso de mudá. Parece una película de los años veinte de la velocidad que lleva por Ponce de León y Santa Catalina. A la Virgen de Gracia y Esperanza le da un sol tibio. La Estrella pone la cruz en la calle. Hay llovizna, pero los nazarenos avanzan por San Jacinto, donde el pueblo tiene hambre de cofradías, esa sensación tan familiar en los últimos años.
Después de 12 años, La Borriquita y El Amor de nuevo juntos (vídeo: Ainhoa Ulla)
Los nazarenos del Amor se acercan al Salvador. No van solos. Muchísimos llevan de la mano a los nazarenitos de la Borriquita, estampa inusual. La última vez fue en 1999. San Pablo y Reyes Católicos se pueblan hasta el exceso desde que aparece la cruz de guía de la Estrella. Son calles anchas, idóneas para el público de carritos. El paso de misterio del Señor de las Penas luce una preciosa y generosa alfombra de lirios morados con algunas flores rojas en la trasera. Una delicia de paso. La Virgen pasa a gran velocidad por Rioja. Un año más se cantó el Ave María en la puerta del Santo Ángel. Pero todo con celeridad, sin perder de vista el cielo. Noche plena. La radio da cuenta de una emotiva levantá por los sevillanos no nacidos en el Salvador. Sonido de cascabeles.
La vieja conocida de las cofradías parece que se ha marchado por un rato largo. Ha dejado sus barrabasadas. Ha dejado una Semana Santa diezmada ya desde sus inicios. Ha dejado el domingo roto. Ha aguado la fiesta, como el pariente plomizo y burlón. O tal vez sea simplemente que es la misma Semana Santa del pasado año que no ha hecho más que continuar. Y no nos habíamos dado cuenta. La historia no se repite. Es la misma. Dicen que hoy, las cofradías y esa vieja conocida se volverán a encontrar. Pero aún quedan unas horas maravillosas para disfrutar de la Semana Santa plena con la Amargura.
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