¿Qué ver y cuándo en la Semana Santa de la provincia de Sevilla?
Más allá de la capital
Le invitamos a realizar un recorrido por municipios que guardan ritos y estéticas propias para celebrar la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo
Reliquias de la provincia
La Semana Santa de Sevilla capital ha servido de modelo para otras muchas ciudades (más allá, incluso de Andalucía) que la han tomado de referencia a la hora de celebrar la fiesta religiosa. Sin embargo, hay ciertos municipios de la propia provincia que han logrado preservar sus ritos y formas estéticas de esta gran influencia. Por tal motivo, siempre resulta aconsejable que, llegadas estas fechas, busque hueco para darse una escapada por los pueblos en los que encontrará auténticas reliquias del pasado que, o bien se han mantenido a lo largo de los siglos, o se han recuperado convenientemente.
Con tal fin, a continuación mencionamos varias localidades que conviene visitar durante los días santos, pues en ellas encontrará unos modelos muy distintos de conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
Además, hallará como aliciente que, aunque cuenten con gran presencia de público, no se registran las masificaciones de la capital, a lo que se suma esa naturalidad que hace tiempo se perdió en la ciudad hispalense durante esta fiesta religiosa.
El Divino Infante
Empecemos por la infancia, que tanto protagonismo cobra en estas fechas. La iconografía del Dulce Nombre de Jesús, tan extendida en los siglos XVI y XVII, se mantiene viva en dos municipios sevillanos en plena Semana Santa, algo que también ocurría en la capital hispalense el Jueves Santo con la Hermandad de la Quinta Angustia. Los ejemplos los encontramos en Estepa, con la cofradía del Niño Perdido, que sale el Miércoles Santo por la tarde por las calles de esta ciudad de la Sierra Sur, una de las comarcas más ricas en tradiciones.
El titular de la cofradía se incluye en un misterio que representa el momento en que el Niño Jesús, con 12 años, se perdió de los Santos Esposos y apareció en el templo, hablando con los doctores. Es una interesante talla del siglo XVIII, atribuida según los últimos estudios al vallisoletano Luis Salvador Carmona. Por cierto, si van por allí, fijen la mirada en el globo terráqueo que el Dulce Nombre porta en la mano izquierda. Cuenta una leyenda estepeña que, si en una levantá del paso se le viniera abajo, el mundo se acabaría. Recen para que eso no suceda.
En Marchena, una de las ciudades con mayor idiosincrasia cofradiera de España, también se puede venerar esta advocación, que recorre las calles de la ciudad monumental la tarde del Jueves Santo. Se trata de una interesantísima talla que el catedrático Hernández Díaz atribuyó a Juan de Oviedo, pero que recientes investigaciones lo acercan a la obra de Montes de Oca. Si valiosa es la imagen, no menos lo es la piña barroca sobre la que procesiona, uno de los rasgos identificativos de la Semana Santa marchenera. Porta atributos pasionistas, entre ellos, una rica cruz plana de plata de ley, de la primera mitad del siglo XVIII, en cuyas dos caras se superponen los símbolos de la pasión, contenidos en 30 cartelas y grabados a buril.
Diferentes formas, mismo fin
Aunque el modelo más extendido a la hora de portar las sagradas imágenes ha sido el paso con costaleros, en la provincia sobreviven otras formas de salir a la calle. El ejemplo más cercano se encuentra en Alcalá del Río, otro de los referentes cofradieros de la provincia por la gran cantidad de ritos propios que atesora. En esta localidad de la Vega, a pocos kilómetros de la capital, el Cristo de la Vera-Cruz (atribuido a Roque Balduque) y la Virgen de las Angustias (una de las dolorosas más bellas de la provincia y casi con toda certeza obra de Montes de Oca) salen el Jueves Santo en dos pasos portados por hermanos nazarenos que, con el hábito penitencial propio (que incluye una característica gola en el cuello), llevan las andas a través de dos largas maniguetas o costeros situados en los laterales. El crucificado, por cierto, conserva el velo que pende de la cruz, en alusión al velo del templo de Jerusalén que se rasgó tras la muerte del Redentor. El de la Virgen es un portento de orfebrería y bordados, donde destaca el palio de las Hermanas Antúnez, donado por el torero Antonio Reverte.
Tampoco lleva costaleros el Cristo de Confalón, que puede contemplarse en Écija la tarde del Jueves Santo. Se trata de una imagen renacentista (siglo XVI), en la que aún se aprecian vestigios góticos. La cruz en la que está enclavado es rectangular (no arbórea), compuesta de taracea de nácar, marfil y carey. El crucificado sale a la calle sobre una peana o piña, que hace las veces de trono regio, llevado a modo de silla gestatoria. Es portado por los hermanos de paso, sobre los hombros y vestidos con un ancestral hábito (túnica y capillo corto blancos; y cinturón, corbata y guantes negros con el escudo de la hermandad). Hacen todo el recorrido descalzos, en alusión a los campesinos que, según la leyenda, tuvieron que quitarse los zapatos para sacar al Cristo del pozo donde fue hallado.
Pero si le apetece ver algo exótico, no duden en acercarse la tarde del Martes Santo a Osuna. Allí podrá admirar un paso egipcio. Sí, como lo leen. Se trata de las andas que diseñó el valenciano Vicente Tena en 1905 para la Virgen de la Esperanza, inspiradas en las culturas del próximo Oriente, una tendencia muy habitual en las artes decorativas de finales del XIX y principios del XX. Lo más llamativo se sitúa en las esquinas, donde aparecen, de abajo a arriba, los grifos, los toros alados y los ángeles egipcios, elementos que guardan un sentido religioso. Una auténtica "fantasía", como lo ha denominado el diseñador Francisco Javier Sánchez de los Reyes, que conviene no perderse.
Encuentros al amanecer
La mañana del Viernes Santo se vive de forma muy especial en los pueblos. En algunos de ellos se mantiene la tradición el encuentro de la imagen de Jesús Nazareno con su Santa Madre. Con nombres distintos y diferentes rituales, escenifican este momento de la Pasión de Cristo en la Calle de la Amargura. Muy famosa es la Judea de Alcalá de Guadaíra, que comienza la mañana del Jueves Santo con la apertura de la parroquia de Santiago, donde los integrantes de la decuria romana hacen custodia de los tras pasos de la cofradía de Jesús Nazareno, que hace estación de penitencia la Madrugada del Viernes Santo. El abanderado, el pajineta y el calamillo son célebres personajes que integran la peculiar legión de romanos y judíos que acompaña a esta venerada imagen por las calles alcalareñas, en las que representan distintos momentos de la Pasión, como la burla, el prendimiento y el encuentro con la Virgen del Socorro y San Juan Evangelista en el Cerro del Calvario, donde se puede escuchar la saeta de esta localidad, que tiene sones primitivos, no aflamencados, como ocurre en Marchena.
En esta localidad antes citada también se celebra la mañana del Viernes Santo el rito del Mandato, donde Jesús Nazareno y la Virgen de las Lágrimas, junto con el Discípulo Amado, protagonizan el encuentro en la Plaza Ducal, un enclave muy peculiar de Marchena. En esta ceremonia debe mencionarse la participación de la mujer que encarna la Verónica (personaje apócrifo de la Pasión) y la importancia de las imágenes autómatas (algo propio en Andalucía oriental), que permite que el Nazareno bendiga al pueblo tras concluir el acto.
En Osuna, también se produce el encuentro entre Jesús Nazareno y la Virgen de los Dolores, titulares de dos cofradías distintas que se reúnen al amanecer del Viernes Santo delante de la impresionante colegiata, en lo más alto de la ciudad.
Y si quiere aún más peculiaridad, no dejen de visitar Gilena, el municipio de la Sierra Sur donde se escenifica el momento en que el Discípulo Amado avisa a la Virgen de que a su Hijo lo han condenado a muerte con un pequeño baile y una carrera de la imagen de San Juan Evangelista desde el centro de la plaza hasta el templo. No le defraudará.
El ritual de la muerte
Llega la tarde del Viernes Santo y con ella, el duelo por la muerte de Cristo. Varias hermandades de la provincia atesoran auténticos rituales para conmemorar este momento. Una de las ceremonias más antiguas que se ha conservado es el Descendimiento de la Cruz. La más conocida es la que protagoniza la Hermandad de la Soledad de Alcalá del Río, que tras concluir la primera parte de su estación de penitencia en la parroquia del municipio, alza una cruz de gran altura delante del presbiterio, donde es colocado el Señor de la Misericordia, una imagen articulada -del siglo XVI- que permite su posición tanto como crucificado como yacente. Dos hermanos con la túnica de nazareno representan a los Santos Varones y se encargan de quitarle la corona de espinas, los clavos y descenderlo, momento en que el cuerpo de Cristo es recogido por las Santa Mujeres, que lo presentan a la Virgen de los Dolores (una dolorosa con cinco siglos de historia), entronizada en un majestuoso paso de palio que contiene bordados de Patrocinio López y Olmo, entre otros afamados talleres. Después, en presencia siempre de una legión romana, es depositado en la urna para continuar con la segunda parte de la cofradía.
En Pruna, la Hermandad de la Vera-Cruz desarrolla una ceremonia similar, pero con la peculiaridad de celebrarla en la calle y a la luz de las antorchas que los vecinos colocan en sus balcones. Aquí se emplean efectos especiales y sonoros para recrear el momento en que Cristo muerte.
Y tras bajarlo de la Cruz, es la hora del duelo, que en Lebrija comienza a las 22:00 del Viernes Santo, cuando empieza la Vela del Cristo. Otra tradición de la que es protagonista el Cristo de las Cinco Llagas, una imagen articulada, de estilo gótico, y que pasa por ser una de las más antiguas de la provincia. Al concluir su procesión, se deposita con su urna en un pedestal -que hace las veces de catafalco- situado en el centro del patio de los naranjos de la parroquia de la Oliva. Los hermanos se van turnando en pareja de dos para rezar en los reclinatorios. La única luz la aportan los codales situados en la balaustrada del claustro. Un momento de recogimiento que adquiere gran solemnidad con el acompañamiento musical de grandes corales y orquestas.
Carreras y escopetas para la Pascua
Si de algo puede presumir la provincia es de festejar la Resurrección de Cristo como no lo hace la capital. Mientras la ciudad hispalense se sume en una especie de nostalgia por el fin de los cortejos procesionales, en muchos municipios se celebra esta jornada con tradiciones antiquísimas. Tal es el caso de Pilas con las famosas carreritas que protagonizan el Niño Dios de la Hermandad de la Soledad (volvemos a la infancia) y la augusta Virgen de Belén, que sale en procesión bajo un palio de rasgos muy peculiares.
No muy lejos de allí, en Coria del Río, el Señor Resucitado se abraza con la Virgen de la Soledad en un acto en el que, a primera hora de la mañana, se llegan a "voltear" los pasos de ambas imágenes. Siguiendo con el Ajarafe, en Castilleja de la Cuesta los azules y coloraos rivalizan en llenar las calles de volantes y papelillos en un ambiente que anticipa las romerías del ciclo de primavera con las pintorescas vueltas. Por la tarde, saldrán en procesión la Inmaculada de la Calle Real y la Virgen de la Soledad, de la Plaza.
Y en Coripe, en la Sierra Sur, se mantiene la costumbre -perdida en muchos pueblos- de prender fuego a la figura del Judas, un muñeco de paja al que se tiran perdigones de escopeta y que representa la maldad al que vence Cristo con su Resurrección. Cada año encarna un personaje de actualidad que ha adquirido protagonismo por conductas contrarias al bien. ¿En 2022 podría ser Putin? Acérquese a esta localidad el Domingo de Pascua y saldrá de dudas.
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