Vidrieras. La luz en teselas de color
El Aprendiz
Un oficio que surgió para alumbrar los templos y del que son continuadores Antonio Javier Salgado y María del Rosario Hernández
En su taller de Sanlúcar la Mayor emplean las mismas técnicas del siglo XVII, casi todo manual
La pasamanería. La hermana no tan pequeña del bordado

Las más famosas en suelo español están en la Catedral de León. Alcanzaron gran auge en el gótico, cuando los arbotantes elevaron la altura de las bóvedas y los muros se hicieron más livianos. Un auténtico arte del que en Sevilla quedan también excelentes muestras. Ahí están las fotos del Salvador, donde la luz se transforma en paleta de colores cuando entra por alguno de sus ventanales. Es el milagro que obran las vidrieras, de cuya compleja elaboración quedan escasos talleres. Uno de ellos es el que regentan Antonio Javier Salgado y su mujer, María del Rosario Hernández, en Sanlúcar la Mayor. Aquí todo se hace con las manos y con las técnicas del siglo XVII.
De este artesano se podría decir que es un auténtico ludita. La presencia de las máquinas en su taller del Aljarafe es mínima, por no decir casi nula. No hay nada pensado para acelerar el proceso. Todo lleva su tiempo. Hasta los colores los elabora este matrimonio sevillano a base de pigmentos naturales. Antonio Javier no admite discusión en su actuación: una vidriera cuando se restaura debe quedar como la dejó su autor original. En perfecto estado. Ésa es su filosofía.
Salgado ha intervenido en innumerables restauraciones. Una de las últimas han sido las vidrieras de la parroquia del Sagrario, en la capital hispalense. Ahora tiene otro cometido similar: las de la parroquia de Nuestra Señora de la Granada, en la localidad onubense de Moguer.
Los maestros
Este profesional del vidrio, del color y de la luz tuvo dos maestros de referencia. El primero, su padre, José Salgado, quien estuvo trabajando para la Casa Maumejean, fábrica parisina de vidrieras, fundada a mitad del siglo XIX y que estuvo activa 150 años. De él asimiló todo lo concerniente al vidrio. Su otro maestro tiene nombre propio en el arte sacro: Fernando Marmolejo Camargo, persona fundamental para desperar en Antonio Javier su habilidad en el dibujo. “De él aprendí a manejar los volúmenes”, señala este artesano, en cuyos diseños se observan “los trazos de orfebrería”. “Intento que mis proyectos tengan esa parte arquitectónica”.
En la visita a su taller, Salgado enseña varios de sus diseños en los que se observa ese componente. También muestra algunos primeros planos de imágenes sagradas que ha dibujado a carboncillo. Una de sus obras más aclamadas es la vidriera con el rostro del Cristo de la Conversión, de la Hermandad de Montserrat, que forma parte de la exposición de arte sacro que acoge esta cuaresma el Castillo de San Jorge.
“El oficio de vidriero está en peligro de extinción. Quedan pocos talleres para un trabajo tan antiguo. Llevo 43 años en esto y no veo relevo”, lamenta Salgado. María Hernández, que hace las veces de oficiala del taller, se encarga de ayudar en el montaje y desmontaje de las piezas. Explica el complejo proceso que tiene esta labor, con una jerga repleta de términos propios.
El proceso
En caso de que se trate de una vidriera de nueva ejecución, se atiende a la idea del cliente, que se traslada a un dibujo, el cual debe fragmentarse en teselas (las piezas que, a modo de puzzle, conforman el conjunto). Cuando el dibujo no es de Salgado, sino de otro autor, éste debe adaptarse a la distribución de las teselas para evitar cortes en zonas clave, como los rostros. También ha de valorarse la longitud de las vidrieras, ya que si son demasiado grandes, habrán de dividirse para que no se abomben.
Las figuras que componen los conjuntos se perfilan con grisallas negras, para lo que se usa un pincel fino, con pelos blandos que contribuyen a lograr una gran precisión. Secados los perfiles, se aplica la denominada Lavis, una capa de grisalla marrón que otorga volumen a la obra.
Luego llega el momento de la mufla, cuando las teselas se meten en el horno, a 650 grados. En ella se funden el vidrio y las pinturas hasta el momento aplicadas, lo que permite conformar una base para el siguiente proceso, que requiere de un enfriamiento previo. Las teselas vuelven a ser sombreadas en el caballete con grisallas. Se usa el aguarrás como diluyente. Llega el momento de emplear los esmaltes, por el revés de las piezas. De nuevo al horno, con idéntica temperatura. Otra vez enfriadas las teselas, se colocan sobre el boceto original y se montan sobre unas guías de plomo. Los puntos de encuentro se sueldan con una aleación de plomo y estaño.
La última fase concierne a la consolidación de la vidriera, para lo que se utiliza un compuesto de sulfato cálcico, aceites de linaza y secantes naturales. La pasta se introduce entre el vidrio y el plomo. Se concluye el trabajo con una pátina de gasolina.
La restauración
Este proceso se sigue, en buena medida, en caso de que se trate de una restauración. En esta intervención se comienza con una cata para conocer la dureza del vidrio y la posible existencia de hongos. Si estuvieran presentes, se aplica una solución de agua destilada y ácido oxálico. Las teselas rotas o muy deterioradas (que impiden una lectura correcta de la obra) se sustituyen por unas de nueva factura, de idéntica apariencia y técnica que las originales. Para ello, estas piezas se pueden someter hasta cuatro muflas para conseguir la mayor similitud.
Otro aspecto importante en la restauración, antes de comenzar el proceso, es obtener datos sobre su antigüedad y autoría, si se desconocieran. Con tal fin, se estudia el tipo de vitral y la pigmentación original.
Entre las vidrieras que ha restaurado el taller se encuentran los lucernarios del tesoro litúrgico del Gran Poder y del Círculo de Labradores o las vidrieras del camarín de la Macarena, que hasta que no se limpiaron muchos hermanos desconocían que contenían estrellas. “Se hizo en un tiempo récord, pues hubo que aprovechar las dos semanas que la Virgen está en el paso”. O también las del Consulado de Colombia. En las de nuevos proyectos, cabe mencionar las que se hicieron para la parroquia de San Diego de Alcalá o para el Ayuntamiento de Palos de la Frontera. La luz hecha color. Un milagro artesanal de siglos.
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